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lunes, 24 de septiembre de 2012

bovarismo imperial



Es temporada alta y vuelven las mejores series, entre ellas Boardwalk Empire, la tira producida por Martin Scorsese y escrita por el creador de Los Soprano, Terence Winter, y ambientada en la ciudad turística de la costa Este, Atlantic City, en los años 20: plena prohibición, el nacimiento de la mafia con sus clanes de inmigrantes, sus asesinos formados en la Primera Guerra y sus lazos con los funcionarios corruptos como Nucky Thompson (el magnífico Steve Buscemi). HBO puso al aire el primer episodio de esta tercera temporada de la serie el domingo 16 de septiembre último, pero en la televisión Argentina se podrá ver recién el 14 de octubre.
HBO promociona esta nueva temporada con las palabras que Jimmy Darmody (Michael Pitt) le dijera a Nucky en la primera: “No podés ser un gángster a medias”. Cosa que Nucky ya demostró cuando al final de la segunda descerrajó un tiro en la cabeza a su entenado al tiempo que le decía: “No busco perdón”.


La tercera temporada de Boardwalk Empire comienza la noche del Año Nuevo de 1923 mientras se promociona la proeza de la aviadora Carrie Duncan (acaso una libre recreación de Amelia Earhart, quien intentó cruzar en avión el Atlántico en 1928), quien intentará sobrevolar por primera vez todo el continente, lo que excita la imaginación de Margaret Schroeder (Kelly Macdonald), la esposa de Nucky, en quien volvemos a encontrarnos con el cándido bovarismo de la primera temporada. Y de bovarismo trata, en verdad, toda la serie, es decir la fascinación por esas imágenes de vidas estelares cuya presencia es capaz de hacer desvanecer la propia. Eso nos mostrará el final de este primer capítulo, cuando Margaret llega a la playa, donde otras personas esperan en la penumbra de la “noche americana” (el viejo truco de disminuir el paso de la luz en la lente para que parezca de noche) el paso del avión que conduce la Duncan “libre como un pájaro”, según dicen las mujeres en la reunión de festejo de Año Nuevo.
Nucky trabaja en la construcción de esa imagen de ensueño: una Cleopatra que baila y canta jazz en un decorado del antiguo Egipto, con enanos, esclavos y tesoros verdaderos para recibir a sus invitados en el festejo del nuevo año; o la ciudad misma, Atlantic City, hecha para seducir a los ricos de la costa Este. Junto con Nucky trabaja la mafia incipiente, con sus peleas territoriales entre irlandeses, judíos, sicilianos. La contracara de esa marquesina es el crimen. Sin embargo, no es menor el bovarismo de esos inmigrantes que llegaron desde una Europa empobrecida para recrearse a sí mismos como hombres de negocios.
Este episodio nos devuelve también al brutal Nelson Van Alden (Michael Shannon), el fervoroso agente del FBI caído en desgracia, que huyó y está ahora en Chicago, donde intenta ganarse la vida como vendedor de planchas hasta que un encuentro casual en una florería en la que el joven Al Capone (un matón aún) aprieta a un mafioso irlandés parece ofrecerle un giro a su vida.
Boardwalk Empire vuelve a revisar un particular período de los Estados Unidos, el de la hegemonía republicana, el de la Prohibición, el del nacimiento del crimen organizado. Lo que le permite a Scorsese y Winter no sólo desplegar estos tópicos clásicos del cine, sino entrelazarlos, desarrollar mejor las relaciones entre el imperio incipiente —los EEUU ponían una pata en los negocios globales tras enviar un millón de soldados a la Primera Guerra y se asomaban sin saberlo al abismo del crack-up de 1929—, el crimen, la moral y la ideología. Tierra de promisión pero también de promiscuidad en un sentido que no es moral, sino político.
En ese sentido político la serie parece dispuesta a profundizar, en esta tercera temporada, quiénes se encargarán de los negocios, quiénes de las muertes, quiénes de la imagen que, en una serie con ese nombre, será siempre la imagen del imperio.

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