A través de una notificación de la agencia Alai-AmLatina, leo en el
blog de Leonardo Boff (clic en el enlace para leer el artículo completo): «Quien escucha las distintas intervenciones del
obispo de Roma y actual papa se siente en casa y en América Latina. El Papa no
es eurocéntrico, ni romanocéntrico ni mucho menos vaticanocéntrico. Es un
pastor “venido del fin del mundo”, de la periferia de la vieja cristiandad
europea, decadente y agónica (sólo el 24% de los católicos son europeos);
proviene de un cristianismo nuevo que se ha ido elaborando a lo largo de 500
años en América Latina con rostro propio y con su teología”.
Significativa foto en el Telegraph.
Me recuerda el número 17 de Crisis, "La vati-señal", en la que el relato de Francisco es analizado en relación al relato que desplegó el kirchnerismo sobre el país y el mundo (número fallido, ya que sus geniales planteos no logran opacar el discurso de Carlos Pagni en la entrevista principal): el Vaticano reclama su potestad sobre los pobres, al tiempo que todo sistema que quiera sobreponerse a la expansión del poscapitalismo sólo puede reclamar su potestad sobre la pobreza (algo así).
Dice Boff: "El Papa Francisco no ha conocido el capitalismo central y
triunfante de Europa sino el capitalismo periférico, subalterno, agregado y
socio menor del gran capitalismo mundial. El gran peligro nunca fue el marxismo
sino el salvajismo del capitalismo no civilizado. Ese tipo de capitalismo ha
generado en nuestro Continente latinoamericano una escandalosa acumulación de
riqueza en unos pocos a costa de la exclusión y de la pobreza de las grandes
mayorías del pueblo.
"Su discurso es directo, explícito, sin metáforas
encubridoras como suele ser el discurso oficial y equilibrista del Vaticano,
que pone el acento más en la seguridad y en la equidistancia que en la verdad y
en la claridad de la propia posición.
"La posición del Papa Francisco a partir de los pobres excluidos
es clarísima: «no deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten» esta
opción ya «que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres»
(Exhortación nº 48). De forma contundente denuncia: «el sistema social y
económico es injusto en su raíz» (nº 59); «debemos decir no a una economía de
exclusión y de desigualdad social; esta economía mata… el ser humano es
considerado, en sí mismo, como un bien de consumo que se puede usar y después
tirar; los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”» (nº 53).
"Además no se puede negar que este tipo formulaciones del
Papa Francisco recuerdan el magisterio de los obispos latinoamericanos en
Medellín (1968), Puebla (1979) y Aparecida (2005) así como el pensamiento común
de la teología de la liberación. Ésta tiene como eje central la opción por los
pobres, contra su pobreza y en favor de la vida y de la justicia social.
"Hay una afinidad perceptible con el economista húngaro-norteamericano
Karl Polanyi, que fue el primero en denunciar la “Gran
Transformación” (título del libro de 1944) al hacer de la economía de
mercado una sociedad de mercado. En esta todo pasa a ser una mercancía, las
cosas más sagradas y las más vitales. Todo es objeto de lucro. Tal sociedad se
rige estrictamente por la competición, por la prevalencia del individualismo y
por la ausencia de cualquier límite. Por eso no respeta nada y crea un caldo de
violencia, intrínseca a la forma como ella se construye y funciona, duramente
criticada por el Papa Francisco (nº 53). Ella ha tenido un efecto atroz. En
palabras del Papa: «ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi
sin advertirlo nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los
otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos» (nº
54). En una palabra, vivimos tiempos de gran inhumanidad, impiedad y crueldad.
¿Podemos considerarnos todavía civilizados, si por civilización entendemos la
humanización del ser humano? En verdad, estamos regresando a formas primitivas
de barbarie."
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