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sábado, 30 de enero de 2016

contra las redes

Hace rato que venimos militando contra las redes, e incluso uno de los mensajes de bienvenida de este blog lleva a una entrada de Daniel Link donde plantea el tema. Pero este artículo, publicado por Hossein Derakhshan el 29 de diciembre pasado en The Guardian, nos parece de lo más claro al respecto. Por eso lo tradujimos. (Las fotos vinculadas pertenecen a Arash Ashoorinia y fueron hechas para The Guardian).

por Hossein Derakhshan* | Traducción P.M.

El perdón me llegó de repente, a fines de 2014, y fui liberado de la prisión Evin, al norte de Teherán. En noviembre de 2008 me habían sentenciado a unos 20 años de cárcel, sobre todo por mis actividades en la web; pensé que me pasaría la mayor parte de mi vida en esos calabozos. De modo que la liberación fue algo inesperado. Compartía una taza de té cuando una voz en el piso, la de otro preso, llenó las celdas y los corredores: “Queridos colegas prisioneros, el pájaro de la fortuna se posó de nuevo en los hombros de uno de nuestros camaradas. Señor Hossein Derakhshan, a partir de este momento eres libre.”

Afuera todo se sentía nuevo: la fresca brisa de otoño, el ruido del tráfico de un puente cercano, el olor, los colores de la ciudad en la que había vivido la mayor parte de mi vida. A mi alrededor descubrí una Teherán muy diferente a la que estaba acostumbrado. Una retahíla de nuevos y ostentosamente lujosos condominios habían reemplazado la encantadoras casitas que me eran familiares. Nuevas calles, nuevas autopistas, hordas de invasivas camionetas 4x4. Enormes letreros de publicidad de relojes suizos y televisores coreanos. Mujeres envueltas en coloridos echarpes y fulares, hombres con el pelo y la barba teñidos, y cientos de cafés renovados con mozas y música occidental. Era el tipo de cambios que se habían extendido entre la gente con sigilo, esos que uno descubre una vez que la vida cotidiana ya nos ha arrastrado.

Dos semanas después comencé a escribir de nuevo. Unos amigos estuvieron de acuerdo en que comenzara un blog como parte de su revista de arte. Lo llamé Ketabkhan, que significa lector de libros en persa.

Seis años fue un largo tiempo para estar en prisión, pero es toda una era online. La escritura en internet no había cambiado, pero la lectura –o, al menos, hacer una lectura– se había alterado dramáticamente. Me habían dicho cuán esencial se habían vuelto las redes sociales, de modo que puse un vínculo a una de mis historias en Facebook. Pero pasó que en Facebook no interesó demasiado. Terminó pareciendo un aviso clasificado: sin descripción, ssin imagen, nada. Obtuve tres “Me gusta”. ¡Tres! Eso fue todo.

Ahí se me hizo claro que las cosas habían cambiado. No estaba equipado para jugar en este nuevo juego. Todos mis esfuerzos e inversiones se habían esfumado. Estaba devastado.

Los blogs eran de oro y los blogueros eran estrellas de rock en 2008, cuando fui arrestado. En ese punto, y a pesar del hecho de que el gobierno bloqueaba el acceso a mi blog dentro de Irán, tenía una llegada a unas 20 mil personas cada día, quienes solían leer cuidadosamente mis posteos y dejaban un montón de comentarios relevantes, incluso aquellos que detestaban mi empuje. Podía empoderar o embarrar a quien quisiera. Me sentía un monarca.

Entonces, el iPhone tenía poco más de un año, pero los teléfonos inteligentes aún se usaban para hacer llamadas y enviar mensajes cortos, manejar un par de correos electrónicos y navegar la web. No habían aún aplicaciones, nada que ver con las que conocemos ahora. No había Instagram, ni SnapChat, ni WhatsApp. En su lugar estaba la web y en la web había blogs: los mejores lugares para hallar pensamientos alternativos, noticias y análisis. Esa era mi vida.

