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martes, 9 de octubre de 2018

cómo funciona el fascismo

En esta entrevista a Jason Stanley, autor de Cómo funciona el fascismo, se compara las escandalosas similitudes entre las promesas de Hitler y las de Trump y se describe cómo el fascismo destruye la política económica y puede identificárselo cuando las clases dominantes se victimizan en nombre de ideales que pertenecen a un pasado que nunca existió. Una descripción que excede a los Estados Unidos.


En un certero ensayo publicado en el New York Review of Books este mes, Christopher R. Browning, un destacado historiador del Holocausto y el nazismo, describe los paralelos espantosos entre los Estados Unidos y la República de Weimar. “No importa cómo y cuándo termine la presidencia de Trump”, escribe, “el espectro del ‘contraliberalismo’ seguirá acosando a la política estadounidense”.
Jason Stanley estaría de acuerdo. Es profesor de filosofía en la Universidad de Yale y autor de How Fascism Works (“Cómo funciona el fascismo”), donde sostiene que los fracasos de la gobernabilidad democrática han forjado una sociedad que recuerda con escalofríos a la Alemania anterior a la guerra, en la que existía un creciente apetito por el tipo de ultranacionalismo que impulsa Donald Trump. De hecho, el fiscal general Jeff Sessions ha elogiado abiertamente la Ley de Inmigración de 1924, que no solo creó cuotas y prohibiciones para ciertas comunidades de inmigrantes, sino que sirvió de modelo para el “Mein Kampf” de Hitler.
“La idea en el fascismo es destruir la política económica”, dice Stanley. “Los corporativistas están del lado de los políticos que usan tácticas fascistas porque están tratando de desviar la atención de la gente de las fuerzas reales que causan la genuina ansiedad que sienten”.
Ilustración de David Horsey en el LA Times.

Esta ansiedad no es exclusiva ni primordialmente económica. Como Stanley señala con cuidado, las personas de color han sufrido dificultades mucho mayores y, sin embargo, se sienten cada vez más atraídas por el populismo progresivo. En su lugar, afirma, Trump y sus semejantes están canalizando una tensión nociva de patriotismo que crea una nostalgia por un pasado que nunca existió. “Cuando ves que el grupo dominante se hace pasar como si fueran las víctimas de todos los hechos”, observa Stanley, “es cuando la política fascista está tomando control”.
El episodio también concita el fenómeno de las noticias falsas, tanto su construcción como el modo en que se implementa. Stanley sostiene que muchas de nuestras creencias más preciadas se basan en mitologías, con la idea de que estamos esparciendo la democracia por el resto del mundo, quizás la más letal de todas.
“América nunca ha sido grande”, concluye. “Pero la idea de América puede ser grande. Nuestra grandeza es cosa del futuro, no del pasado. El pasado es algo que tratamos de conquistar, y tratamos de forjar nuestra grandeza con ciertos ideales “.
—Usted enseña en Yale, ¿no? Ha escrito varios libros interesantes sobre propaganda, pero el gancho aquí es Trump: la gente se asusta con los ecos del fascismo, no solo en este país sino en todo el mundo. Y su libro intenta examinar la arquitectura del fascismo, sus orígenes.
—Si bien el gancho es Trump, estoy de acuerdo con el expresidente Obama en que Trump es un síntoma y no una causa.
—Lo interesante de su libro es que habla de una sociedad desarraigada. Hay un sentimiento emocional detrás de esto, de lo que sucede cuando las sociedades se desmoronan, y cuando las figuras autoritarias sostienen una noción de ley y orden, y el nacionalismo apropiado. Y básicamente, de lo que estamos hablando es de la mitología, y esa es la conexión de Trump; desarrollan una mitología sobre el pasado y sobre cuándo Alemania fue grande; Aquí tenemos cuando América fue grande. Y lo utilizan como trampolín para desarrollar básicamente una filosofía de nosotros-ellos. ¿No es esa la arquitectura básica?
