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domingo, 2 de mayo de 2010

el cazador solitario


El suplemento Señales, que edita Osvaldo Aguirre, publicó mi nota sobre Jeff Bridges, Crazy Heart y la canción country que había empezado a barruntar por acá. El título, que alude a su vez al título de Carson McCullers y al del film mismo, es de Osvaldo.

Jeff Bridges recibió el Oscar por Crazy Heart, un film en el que repasa sus personajes y canta canciones compuestas por lo mejor de la tradición de la música country. Su personaje está inspirado en las vidas de Merle Haggard, Waylon Jennings y Kris Kristofferson

Pablo Makovsky

En una de las escenas de Crazy Heart (Loco corazón) Bad Blake, el personaje por el que Jeff Bridges se llevó un Oscar como mejor actor en la última entrega del archiconocido premio industrial de Hollywood, está tumbado en la cama y le pregunta a Jean Craddock (Maggie Gyllenhaal) si reconoce la canción que está rasgando en la guitarra. “No recuerdo —dice ella— de quién es”. Y Blake: “Así sucede con las buenas. Uno está seguro de haberla escuchado antes”. Lo que el cantante en realidad está ensayando es “The weary kind” (“La especie agotada”), el maravilloso y premiado tema que T Bone Burnett, el finado Stephen Bruton, Ryan Bingham y Gary Nicholson compusieron para este film.
Acaso lo mismo pueda decirse de una buena actuación: estamos seguros de haber estado antes ahí, frente a lo que trae ese rostro. El Jeff Bridges hirsuto y panzón de los últimos tiempos disolvió al chico bonito de los primeros años y viene a mostrarnos eso por lo que vamos al cine a ver a un actor: no sólo la composición de un personaje, sino la persona, esa máscara con la que damos imagen a un momento, un paisaje, un mundo. El Bad (Malo) Blake de Crazy Heart es tanto el retrato de un cantautor country en bancarrota, alcohólico y solitario, como el del universo en el que vive y parece prescindir de él.
Bridges no está solo en esta película que debe mucho al mundo de la música country, de hecho el film incluye el último trabajo del músico y compositor Stephen Bruton (1947-2009), a quien Kris Kristofferson le dedica post mortem su último disco, Closer to the bone. En Crazy Heart, que es el debut del director Scott Cooper a partir de una novela de mediados de los 80, también actúa Colin Farrell —impecable y radiante en su rol de discípulo exitoso de Bad Blake— y Robert Duvall, cuya presencia recuerda esa otra película sobre un cantante country en su camino cuesta abajo y su redención, Tender Mercies (Gracias y favores), rodada por Bruce Beresford en 1984. Crazy Heart puede verse también como el lado B de Nace una estrella (Frank Pierson, 1976), pero con las buenas partes de Kristofferson y sin el plomazo de la Streisand.  

Dude
Algunos vicios de la interpretación de The Dude en El gran Lebowski (hermanos Coen, 1998) sobreviven en la actuación de Bridges en Crazy Heart: la recolección de los lentes de sol de un tarro de basura, donde se caen después de que Bad Blake llegara urgido por un vómito alcohólico, es simétrica a la escena en la que Bridges rescata de un inodoro unos lentes similares luego de que unos matones le metieran la cabeza ahí adentro en la parte inicial de El gran Lebowski. Digamos que mucho de lo que ofrece la interpretación de Bad Blake es una cruza de los personajes del film de los Coen, pero sin el ridículo: el cowboy, los tristes salones de bowling donde Bad Blake lleva adelante lo que queda de su carrera (Crazy Heart arranca con la llegada del cantante a uno de esos salones, donde el dueño le ofrece líneas gratis de bolos pero le niega una cuenta en la barra del bar), el cuerpo flácido y semidesnudo.
“Solía ser alguien, pero ahora soy algún otro”, canta Bridges en “Somebody else”, uno de los temas del film. El mismo Bridges interpreta las canciones, al igual que Colin Farrell. Es que Bridges acompaña a T Bone Burnett en su banda desde hace más de dos décadas. Según la revista Billboard, cuando Scott Cooper convocó a Bridges para el protagónico nuestro actor dijo “paso”, pero pronto lo convenció de lo contrario un llamado de Burnett, quien también intervino en la banda de sonido de El gran Lebowski (trabajo por el que siempre debemos agradecerle el rescate de “Her eyes were a million miles away”, la ronca canción de amor de Captain Beefheart). La idea original era recrear la vida del legendario Waylon Jennings, pero un inconveniente legal impedía usar su nombre. Sin embargo Jennings está presente en la canción “Are you sure Hank done it this way?” (“¿Seguro de que Hank lo hizo de este modo?”): una suerte de metatexto para iniciados en el country donde el narrador, en la canción, se pregunta si basta con tomar las tonadas de la tradición para hacer lo que hizo Hank Williams. “He conocido el mundo con una banda de cinco instrumentos, mirando a mis espaldas, cantando mis canciones y de vez en cuando una suya, pero no creo que Hank lo haya hecho de este modo, no creo que Hank haya hecho de esto un camino”. La atmósfera biográfica de Jennings, la de Merle Haggard y la de Kristofferson están presentes en Crazy Heart, tanto como esa rota promesa que leemos en el rostro emponzoñado de pelos blancos de Bridges y en su cuerpo macilento. Porque esa es tanto la magia de las canciones como de las actuaciones: hacernos saber de un mundo a través de sus restos familiares.