Todo había comenzado con el 9/11 (el ataque a las Torres Gemelas, en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001). Yo estaba en Toronto y mi padre había llegado de Teherán para visitarme. Desayunábamos cuando el segundo avión se estrelló contra el World Trade Center. Estaba desmoronado y confundido y, en busca de interpretaciones y explicaciones me metí en los blogs. Después de leer unos pocos pensé que debía arrancar con uno y animar a los iraníes para que comenzaran a bloguear también. Así empecé a experimentar con el Notepad de Windows. Pronto estaba escribiendo en hoder.com, usando la plataforma de Blogger antes de que Google la comprara.

El 5 de noviembre de 2001 publiqué una guía paso por paso sobre cómo iniciar un blog. Eso encendió algo que más tarde fue llamado revolución bloguera: de repente cientos y miles de iraníes pusieron al país en la cima de las naciones con mayor número de blogs. Solía tener una lista de todos los blogs en persa y, por un momento, yo fui la primera persona que contactaba cualquier nuevo bloguero iraní, de modo que yo pudiera ponerlo en la lista. Por eso me llamaron “the blogfather” (“el padre de los blogs”, que en inglés suena a “el padrino” –the godfather–) cuando yo estaba en mitad de mis 20 años. Fue un seudónimo zonzo, pero al menos daba una pista de cuánto me importaba.

La blogósfera iraní fue una multitud diversa: desde autores y periodistas exiliados, diarios femeninos y expertos en tecnología a periodistas locales, políticos, religiosos y veteranos de guerra. Pero nunca se podía tener mucha diversidad. Animé a los conservadores dentro de Irán a que se unieran y compartieran sus pensamientos. Había dejado el país a fines de 2000 para vivir en occidente, y temía que iba a perderme las tendencias que rápidamente emergían en casa. Pero leer los blogs iraníes en Toronto fue la experiencia más cercana que pude haber tenido a sentarme en un taxi compartido en Teherán y escuchar las conversaciones cruzadas y al azar entre el conductor y los pasajeros.


domingo, 24 de enero de 2016

obscenidad

Si bien no es lo más intenso de la conversación con Alejandro Horowicz (para la nota de Más de este domingo), me parece un desperdicio guardármelo.
Dice Horowicz:
«La idea de que haya un precio único para cada bien no tiene nada que ver con el capitalismo. Si usted compra por mayor nunca paga el precio minorista. Bien, desde la lógica de un banco y del sistema capitalista globalizado, el dinero no es otra cosa que una mercancía, de modo que distintas maneras de acceso al dinero suponen distintos precios. No tiene nada de extraordinario. Lo otro es un engañapichanga que consiste en tomar el precio más caro posible y transformarlo en el uno, que es el famoso mecanismo del dólar blue y creer que porque hay un precio único salimos todos gananciosos. Acá viene la otra parte de la cuestión discursiva que tiene que ver con que la experiencia política ha sido reducida a un nivel francamente elemental y que la política ha sido confiscada por el propio poder: la clase dominante es la única que hace política y el resto mira por televisión, y cree que la política es si el intendente pone las baldosas en la vereda o no, si las calles están un poco poceadas y si el agua corriente funciona. Yo entiendo que esos elementos forman parte de la vida y no se pueden negar ni se puede hacer de esto una ironía ridícula, pero reducir la política a esto es un acto suicida.»
—Y obsceno, porque es el espectáculo del poder mostrándose a sí  mismo.
—Si usted mira la escena de Macri en el balcón ve esa obscenidad en acto. No me refiero a qué sucedió antes en ese balcón, no, me refiero a la pobreza fenomenal que Macri tiene para exhibir en un balcón. Porque de Perón uno puede pensar lo que quiera, pero nadie va a pensar que Perón necesitaba que un jefe de relaciones públicas le escribiera lo que iba a decir o que iba a balbucear un argumento inconexo. Pero en el caso de este modo livianito de tomarse la cosa como si estuvieran en el palco de un salón VIP de un boliche es la reducción de la experiencia personal de Macri a la política: no tiene otro elemento más interesante para mostrar que esa lógica aprendida de la diversión bolichera. Él no es otra cosa, no es más que un gerente que se sacó el saco después de ganar el puesto de CEO.