—Esa es la arquitectura básica. Sin embargo, en “Cómo funciona el fascismo”, intento llamar la atención sobre el hecho de que hay aspectos familiares de la política fascista que siempre han estado aquí, a los que nuestro país siempre fue vulnerable Y algo acerca de mi origen y el Holocausto: mis padres son sobrevivientes, eran refugiados; no estaban en los campos, y siempre estaban atentos a estos detalles. Y más aún porque mi madre era taquígrafa de la Corte en el distrito de Manhattan, en la corte criminal, por lo que podía ver algunas de estas características desde el principio. Y a menudo notaba las similitudes entre lo que estaba sucediendo con el racismo en los Estados Unidos y lo que enfrentaba el pueblo judío en Polonia, que experimentó cuando era niña. Ella notaba que apuntaban contra los estadounidenses negros aquí. Nuestra historia de racismo nos hace especialmente vulnerables a ciertas características elementales de la política fascista. Por ejemplo, las noticias falsas. Quiero decir, las noticias falsas siempre han estado dirigidas contra los estadounidenses negros, por lo que Angela Davis llama “el mito del violador negro”, la teoría de la conspiración loca que subyace a los horrores del linchamiento, que hubo una epidemia de violaciones de mujeres blancas por hombres negros. A la teoría de los superpredadores a mediados de la década de 1990, que se promulgó en un momento en que los delitos violentos disminuían rápidamente, sin embargo, estos teóricos como John DiIulio decían que los delitos violentos iban a aumentar porque los jóvenes negros estadounidenses eran superpredadores. Entonces, con esta historia de noticias falsas, cuando los partidos políticos trafican mensajes racistas codificados, madura este trasfondo. La gente dice, “Bueno, no somos Alemania”. Y en algunos aspectos, estamos incluso mejor pertrechados para este tipo de política. Así que cuando las estructuras se rompen; cuando hay una guerra de Irak y una crisis financiera; cuando suena legítimo culpar a la élite por los fracasos del gobierno democrático y por adherirse a las normas adecuadas, cuando se tienen esos fracasos y se tiene nuestro pasado que, de hecho, influyó profundamente en la Alemania nazi, entonces hay motivos para una verdadera preocupación.
—Empecemos con eso, no somos Alemania. Porque los somos. En realidad, somos la sociedad más cercana a lo que era Alemania, y la gente lo olvida. Pero el hecho es que eran las personas más parecidas a nosotros, y personas como Henry Ford, como usted señala en su libro, tenían una gran admiración por Alemania. Fue el país con la música mejor educada, el más científico, de mayor nivel, una gran economía, y luego todo comenzó a desmoronarse. Y las personas que más se nos parecían se convirtieron en los bárbaros más malvados de la historia moderna. Y fue muy confuso para los estadounidenses. Capta eso en su libro, esa ambigüedad.
—Así es, porque tenemos estas dos tradiciones. Por un lado, una gloriosa tradición de democracia liberal que aprecio y venero, y en eso se abreva: el movimiento de derechos civiles lo utilizó, los líderes intelectuales negros se remontaban al menos a Frederick Douglass, pero incluso David Walker y Martin Delaney apelaban a nuestra tradición de libertad e igualdad para señalar las hipocresías en la vida estadounidense. Y Frederick Douglass usó eso, por ejemplo, en “¿Qué significa para el esclavo el cuatro de julio?”, Su discurso inquiría ¿veneras la libertad? Bueno, tenemos estos ideales. Pero también tenemos una larga historia de hipocresía increíble allí. Y tenemos una larga historia –además del racismo anti-negro y el genocidio de los nativos americanos– que afectó profundamente a Hitler, las leyes y el sentimiento antiinmigrantes. “Mein Kampf” (“Mi lucha”, el libro principal de Hitler) trata sobre un llamado a crear un estado nacional, a derribar el estado y reemplazarlo por un estado nacional basado en la identidad étnica nacional, y no en normas democráticas, no en ciudadanos, algo multiétnico. Y su modelo allí es Estados Unidos. Así que critica las leyes de inmigración de Alemania. Un vocabulario muy familiar para nosotros. “Pero hay al menos un estado en el que los intentos débiles de concebir un mejor arreglo son evidentes. Por supuesto, no me refiero a nuestra república alemana, sino a los Estados Unidos de América, donde intentan, parcialmente, al menos, incluir el sentido común en sus concejos. Se niegan a permitir la inmigración de elementos que son malos desde el punto de vista de la salud, y prohíben absolutamente la naturalización de ciertas razas definidas, y por lo tanto están haciendo un comienzo modesto en la dirección de algo que no es diferente a la concepción del estado nacional”. Hitler elogia a los Estados Unidos, y en particular a la Ley de Inmigración de 1924, a la que Jeff Sessions elogió en octubre de 2015 y solicitó que se retorne; lo elogia como una base, elogia la Ley de Inmigración de los Estados Unidos de 1924 y los Estados Unidos, como un modelo de lo que quiere crear en Alemania. Ahora, creo que Hitler estaba equivocado acerca de nuestro país; Creo que la historia posterior de nuestro país mostró que estaba equivocado. Pero debemos tener esto en cuenta, que hay suficientes elementos en nuestro país que Hitler sí tomó en “Mein Kampf”, algo así como un modelo.
