Imagen tomada de rodulfos.com. El archivo de imagen se llama "mami.jpg".
El
psicoanálisis siempre tuvo que ver con la infancia, o vérselas con ella. Pero
¿cuáles son las particularidades, la lógica de un tratamiento con un niño? Los
psicólogos Marisa Punta Rodulfo y Ricardo
Rodulfo no retroceden ante esa pregunta y reconocen la especificidad del
trabajo con niños, abren nuevas sendas para la investigación y la creación
mientras construyen otra mirada sobre el niño que juega, el niño que dibuja, el
niño que sufre.
Ricardo
Rodulfo elige definir su práctica en dos vertientes, la clínica con niños y
adolescentes y la escritura “que debe mucho a la música y los juegos de los
niños”. Marisa Punta Rodulfo habla de su gusto por el diálogo con distintas
edades y dice que el trabajo con niños, además de divertirla, le aporta
frescura y le sirve en el resto de la clínica y en la vida. Son psicoanalistas,
profesores de la Universidad de Buenos Aires en las cátedras “Clínica de niños
y adolescentes” y “Psicopatología infanto juvenil”, y en el posgrado sobre la
misma materia. Los dos trabajan como peritos en causas de derechos humanos
junto con Abuelas de Plaza de Mayo, así como en casos de abusos psíquicos,
físicos y sexuales a menores.
Autor
de El niño y el significante, Dibujos fuera del papel y El Psicoanálisis de nuevo, su libro más
reciente, Ricardo Rodulfo es también director de la Fundación de Estudios
Clínicos en Psicoanálisis. Marisa Punta Rodulfo es autora de El niño del dibujo e investiga las
distintas producciones gráficas en la estructuración subjetiva y las
problemáticas psicopatológicas.
—¿Cuál es la especificidad del trabajo con
niños?
—Ricardo
Rodulfo: En una primera instancia el sufrimiento que puede tener un niño y su
familia. Sufrimientos concretos de mayor o menor gravedad. Pero más allá de eso
la tradición de nuestra cultura de occidente encara la reflexión sobre lo
humano teniendo como modelo el hombre, que en realidad es el hombre adulto,
varón. Lo que a mi me interesa es una reflexión sobre lo humano teniendo en
mente el niño que juega y no el hombre que piensa o el hombre que habla. No
porque esto sea un modelo despreciable o arrojable sino porque modifica
bastante el pensar lo humano desde el niño que juega, el niño en juego. Por lo
cual el niño que sufre sería una problemática particular dentro de ese campo
más amplio del niño que juega . Esto quiere decir para mí que la clínica va más
allá de lo que se significa con curar. No porque esto no tenga importancia,
sino porque si fuera eso lo único importante, se perdería por ejemplo lo que
podríamos llamar la creatividad potencial en un ser humano.
—¿ Jugar es espacio de poder para el niño?
—R.R.:
Yo diría que sí, sobre todo en cuanto a capacidad de resistencia y la chance de
tener un modo propio de relacionarse con las cosas. Y como un trabajo de
distanciamiento, que luego se ve en el humor, que ya fue caracterizado como una
cierta posibilidad de distanciamiento con respecto a lo que llamamos la
realidad, en su sentido más abrumador.
—R.R.:
La experiencia de jugar nos sumerge en otro tiempo. Eso ocurre incluso luego
con juegos estructurados y con reglas. Si uno se pone a jugar al ajedrez, eso
lleva tiempo, pero además, la pérdida de la medida del tiempo. Como cuando uno
se sumerge en el tiempo de una obra musical y es otra dimensión. Tomando una
reflexión de Heidegger , una cuestión importante es que el tiempo no está dado,
se hace. Justamente jugando, si uno toma los primeros juegos y todo el
despliegue de la actividad lúdica, se va haciendo tiempo, se van constituyendo
cosas tales como secuencias, que son las que van a articularlo. Por ejemplo el
chico que no puede jugar y que se aburre, la percepción es que el tiempo no se le
pasa más, pero porque en realidad no puede construirlo. En cambio el chico que
está jugando mucho, el tiempo se le pasa volando. Otro tanto podría decirse del
niño que se entrega a dibujar. En las sesiones tenemos el niño que siempre está
haciendo algo y que el final de la sesión lo encuentra con que no llega a
terminar porque está haciendo muchas cosas
—Marisa
P. Rodulfo: Eso pasa en el juego y en las secuencias gráficas. El chico de
pronto entra a un túnel que es una mesita y sale a otro lugar en que hay un
ejército de malos a los que hay que atacar con los buenos. Es importante cómo
en las sesiones uno se posiciona en ese tiempo y espacio. Es muy distinto el
tiempo de un bebé , al tiempo de una niñita o niñito de 3 años y el tiempo de
un adolescente, en cada momento de la subjetividad.