lenguaje político y precariedad

Fue Hernán Lascano quien me propuso el tema e hizo la edición (recomendación de agregar un comentario de María Esperanza Casullo, por ejemplo, o pulir ciertas cosas). El resultado fue la nota central del suplemento Más de este domingo y que quedó mucho mejor que el original que yo había intentado remedar con subtítulos y latiguillos.
Sin embargo, quedaron cosas afuera.
Creo que un fragmento de la conversación con Pablo Hupert, por ejemplo (que generó a la vez un generoso intercambio de su parte), merece ser compartida, así que la reproduzco acá con los enlaces que me pareció adecuado incluir.

Q: Si querés, podemos arrancar por la pregunta sobre el lenguaje “como objeto de la política”, según Roberto Espósito.
PH: sí, bueno, vamos por ahí. No es plenamente voluntario, no es plenamente deliberado. En parte uno (digo uno, los gobiernos, los actores políticos que sean) usan los lenguajes que tienen a disposición. En parte inventan pero no es tanto lo que pueden inventar: tienen que decir cosas que sean entendibles o de alguna manera, que generen sentido (aunque no se las entienda). Y, además, la invención de ningún lenguaje es algo voluntario o algo que pueda hacer una sola persona en poco tiempo: es algo colectivo, operativo  que se hace a lo largo de mucho tiempo. Incluso el lenguaje del neoliberalismo: en El nacimiento de la biopolítica, Fucault muestra todas las décadas que llevó, todo el trabajo intelectual que llevó armar un liberalismo nuevo. Por decir uno conocido, (la obra de) Milton Friedman ya tiene más de 50. A lo que voy es que, para mí, es fundamental que entendamos que el lenguaje como objeto de la política no es pura maniobra, pura pose, puro engaño, mentira maquiavélica deliberada. Y digo esto porque es en este sentido que se decía "relato". Digámoslo así: los kirchneristas decían que Clarín tenía su relato y viceversa. Y esos relatos parecían algo totalmente acomodable según el gusto. Pero si hay algo que se vio en la última campaña, es que el kirchnerismo no pudo acomodar del todo el idioma, el lenguaje de la campaña electoral a lo que quería oír el votante. Creo que para eso fueron más exitosos Massa y, por supuesto, Macri. Y cuando uno dice "Massa" y "Macri" no se refiere a ellos como personas, sino a los equipos de campaña, a los medios también. Bueno, esas conversaciones, para retomar la idea de antes de que nadie lo hace individualmente y deliberadamente: se va construyendo en conversaciones, en idas y vueltas; y algunos sentidos van sedimentando, a través del machaque de los medios o a través del sentido que hacen en la vida cotidiana. Porque hay circunstancias concretas que le dan sentido a ciertos machaques y no a otros.

miércoles, 20 de enero de 2016

sympathy for the devil

El novelista Don Winslow escribió dos novelas intensas sobre la guerra contra las drogas: The power of the dog (2005)  y The Cartel, que fue uno de los libros más reseñados durante 2015, adquirido por Fox para una película que será dirigida por Ridley Scott. Winslow se pasó casi 20 años investigando los cárteles mexicanos, y la mayor parte de la violencia que aparece en sus páginas está basada en hechos reales. Dedicó su libro a los más de 100 periodistas muertos por la violencia de los cárteles; nombró a cada uno de los cronistas asesinados en la introducción. Winslow escribió este artículo para Deadline Hollywood horrorizado por el encuentro entre Sean Penn y El Chapo Guzmán y la posterior entrevista en el programa 60 minutos, que conduce Charlie Rose y en la que el actor –un activista en varias causas que la gran mayoría de los norteamericanos no ven con simpatía– se mostró arrepentido por los resultados del reportaje con el traficante que publicó la revista Rolling Stone.

