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lunes, 4 de julio de 2011

björk-philia

El New York Times reseñó el último sábado el lanzamiento de Biophilia, la nueva “cosa” de Björk –porque no es sólo un show, ni un disco, ni un proyecto; como siempre, Björk está para más. “Las canciones de Biophilia –señala la noticia– tuvieron una gran ambición: unificar la música, la naturaleza (tal como la describe la ciencia) y la tecnología”. Así, las cosas, Biophilia aspira a ser un paradigma de los álbumes del siglo 21: interactividad con internet, aplicaciones para el iPad y el iPhone (aunque aún no se deciden cómo hacerlas funcionar en el sistema abierto Android), en fin, un chiche. Lo curioso es que Biophilia es el nombre de la obra del australiano Mark Cypher, quien estuvo en Rosario en 2005, en el Festival de arte y tecnología 404, y a quien entrevisté entonces: consistía en la transformación, en vivo, de la sombra de un sujeto en la sombra de un híbrido. Evocaba así la experiencia de los australianos con su vasto desierto interior. Eran australianos que aún no tenían iPhone.
 Biophilia, de Mark Cypher. Imagen tomada de su sitio.

Le escribí el domingo a Mark para preguntarle si sabía de esta incursión de Bjork en Biophilia. Me respondió recién, justo cuando estaba por publicar esta entrada. Dice: "I did know about Bjork's Biophilia and I am sure she must have seen my work, my version of Biophilia comes up in the top ten searches for Biophilia in Google.
"But to be honest I don't mind, the idea of Biophilia could be interpreted in many ways.
"An idea like Biophilia, even linking technology and nature in the same concept, can not really be copyrighted. I would have been worried had she made something that looks like my work and called it Biophilia, then there would be grounds for infringement of copyright.
"The whole idea of copyright is slightly problematic, since all our creative work is more or less derivative anyway. Although I don't much like Barthes structuralism, I think he at least got this right when he says that all texts, including creative works is a «tissue of quotations», drawn from «innumerable centers of culture».
"The one good thing about Bjork using Biophilia is that more people have started to come to my website
".
Bravo, Mark.