—R.R.:
Además, qué experiencia tiene un niño del tiempo, que parece que es una cosa
que le da el adulto, que lo estructura y que el niño sólo debe adecuarse a eso,
mejor o peor. Pero es una experiencia tan diversa, según los matices que tengan
como personas estos niños, que hace muy difícil captar ésto desde la óptica del
reloj. Algo que es muy poquito tiempo para el reloj y que puede haber un abismo
ahí, como en chicos que tienen ciertas dificultades para la separación. Un
chico puede estar en un ambiente y haber adultos en el otro y formalmente
sentimos que está cerca, pero para ese chico está muy lejos. Así que es una
cuestión a tratar de entender, cuál es la experiencia propia del tiempo que
tiene un chico, que no está articulada en forma armoniosa con el tiempo de los
grandes. Aunque por otro lado no hay una cosa unívoca en el tiempo de los
grandes.
—¿El juego es primario respecto del dibujo?
—MPR: La oferta del juego y lo que tenga que
ver con la pintura, la gráfica viene siempre de otro.
Si un
niño encuentra un elemento con el cual pueda rayar, va a rayar. Lo que pasa es
que es distinto rayar algo que hacer la marca, a tener la mano suelta como
tienen los niños que son estimulados en sus casas. Digo esto frente al fracaso
escolar, uno de los grandes temas del momento. La importancia que tiene que
estos elementos formen parte del universo de los niños.
—RR: Si
se observa y registra secuencias de juegos tempranos el tiempo suficiente, se
puede constatar que jugar tiene mucho que ver con dejar y producir marcas de
distinto tipo. Diversos tipos de huellas y trazados que es lo que se imbrica en
aquello que conduce al dibujo propiamente dicho y a la lecto-escritura. No
diría que uno es secundario de otro primario, sino que son distintos tiempos de
una actividad de carácter originario. Como podría decirse también del habla, a
la que se llega a través de una serie de tanteos musicales, que también son
prácticas de escritura y que implican un juego con material sonoro, hasta dar
lugar a cosas tan específicas como la narración. Y esto no debe ser considerado
una cuestión primitiva, en el sentido occidental, que culminaría en una
actividad que estaría cargada con todos los títulos de prestigio que tiene la
palabra simbólico y palabras de ese estilo.
—Hoy ya no escuchamos a los niños hablar de
la cigüeña pero sí de Papa Noel.
—MPR.:
Actualmente, es cierto, no hablan de la cigüeña. No obstante siguen teniendo
sus teorías sexuales infantiles. Como me decía una niñita hace muchos años:
“mirá, no le cuentes a nadie, pero yo tengo la precisa, se como nacen los
bebes. Comés, comés, comés y te crece la panza” Era una niñita que tenía
cantidades de libros sobre el tema. El cuento de Papa Noel creo que nos encanta
a todos, armamos el arbolito, ponemos regalos. Es una ficción.
—R.R.:
Y además habría que ser cuidadoso en cuanto a oponer una creencia, un relato,
un cuento como mentira, equiparando ficción a mentira y la verdad científica
que se le revelaría al niño. La cigüeña es un mito que hoy parece olvidado que
requeriría un cierto análisis, porque la cigüeña es un pájaro que emigra, que
va siempre a los lugares cálidos, que va y viene, lo que no es incidental en
cuanto a su elección como la que trae a los niños. Porque cuando se le dice a un
niño la verdad de cómo vienen los niños, se les dice una versión un poco
reduccionista. Porque tener un niño implica un tejido de ficción. El deseo de
la pareja que quiere tener un niño, los deseos que vienen a lo mejor con una
larga elaboración desde la infancia en ese hombre, en esa mujer. Los mitos
familiares. El relato de la anatomía y la fisiología de la reproducción, se
vuelve casi la peor ficción. Los niños con razón, reivindican el derecho a
introducir algo más de fantasmático, más imaginativo.
