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"I don't want to belong to any club that will accept people like me as a member." Groucho Marx en Groucho and Me (1959).

domingo, 30 de septiembre de 2012

utopía hi-tech


Si, como insistimos acá, las series de televisión están montadas en los mejores casos sobre un discurso político que trata sobre las utopías, la utopía de Revolution es sin duda el presente: la lata tecnología perdida tras el apagón. En un futuro cuyo paisaje es Pripyat (el pueblo abandonado tras el desastre de Chernobyl: literalmente, la serie fue rodada en esa locación, es decir, pasado y fantasía de la energía nuclear socialista vuelto un decorado).


Como en Lost, Favreau y los guionistas sostienen que no hay mejor secreto que la familia. Así es como en el segundo episodio volvemos a ver a Elizabeth Mitchell, madre de la bella Charlie Matheson, quien por alguna razón está cautiva de Monroe, el jefe de las milicias que han tomado el poder: la escena inicial de la serie –el padre que carga un pendrive antes de que se apague todo y, a la vez, habla por teléfono con su hermano Miles, que está en un auto con Monroe– parece ser toda la clave, incluso la conversación entre Ben Matheson y su esposa Rachel (la Mitchell), en la que ella podría saber más de lo que aparenta.
Por fortuna, los roles más enigmáticos en el presente de la serie (es decir, el futuro sin energía) recaen en personajes que tienen algo más que su belleza para mostrar, como Grace Baeumont (Maria Howell), quien usa un pendrive como el de Ben para encender una vieja computadora y comunicarse con un enigmático interlocutor, o Giancarlo Esposito, ex vendedor de seguros devenido oficial de la milicia de Monroe.


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