El héroe en casa
La actuación de Bridges en The men who stare at goats (Hombres que contemplan cabras, de Grant Henslov, el responsable de Good night, good luck; aunque cuando se estrene aquí en abril próximo tendrá el subnormal título Hombres de mentes) también trae a la pantalla ese súbito desvío del héroe buen mozo del cine americano: Bill Django, el personaje de Bridges, es un militar hippy, preocupado por esparcir el amor y la cordialidad antes que la guerra. De nuevo el rostro hirsuto, el pelo largo, la media sonrisa, el espíritu que se divierte con cosas que ya no están. Como dice la canción de Leonard Cohen: “Cosas que están allí pero no son del todo reales, o son reales pero no están exactamente allí”.
Por fuera de las tempranas incursiones en el cine como hijo de Lloyd Bridges, Jeff comenzó su carrera en 1971 cuando nada más ni nada menos que Peter Bogdanovich lo dirigió en The last picture show (La última función). Esa actuación incluyó una memorable escena en la que él junto con Cybill Shepherd miran desde una colina, sentados en la caja de una camioneta, un film de John Ford que pasan en un autocine de un pueblito de Texas. He ahí, casi como una profecía, el avatar de Jeff Bridges en el cine (y la cita no es caprichosa, este año lo veremos en Tron Legacy, continuación de Tron, el film de 1982 que fue de los primeros en incurrir en avatares virtuales): el héroe desangelado que se queda a un costado de la función mientras la gran pantalla nos enseña a los héroes de antaño como una procesión en el Olimpo.
Manohla Dargis, de las pocas críticas que quedan en el New York Times que aún recurre a su biblioteca, recuerda la actuación de Bridges como Richard Bone en Cutter’s Way (Ivan Passer, 1981) y lo ubica, en ese período en el que todos los héroes volvían de Vietnam con un miembro o unas cuantas neuronas recortadas, entre los héroes que se quedaron en casa. Una bella metáfora que funciona como un cristal (mejor aún, como el “vidrio oscuro” de la Biblia) para observar el camino de Bridges hasta Crazy Heart.


Desde el fondo <> T Bone Burnett, Stephen Bruton, Ryan Bingham y Gary Nicholson crearon las canciones que imaginaron que cantaría el personaje de Jeff Bridges, Bad Blake, e incluso ensayaron con él los tonos, los rastros que habrían dejado en su voz, tamizada por el whiskey de maíz, los abandonos y los derroteros por caminos siempre desiertos. “Pasamos cinco o seis meses sentados alrededor de una mesa escribiendo y charlando sobre el personaje —dijo Burnett a Billboard—: quién era, de dónde venía, qué le gustaba, cuál fue el primer disco que compró, cuál su primer hit, la primera canción que escribió. Las canciones que hicimos crecieron desde el fondo de este personaje”.

Cuarenta años más tarde <> Pese a ser un film independiente, han resaltado los críticos más agudos, Crazy Heart nunca es tan loca como su título promete, lo que le permitió llegar a la alfombra roja del Kodak Theatre en una entrega que se inclinó por la manufactura “artie”. La primera vez que Jeff Bridges llamó la atención del jurado del Oscar fue en 1971, cuando debutó en La última función, dirigida por Peter Bogdanovich, pero perdió contra el veterano Ben Johnson, quien co protagonizaba el mismo film y estaba postulado también a mejor actor de reparto. Estuvo ternado de nuevo en esa categoría en 1974 por Thunderbolt and Lightfoot, pero perdió cuando fue elegido Robert De Niro por su rol en la segunda parte de El Padrino. Recién en 2001 llegaría a las finales de los Oscar, otra vez como mejor actor de reparto, por The Contender (La conspiración), pero el elegido fue Benicio del Toro por Traffic. La nominación al Oscar por mejor actor principal data de 1984, cuando interpretó un extraterrestre caído en Starman, de John Carpenter. Pero, vaya suerte, la estatuilla se la llevó F. Murray Abraham por Amadeus.

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