—MPR.:
Actualmente con las ecografías, se hacen las primeras fotos o videos del bebe
in-útero, todos hablan del bebe, hay toda una subjetividad, cuando las cosas
están bien, que se pone allí. Como un lugar mítico donde se lo espera.
—¿Cuál es la relación entre juego y
aprendizaje?
—MPR.:
Así como hay diferencias entre el jugar y el trabajar muy claras y en el
momento de la adolescencia, uno tiene que llevar aspectos del jugar al
trabajar. En el aprendizaje, uno también tiene que trasladar experiencias del
jugar. Pero el aprendizaje no es solamente jugar.
Me
interesa más poder pensar cosas a través del juego, como suplementos del
aprendizaje. Pensaba en el ajedrez donde uno tiene que concentrarse mucho,
implica toda una preparación para la matemática, un cuidado de las reglas,
cálculo acerca de la subjetividad del otro, de lo que va a hacer el
contrincante y qué puedo hacer yo.
—¿Que las escuelas sean un lugar donde
habitualmente se juega poco, puede tener que ver con la emergencia de
violencia?
—MPR:
Ahora queda abrochado todo el tema de la agresión, a este famoso síndrome
disatencional , con hiperkinesis y violencia y creo que eso oculta muchas
cosas. Para hablar de la Argentina, ya García Reinoso vaticinaba una violencia
creciente como resultado de años de genocidio sistemático. En este momento, con
el 60% de la población debajo de la línea de pobreza es muy difícil pensar que
a esa violencia no se responda con una agresión reactiva. En general los
docentes están muy poco protegidos para poder soportar situaciones de
violencia, porque no tienen espacios para trabajar estos temas realmente.
Además porque los docentes ganan muy poco, la jerarquía del docente no es la
misma que tenía hace muchos años en la Argentina. A un chiquito de 7 años que
había sido mi paciente le desapareció un juego de cartas en la escuela. La
docente preguntó a los chicos si se les ocurría que se podía hacer. El propuso
poner una cajita y que el o los que se habían llevado las cartas las dejaran
allí. El no quería penalizar, sabía quienes eran, pero no quería ser botón,
quería recuperar sus cartas. Es importante que existan estos espacios de
convivencia entre los chicos, que ellos puedan preguntarse o preguntarle a
alguien porqué pegó, o porqué está molesto un día.
Otro
tema es: qué nos dicen los niños acerca de la violencia. En realidad son ellos
los interesados en primer lugar, entonces porqué no les preguntamos a ellos.
Ahora, acerca de bajar la edad de la punibilidad, me llama la atención que no
se haya abierto el debate en Centros de estudiantes, en escuelas.
—¿Y acerca de la crueldad en los niños?
—MPR:
Yo creo que un gran avance fue cuando se descubrió la sexualidad infantil, para
desmistificar a la infancia. Y junto a ella, está muy presente toda la
dimensión de crueldad que todo ser humano tiene. Yo tuve que analizar mucho una
situación del consultorio. Un niño de corta edad, pero con un físico abultado y
mucha fuerza y poco control. Que se descontroló mucho en una sesión. Yo sentí
que realmente podía romper todo en el consultorio. Ese día jugué al muerto, a
hacerme de piedra y dio resultado, pero me quedé con mucho malestar y pude
descubrirlo después de analizarlo bastante. Era porque tenía mucho miedo de que
yo me pudiera poner violenta. Y creo que un adulto en la escuela puede tener
mucho miedo a su propia violencia. Uno sabe que no puede responder con
violencia, pero despierta la propia violencia de uno y creo que esto es algo
para trabajar mucho.
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