—Bueno, en su libro, deja bastante claro que no podemos pasar por alto estas similitudes. Cita generosamente de nuestra tradición, en la que “el otro” fue perseguido brutalmente. No fue Donald Trump quien nos recordó que tenemos que ser geniales al excluir a las personas, que es básicamente el mensaje de Hitler, que trata de encontrar algún alemán mítico y puro. Lo hicimos con la Ley de Exclusión China; rodeamos a los japoneses antes de eso, habíamos matado a los nativos americanos. Y quiero comentar: me sorprendió una estadística que no he visto, pero luego hice los cálculos y tiene toda la razón: los negros, hombres y mujeres, representan el 13 por ciento de la población estadounidense; son más del 50 por ciento de la población encarcelada que ahora es de dos millones y medio de personas. Pero representan, como usted menciona en su libro, el nueve por ciento de la población encarcelada de todo el mundo.
—Si su representación en la población mundial encarcelada reflejara la población mundial, entonces la nación de la América negra debería ser la tercera nación más grande en la tierra, detrás de China e India.
—Quiero mencionar una palabra en particular, “patriotismo”. En su arquitectura del fascismo, el patriotismo, el alemán puro, hacen que Alemania vuelva a ser grande –aunque esas palabras no se usaran en el libro–, el mensaje de Hitler, que era una figura tan extraña como Trump. Y Trump, con su pelo naranja, y Hitler con su gracioso bigote, obviamente era una figura caricaturesca, muy parecida a Trump. Pero, sin embargo, invocó una idea de la historia aria perfecta, rubia alemana y mítica, y lo hizo en una Alemania que se desmoronaba. El eco que encontré allí fue este patriotismo. Incluso menciona usted a personas que se arrodillan en los juegos de fútbol como una forma de objetar legítimamente a una especie de patriotismo falso. Y el patriotismo fue realmente la clave de todo el mensaje fascista, ¿no es así?
—Yo diría que es el ultranacionalismo. Una cierta forma de patriotismo. Porque mi patriotismo estadounidense toma la forma de veneración de la libertad y la igualdad, que son dos valores abstractos. Y no están conectados a una cadena montañosa en particular, no están conectados a un pasado particular; son abstractos, son democracia liberal.
—¿Qué significa eso? ¿Se remonta a los franceses, se remonta a los griegos? Quiero decir, no lo inventamos. Plantea un gran reto en este libro. ¿De dónde viene esta locura? Y si va a hablar de Trump como una figura fascista, él no se inventó a sí mismo; es un producto. Pero el hecho es que Trump es una figura familiar en la vida estadounidense.
—Eso es cierto. Y no quiero negar la toxicidad que ciertas formas de patriotismo pueden tener. Es solo que, como enseña nuestra propia historia, por ejemplo, el movimiento de derechos civiles, que no tuvo lugar en Vermont; tuvo lugar en Alabama a principios de la década de 1960, un lugar aterrador para albergarlo. Eso sucedió aquí, y esos fueron los estadounidenses que lo hicieron. Y, entonces, quiero honrar su legado y lo que hicieron para luchar por esos avances, aunque a veces es difícil ver esos avances frente al encarcelamiento en masa y las diversas formas de racismo y opresión anti-negro de todos lo que ocurrió después del movimiento de derechos civiles.
Pero en el pasado tenemos cosas que vale la pena celebrar, y vale la pena celebrarlas porque están conectadas con ciertos ideales virtuosos. Por otro lado, cuando el patriotismo toma la forma en que lo estamos viendo ahora, una nostalgia por un pasado blanco, un pasado cristiano blanco, y lo que hace el fascismo, la política fascista, es crear una sensación de agravio e intensidad. La victimización por parte del grupo dominante. Cuando ves al grupo dominante anhelando un pasado que nunca fue, donde obtuvieron la apreciación que merecían, y sintiendo que esto les fue arrancado, es lo que el fascismo trata de hacer. Crea este pasado mítico para que el grupo dominante sienta que son las mayores víctimas del mundo. Cuando ves cristianos blancos en los Estados Unidos que dicen que son el grupo más discriminado, entonces es cuando la política fascista se ha afianzado. Eso es lo que hizo Hitler en Alemania. Constantemente criticó a los alemanes: fueron las mayores víctimas de la historia mundial. Tenía que usar Versalles, por supuesto, pero culpaba por Versalles, extrañamente, a los judíos. Dijo que los alemanes eran las mayores víctimas. Esa es la función de este tipo de visión extraña y falsa del pasado.En este modelo una vez fuimos victoriosos, una vez gobernamos, y luego vinieron los extranjeros y los liberales y nos hicieron compartir nuestro poder con las fuerzas extranjeras. El liberalismo y el marxismo cultural destruyeron nuestra supremacía y destruyeron este maravilloso pasado en el que gobernamos y nuestras tradiciones culturales fueron las que dominaron. Y luego militariza el sentimiento de nostalgia. Toda la ansiedad y la pérdida que las personas sienten en sus vidas, por ejemplo la pérdida de su atención médica, la pérdida de sus pensiones, la pérdida de su estabilidad, luego se desvían a la sensación de que el verdadero enemigo es el liberalismo, lo que llevó a la pérdida de este pasado mítico.
