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viernes, 4 de noviembre de 2011

caracoles

Leo que en Rosario ya son varios los criadores de caracoles. Recuerdo aquél cuento de la Highsmith, en la que un criador de caracoles terminaba sepultado y devorado por la gigantesca cantidad de bichos que tenía en su habitación.

Recuerdo también aquella definición que había hecho Juan Pablo Dabove del caracol en los cuentos de Highsmith: un monstruo doméstico que, como los personajes de nuestra autora, se vuelve peligroso por acumulación.
En fin, recuerdo que los personajes de Highsmith –y cada vez estoy más convencido de que ella es tal vez la más "contemporánea" de las autoras de esta época– tienen esa impronta a su modo progre, "intelectual", rara: la de pretender domesticar lo que pertenece a otro orden. Y recuerdo también que lo que suele sucederle a estos personajes es que terminan haciendo ingresar el crimen en el orden de lo cotidiano, que no es lo mismo que domesticarlo.
En fin, no creo que el Damián de Rosario3, ni el Hernán que tiene por mascota un caracol llamado Ariel, terminen devorados por sus moluscos, pero ¿habrán leído el cuento de la Highsmith?

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