“Mi artículo falló”, le dijo Penn a Charlie Rose.
Bueno, sí –comienza su texto Don Winslow–. Como alguien que ha investigado y escrito sobre los cárteles mexicanos y la inútil "guerra contra las drogas” que se extiende ya veinte años, sé lo difícil que es el tema. Endiablado, te lleva el alma, es desgarrador; desafía el intelecto, tus creencias, tu fe en la humanidad y en Dios. Ningún periodista o escritor que lo haya abordado sale de allí como entró; y muchos ni siquiera sobrevivieron, sino que fueron torturados, mutilados y asesinados por orden de tipos como Joaquín Guzmán. (Me resisto el apodo Chapo [lindo, en jerga mexicana]: no es uno de los Siete Enanitos, Chapo, como Mudito, o Mocoso o Tímido, se trata de un asesino de masas.)

lunes, 18 de enero de 2016

la música de "the leftovers"

Mi amigo Gustavo Ng tradujo una de las entradas de Adam Kotsko sobre una de las series que más nos gustan. Dice:
"Para mí una de las cosas más impactantes de The Leftovers es la música. La firma gestual de la banda sonora es el despliegue de una versión "culta" de una canción pop –por ejemplo, el arreglo para piano de “Where is My Mind” o el cover lento y melodramático que hace Lo-Fang de “You’re the One That I Want” de Grease. Este último sólo se produce una vez, en un momento en que el espectador empieza a preguntarse si el amor entre dos personajes principales es meramente circunstancial (básicamente una versión más dramática y plena de la aventura de verano de un adolescente).
El primero es un estribillo más constante, que a veces suena como el comienzo de la propia "música de piano dramática" de la serie y, a veces las transiciones en grabación original de Pixies. Aquí creo que se supone que debemos escuchar una referencia El Club de la Pelea, dado que el personaje de Justin Theroux está viviendo una doble vida (aunque casi nunca vemos inmediatamente la versión disociada, y mucho menos las dos versiones interactuando como sucedía entre Ed Norton y Brad Pitt ). Dado que tantos de los problemas de los personajes se centran en una tensa relación con el Remanente Culpable, también podríamos ver ese culto como una evocación de la más militante Club de la Pelea de la segunda mitad de la película. Al igual que con la evocación de Grease, sin embargo, en ambos casos, los riesgos son mucho mayores, ya que se trata de un evento apocalíptico antes que de un hastío sin nombre.
Más que cualquier referencia intertextual específica, sin embargo, creo que este gesto clasificatorio de la música pop o películas de culto refleja lo que el espectáculo en su conjunto está haciendo. Después de todo, ¿qué idea podría ser más grasa o de clase baja desde la perspectiva del drama culto por cable que el tropo cristiano fundamentalista del Rapto? ¿Qué podría estar más lejos de las aspiraciones culturales de la audiencia de HBO que las novelas y películas de The Left Behind?"

lunes, 11 de enero de 2016

pornografía y civilización

El deseo de consumir pornografía con más privacidad y menos esfuerzo fue una fuerza impulsora detrás de la tecnología de las comunicaciones.


En “I Remeber Babylon” (“Recuerdo Babilonia”), un cuento corto publicado en la revista Playboy en 1960, Arthur C. Clarke –ya una leyenda de la ciencia ficción– imaginó un escenario, cinco años antes del lanzamiento de los satélites de telecomunicaciones y adelantándose décadas a los videos para adultos “on-demand”, en el que fuerzas chino-soviéticas acordaban una gran conspiración para lavar el cerebro de los estadounidenses mediante la transmisión permanente de propaganda y pornografía en el living de sus hogares.
“Por primera vez en la historia, cualquier forma de censura se volvió por completo imposible”, explicaba un propagandista que se había vuelto un agente comunista. “El cliente puede conseguir lo que quiera desde su propia casa. Sólo tiene que trabar la puerta y encender el televisor. Sus amigos y su familia nunca se enterarán”.
Las predicciones de Calrke sobre el consumo de pornografía fueron espantosamente certeras, salvo que en lugar una invasión comunista de las ondas aéreas, la industria de la pornografía –para bien o mal– transformó de modo fundamental la tecnología de las comunicaciones, dándole empuje a un mundo conectado en el que la censura de regímenes antidemocráticos como China* se encuentran con dificultades cada vez mayores para controlar la opinión de las personas.

