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sábado, 2 de abril de 2011

not with a bang but a whimper*

Sobre el artículo de Mark Fisher: “Realismo capitalista”, que encontramos en Planeta X y, a la vez, alude a la cita de Jameson+Zizek: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin de capitalismo”. De eso se trata: ¿cómo evitar repetir la misma y única pesadilla?

Me recuerda la película aquella de John Carpenter, El príncipe de las tinieblas (1987): los guardianes del “durmiente” —el mismísimo demonio—tenían todos el mismo sueño, que era en realidad un mensaje de un futuro devastado, lo que se dice un fin de mundo.

Pensar, en los términos que lo hace Fisher, vendría a ser correrse de ese sueño inducido, de ese mensaje mecánico, para poder pensar el fin, al fin.

La otra película —mucho más panfletaria, en ese sentido adorable y genial en que sólo Carpenter puede ser panfletario— es Escape from L.A., en la que Carpenter directamente propone repartir y dar de nuevo “apagando” el mundo. Snake Plissken, el personaje de los dos Escapes (New York —1982— y Los Ángeles —1996—), activa un aparatito que “apaga” a través del satélite toda la energía del planeta. Toda la escena queda a oscuras, Plissken levanta la colilla encendida de un cigarrillo —prohibidísimo entonces, como poco a poco está sucediendo— y masculla: “Welcome to the human race”.

Fisher analiza para su argumento Niños del hombre —que también reseñamos acá—, y escribe: «La catástrofe, en Niños del Hombre, no se espera a que suceda ni tampoco es algo que ya ha sucedido. Sino, más bien, se la sobrevive. No hay un momento puntual del desastre, el mundo no va a terminar con un bang*, sino que se desvanece, desentraña; se deshace gradualmente. Qué es lo que causó la catástrofe, quién sabe; su causa yace muy atrás en el pasado, tan absolutamente distante del presente como si fuera el capricho de un ser maligno: un milagro negativo, una maldición que ningún penitente puede aminorar. Tal peste solo puede ser  aliviada por una intervención que no puede ser anticipada, de la misma forma que no lo fue el inicio de tal maleficio en el primer momento. La acción no tiene una razón de ser; solamente la esperanza-sin-sentido tiene sentido. La superstición y la religión, los primeros refugios de los desamparados, proliferan.

«Pero ¿qué se puede decir acerca de la catástrofe en si misma? Es evidente que el tema de la esterilidad debe ser interpretado metafóricamente, como un desplazamiento hacia otro tipo de ansiedad. Desde mi punto de vista esta ansiedad clama por ser leída en términos culturales, y la pregunta que el film impone es: ¿cuánto puede una cultura persistir sin lo nuevo? ¿Qué pasa si los jóvenes ya no son capaces de producir sorpresas?

«Niños del Hombre se conecta con la sospecha de que el final ya ha arribado, el pensamiento de que éste bien puede ser el caso en que el futuro solamente albergue reiteraciones y re-permutaciones. ¿Es posible que no haya más quiebres, “shocks de lo nuevo” por venir? Este tipo de ansiedad resulta en una oscilación bipolar: la “mesiánica débil” esperanza de que debe haber algo nuevo en camino se transforma en la malhumorada convicción de que ya nada nuevo puede suceder. El foco gira de “La Gran Cosa Nueva” a la última gran cosa —¿cuánto hace que pasó y cuán grande fue?»



• Una lectura de Realism Capitalism.

Otra.

Entrevista a Fisher.


Snake Plissken (Kurt Russell). Foto de Movie Thrashers, donde un ganzo hace gala de su idiotez cinéfila. Gracias, imbécil, por la foto.

* Remeber "The Hollow Men": "This is the way the world ends/ Not with a bang but a whimper".

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