Fotografía de Guillermo Borella para Boyitas.
Cómo es publicar hoy en la ciudad, cuáles son los criterios de formación de un catálogo y cuál es el papel que juega en este caso el estado provincial –a través de subsidios y estímulos– en el desarrollo de un proyecto de este tipo, son las cuestiones que plantean las preguntas que le hicimos a los dos editores, ellos mismos autores.
Manzi responde desde el discreto centro cultural que es su
casa, sede de El Ombú Bonsai; mientras que Monchietti lo hace desde Mendoza,
donde participa de una feria del libro a la que llevó libros de la editora que
dirige junto con Lucas Collosa, además de otros de sellos locales como la
editorial de Manzi, Iván Rosado, La Pulga Renga, Serapis o Baltazara.
—¿Cómo nació la idea
de la editorial?
—Manzi: Surgió como un proyecto de aprendizaje de un oficio
y de hacer posible la edición de libros con los mínimos recursos económicos.
Ese fue el espíritu al inicio y en cierta medida lo sigue siendo, ya que
seguimos trabajando en encuadernación de libros, que fue el gran trabajo desde
el principio. Nos fuimos dando cuenta de que el oficio de editor tiene muchas
aristas, y nos interesa aprender todo.
—Monchietti: Surgió de lo que ya hacíamos con el otro
proyecto editorial, Tropofonía: los libros hechos a mano. Además, queríamos
aprender a hacer libros. Lucas Collosa trabajó en Interzona, nos conocimos en
una feria de editoriales libres e independientes y allí quisimos armar un
proyecto donde aportamos lo que cada uno hizo en años anteriores. Empezamos a
mediados del año pasado.
—Interzona es una
editorial grande, ¿cómo resolvieron el problema que suele ser la distribución?
—Monchietti: Lo que hicimos fue no caer en una
distribuidora. En Rosario y Buenos Aires hacemos la distribución nosotros,
librero por librero; estamos en 10 librerías. Entrar en una librería, para una
editorial chica, no es sencillo. La idea es que los libreros conozcan el
proyecto y se puedan copar.
—Las editoriales
pequeñas e independientes ¿vendrían a cumplir el papel que en su momento
cumplían algunas revistas literarias?
—Monchietti: Orlando Van Bredam me decía que le tenía mucho
cariño a las revistas porque eran los lugares donde los escritores empezaban a
publicar, pero hoy es muy difícil sostener revista. Me parece que sí, que hoy
una editorial es un lugar donde uno puede encontrar los primeros libros de un
autor, que es lo que yo hice en Tropofonía. Y acá en Mendoza, en lugar de ver
revistas veo primeros libros de todo tipo.
—Según sus
experiencias como lectores, escritores y editores, ¿se ha modificado el campo
de las editoriales en Rosario y Santa Fe en la última década?
—Manzi: Absolutamente sí. Esto tiene que ver con que el
mundo cambió y la tecnología nos permite hacer cosas con mínimos recursos.
Antes no era posible pensar en editar un libro para un autor novel. En los 90,
el mito del escritor estaba atravesado por la imposible peregrinación por
editoriales que al final de una serie de formalidades se negaban a publicar los
libros de los escritores nuevos. Cómo era posible que tanta gente tuviera la
ilusión de ser llamada escritora si no iban a poder publicar quizás en su vida.
Todo cambió con internet. En el año 2003 surgieron los blogs, y eso fue un
cambio paradigmático. De esta manera, uno podía ser leído instantáneamente, sin
mediadores. Me parece que las editoriales que han ido surgiendo han tomado
rasgos identitarios muy fuertes, cada editorial hace una elección de qué va a
publicar y lo puede justificar. Y ya no hay excusas en el medio para que un
autor no sea leído, porque siempre hay modos de hacer las cosas.
—¿Ha cambiado el
concepto de edición y publicación?
—Manzi: Fuera de todos los formatos electrónicos que hoy son
tan accesibles, estamos intentando recuperar el oficio y el valor que eso
tiene. La historia ha hecho que el mercado se subordinara a las operaciones de
marketing. Nosotros estamos a favor de la literatura, de la ficción, de los
libros escritos por escritores y dirigidos a lectores de literatura. En el
mundo de la edición y publicación esto es una parte cada vez menor, aunque no
menos importante. Vemos que todos los días llegan cajas y cajas de libros a las
librerías, de libros que quizás nadie vaya a leer, de libros que van a terminar
en mesas de saldos en pocos meses, regalados a precios muy económicos. Y
después están los otros libros, los que se hacen con esfuerzo, los que tienen
una apuesta, los que son un poco más difíciles de comercializar.
Imagen tomada del Flickr de Erizo Editora.
—Monchietti: Sí, se modificó. Me acuerdo que hace 5 años no había editoriales que no le cobraran al autor, no había otras. Hay como una movida. Este año nos juntamos una vez por mes todas las editoriales en la feria que se hace en el bar Casandra (Sarmiento 1490), un espacio muy lindo. Ahora hay búsquedas de catálogo, ya sea vinculada a un gusto, como a la afectividad. La cosa es de acá al futuro, cómo se subsiste, porque no se vende una cantidad de libros como para subsistir. Pero las editoriales independientes entendieron que hay que trabajar en conjunto, por eso vine a Mendoza con libros de otras editoriales.
—¿Cuál es la idea de
crear un fondo editorial?
—Manzi: Creemos, desde un principio, que los principales y
mejores vendedores de libros son los mismos autores. Por eso tratamos de
reconocer ese trabajo tanto como el de haberlo escrito. Pero hay diferentes
intereses entre los escritores, en su acercamiento a los lectores. En ese
sentido, como editorial tomamos el compromiso de estar con los libros en
lugares donde sabemos que pueden circular, como ferias, algunas librerías. Con
respecto al fondo editorial, nosotros no estamos parados sobre una idea
tercamente, vamos mutando para el lado que nos parece la medida de lo posible.
No tomamos este trabajo como un negocio sino como una apuesta, y creemos que
vamos a tener la devolución que nos interesa en el largo plazo.
—Monchietti: Queremos tener narrativa, ensayo y poesía, y
que el catálogo no se cierre a autores rosarinos, por eso publicamos la
antología de poesía finlandesa. Tenemos ganas de hacer ediciones bilingües.
—¿Cómo ayudó y qué
significó el premio de Espacio Santafesino para la publicación?
—Monchietti: Cuando estudiamos lo del subsidio había que
presentar una colección de tres libros. Teníamos uno de Verónica Laurino, una
novela sobre un viaje, después apareció el de Petula y más tarde el de Fernando
Callero, manuscritos de un viaje, así armamos una colección, Diáspora, sobre el
viaje y la escritura. Fue una construcción. El dinero nos facilitó hacer 500
ejemplares de cada uno.
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