—Lo entiendo. Pero quiero inhsistir con el patriotismo. Porque es esta glorificación de la historia de la nación. Así, cuando Trump dijo que quería hacer grande a Estados Unidos, Hillary Clinton lo alzó y dijo que siempre hemos sido grandiosos. Entonces, al decir que siempre fuimos excelentes significa que éramos grandes cuando esclavizamos a las personas, que éramos geniales cuando cometíamos genocidio contra los nativos, éramos geniales cuando tratábamos a la población china como esclavos cercanos, y no nos regíamos por derechos humanos fundamentales, y éramos geniales cuando reunimos a los japoneses inocentes y los pusimos en campos de concentración. Y podría bajar de la lista; éramos geniales cuando teníamos esclavitud y éramos geniales cuando teníamos segregación. Es una noción absurda, y sabes, fue George Washington en su discurso de despedida quien nos advirtió sobre las imposturas del patriotismo fingido. Este atractivo patriótico es una amenaza e incluso las personas razonables tienen miedo de decir eso. Miramos a Hitler y el patriotismo se convierte en culpar al otro. Hitler no usó de chivo expiatorio a BMW o Mercedes Benz o los grandes financieros alemanes, sino a los sindicatos, a los judíos, los discapacitados y los homosexuales. Y en este país, eso es lo que hace Trump, culpar a todos excepto a Wall Street por nuestros problemas.
—Correcto, porque la idea en el fascismo es destruir la política económica. Porque se quiere que la gente se conecte a través de líneas raciales, líneas étnicas. Así se va tras los sindicatos. No se menciona a las fuerzas económicas reales, porque se desea crear un vínculo ficticio. Los movimientos fascistas siempre trabajan en conjunto con los corporativistas, y estamos viendo eso aquí y ahora con las conexiones entre, por ejemplo, los hermanos Koch (súper millonarios estadounidenses) y los intereses concomitantes, y el ala nacionalista de los republicanos, que está entregando al ala corporatista todo lo que siempre han deseado; les han entregado las leyes del derecho al trabajo en la decisión de Janus; les están entregando una interminable serie de jueces aprobados por la Sociedad Federalista. Y esto, nos dice la historia, es siempre lo que sucede; que los corporativistas están del lado de los políticos que usan tácticas fascistas porque están tratando de desviar la atención de la gente de las fuerzas reales que causan la ansiedad genuina que sienten.
—Sí, y lo que sucedió en Alemania es que las personas razonables, responsables, incluso las mejores, fueron hacia Hitler.
—Absolutamente. Porque lo que hace la política fascista es pintar al Partido Demócrata, al partido de centro-izquierda común y corriente, como comunistas. Y se crea terror sobre eso. Goebbels escribe, en un ensayo: Cuanto menos amenaza el bolchevismo, menos amenaza el marxismo, menos se preocupa el ciudadano común por nosotros. Entonces, lo que Goebbels está diciendo, y lo dice con mayor detalle en “La radicalización del socialismo”, es que se quiere pintar al partido de centro-izquierda como marxistas y socialistas, porque la clase media ve en el marxismo principalmente al ladrón de su propiedad, el incómodo perturbador de la paz y la tranquilidad. Entonces, la política fascista dice que los marxistas vendrán por tu propiedad. Así acoge a todos los dueños de propiedades en sus brazos, porque crea este falso pánico. Luego promete a los corporativistas, les dice que están en contra de los sindicatos, que van a romper su poder, que están en contra de cualquier movimiento de masas que desafíe ese poder. Y luego, por supuesto, como Arendt nos advirtió, están las tentaciones de la regla de un solo partido. Arendt dice que es un gran peligro cuando los políticos comienzan a sentir lealtad por su partido político en lugar de por la democracia multipartidista. Y ya estamos en una fase de partido sobre partido, ya estamos enfrentando la amenaza de los estados de partido único. Una minoría de estadounidenses votó por este presidente, una minoría de estadounidenses votó por el Senado, y parece que vamos a tener no solo una Corte Suprema de derechas, sino una Corte Suprema de extrema derecha para las generaciones futuras.


* Robert Sheer es editor jefe del sitio TruthDig, donde escriben algunos de los analistas más destacados de la política estadounidense. La nota, bajo el título “America Is on the Road to Becoming a Fascist State” (Estados Unidos está camino a convertirse en un estado fascista) es una transcripción de la conversación que mantuvieron en radio Sheer y Jason Stanley. La nota completa, en inglés, puede leerse y escucharse acá.

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