La entrevista a Cypher:
Siempre se atribuyó al carácter insular de los japoneses el imaginario de sus películas de los 80, en las que un monstruo emergía del mar y arrasaba las ciudades. Luego, los films de los australianos George Miller (Mad Max), Russell Mulcahy (Razorback), Peter Weir (Picnic en las rocas colgantes, La última ola) ofrecieron el negativo de ese argumento: en un continente cuyas ciudades principales están en el borde del mar, el mayor terror proviene del centro del territorio, donde se extiende esa porción de naturaleza salvaje que los australianos llaman desierto, “outback”: área rural según su acepción vulgar, pero que en su áspero sonido también evoca el lomo áspero de un país a medias conocido. “Los australianos le tememos a la naturaleza”, dice Mark Cypher.
El trabajo que Cypher presentará en la ciudad se llama “Biophilia” y consiste, básicamente, en la transformación de la sombra de un sujeto en la sombra de un híbrido. Para montar su obra el artista –docente universitario en Australia, donde nació en 1967– necesita un voluntario, una cámara digital, un proyector y una CPU cargada con un software diseñado por él que reinterpreta la sombra de la persona sobre la pared y la proyecta como una mutación entre un hombre y un vegetal.
Mark Cypher no ignora que cuando sus padres –australianos hijos de norteamericanos llegados al país en los 50– lo llamaron “Mark” también lo estaban marcando con un apellido que despierta sospechas. “¿Es real?”, pregunta el cronista. Cypher ríe. Esperaba la pregunta, que es frecuente y despierta en los curiosos el nombre de un personaje de ciencia ficción llamado Lou Cypher (Lucifer) o uno de los caracteres de la película Matrix. Cypher ríe y cuenta que en el desierto australiano, en el outback, viven los aborígenes, a los que los colonos les dieron durante muchos años la espalda. Su generación transitó la escuela ajeno a esa historia, vivió el mismo sentimiento de los mayores: ingleses en el Asia; y se aterrorizó con las figuras informes de un bosque de arbustos sobre la planicie desolada. Por eso su trabajo convoca las sombras: las del film de horror, la de las formas híbridas, la de las cosas que son y no son una cosa. La charla trae a colación el relato “Las fuerzas extrañas”, en la que un Leopoldo Lugones espiritista relata la llegada de un visitante a casa de un hombre que alberga en su interior un simio violento que se muestra en su sombra; o la Historia de Peter Schlemmil, en la que el héroe vende su sombra el demonio; o la de Nosferatu, en la versión de Friedrich Wilhelm Murnau, en la que la sombra de las garras del vampiro se ciernen sobre la cabeza de la heroína. Cypher ríe, entre otras cosas, porque su castellano es escaso y porque esto de estar en un país cuyo idioma desconoce lo hace sentir como un niño, a él que da clases en la Western Australian University. Su castellano es escaso y la situación le parece siempre fuera de control, justo como le pasa a los australianos con la naturaleza.
En el año 2000 Cypher presentó su muestra “Objectum”, montada sobre el rediseño de objetos cotidianos. “Los objetos que nos rodean indefectiblemente influyen en nuestros sentidos –escribió entonces el artista–. Me interesa cómo interactuamos con los objetos de cada día. Sean cuales fueren las intenciones iniciales de sus constructores, estos objetos decorativos se expresan en un lenguaje de signos culturales que aluden a la naturaleza, la masculinidad, el colonialismo, la historia y los suburbios con una honestidad modesta: se los ama o se los detesta. En el proceso de reconstrucción de estos objetos, “Objectum” intenta deconstruir los significados escondidos en tales objetos cotidianos y, por lo tanto, conectarlos con nuestras vidas”. En “Biophilia”, Cypher unió su trabajo de los 80 en torno a objetos hechos de madera que rememoraban las plantas del desierto australiano con el hallazgo de la sombra como prototipo de lo híbrido: “La naturaleza –dice– es incontrolable, puede ser terrorífica y las cosas que evoca pueden simbolizarse en una sombra o una planta”.
En el Festival 404 la instalación “Biophilia” posibilitará a los participantes la interacción y generación de formas orgánicas basadas en la distorsión de las sombras de ellos mismos. El término alude al trabajo de 1984 del sociobiólogo Edward O. Wilson, quien postuló la necesidad de los organismos vivos de conectarse con otros, incluso con aquellos de diferentes especies. Contrario a la visión romántica del arte, en la que es el genio artístico quien transforma un objeto en una obra, Cypher pretende crear “un espacio en el que la gente interactúe y trabaje con él. Entonces, el arte no sólo es la transformación de un objeto, sino que se tratat de una colaboración con un usuario”.
¿Qué queda entonces de la contemplación del arte? Cypher responde:
—Nunca permanece estática. Cuando usás un objeto siempre está cambiando. Básicamente mi trabajo trata de la relación entre sujetos y objetos, de modo que la contemplación, en mi trabajo, siempre está en acción, es una combinación de varias cosas que producen sujetos y objetos híbridos.
—¿De ahí entonces tu trabajo con sombras?
—Es que estoy muy interesado en objetos que no son objetos y sujetos que no son sujetos, es decir, me interesan situaciones en las que sujetos y objetos se vuelven híbridos. Y la sombra es un muy buen ejemplo de cómo una persona puede ser reducida a un objeto. La sombra de uno, proyectada en la pared, se vuelve plana. Un objeto tiene tres dimensiones, pero su sombra, sólo dos, es plana, de modo que el sujeto se reduce a un objeto...
—Recuerda el concepto de la imagen fílmica: algo que está ahí como huella, como señal de otra cosa.
—Exactamente. Porque una sombra es algo muy efímero y la relación que establece también es efímera, todo cambia.... Hay un hermoso film, Nosferatu...
—¿La versión expresionista de Murnau?
—Sí, hay ahí una escena maravillosa en la que la heroína está a punto de ser atacada por el campiro y se ve la sombra de sus manos que se ciernen sobre su cabeza. Y la sombra lleva una especie de contradicción: mantiene la correspondencia con el objeto, pero carece de conciencia y, simbólicamente, expresa cosas que reprimimos: emociones, lo que sea. En mi cultura la sombra tiene una cualidad viciada... Es una mezcla de simbolismo, de cosas informes, de elementos del film de horror...
—Hay por estos días en Australia una discusión –en los ambientes académicos, artísticos, intelectuales– acerca del uso de ciertas imágenes y relatos en la construcción del pasado?
—De algún modo. El relato histórico es muy resbaladizo. Qué es ahí verdad, qué es real. Muchas veces en Australia tenemos de modos diversos y paralelos discusiones acerca de la historia de la colonia. Cuando yo iba a la escuela jamás me enseñaron nada sobre la cultura aborigen. Los niños que hoy están en la escuela tienen que aprender sobre esa cultura. En estos días las nuevas generaciones reescriben la historia. Y, de muchos modos, el relato histórico cambia con el medio que lo desarrolla: computadoras, multimedia, las narrativas interactivas, incluso, cambian la naturaleza de la verdad, que ya no proviene de la autoridad de los artistas, sino de algo que los mismos lectores, los espectadores pueden elegir. Porque la historia es siempre una historia –y Cypher juega a desmontar el término inglés para historia: “his story”, es decir, su historia–. La historia es siempre el punto de vista de los ganadores...
 Björk en Manchester. Foto de Carsten Windhorst | NYT.

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