bowie is dead

David Bowie ha muerto. "I'm stuck with a valuable friend. I'm happy, hope you're happy too..."
Con él mueren tantas cosas que iba a hacer.

descargas de enero

Si las series fantásticas que vimos hasta ahora ponían en escena la biopolítica (la tragedia de los desplazados, refugiados y caídos del sistema representados por zombies o vampiros) o el poder a veces fallido del gran imperio (desde súper héroes oscuros como Daredevil o Jessica Jones a los más tradicionales como Heroes Reborn, Arrow o The Flash); algunas de las tiras televisivas que podrán verse en enero de este nuevo año exploran otro costado de lo fantástico y la ciencia ficción: la disolución del imperio (el poderío y la hegemonía militar y económica de Estados Unidos: “imperio” no es un concepto preciso, sino una suerte de metáfora para esa descripción) y el tráfico a veces “naif”, ingenuo y a la vez melancólico de la imaginería popular norteamericana con lo sobrenatural.
Veamos.
El 7 de enero CBS estrenó la comedia de media hora Angel from Hell (Ángel del infierno, con Jane Lynch en el papel de Amy, quien se presenta como un ángel de la guarda que tiene problemas con el alcohol; y Maggie Lawson como Allison Fuller, una dermatóloga perfeccionista).
Lynch es una mujer de mediana edad lasciva y típicamente despreocupada, pero es a la vez el ángel guardián de Allison, quien ejerce como dermatóloga con su padre (Kevin Pollak), mientras que su hermano, Brad (Kyle Bornheimer), inexplicablemente vive en su garaje. Al principio no está claro si Amy es un ángel real o sólo una acosadora.
Pese a la clara clave de comedia, el drama que subyace en esta suerte de remake de amas de casa con un fantasma amigable y trastornado, es el de una mujer eficiente que ha confundido bondad con corrección. Cuando Lynch se presenta como ángel guardián a Allison, ella le dice que pudo obtener toda la información que acaba de darle de Facebook. Que un ser sobrenatural deba sobreponerse a las estupideces de una red social y establezca esas diferencia ya es algo digno de celebrar.


El 14 de enero USA Network estrenará Colony, que devuelve a la pantalla a Josh Holloway (el Sawyer de Lost, de la mano de uno de los creadores de aquella legendaria serie, Carlton Cuse), aunque en realidad ya difundió el episodio piloto en la red el 21 de diciembre pasado –puede verse si se lo descarga de algún sitio de archivos torrent–. Con sus tres episodios iniciales dirigidos por el argentino Juan José Campanaella (sí, el hombre que se ufanó de sentarse junto a la jueza Arroyo Salgado durante el debate presidencial Scioli-Macri), Colony trascurre en un futuro cercano en una ciudad de Los Ángeles dividida por un muro gigantesco e invadida por seres que no conocemos hasta entrada la temporada. Lo que conocemos son los efectos de esa invasión: los ciudadanos solo pueden movilizarse en bicicleta y están vigilados de modo permanente y hasta violento por drones que sobrevuelan la ciudad. Cuse dijo que se inspiró en las imágenes de la París invadida por los nazis, de las que pueden verse fotos en las que unas sonrientes señoritas toman café en las mesas de la vereda de un bar acompañadas por uniformados con las insignias de las SS.
Campanella, a su vez, recordó los años de la dictadura cívico-militar argentina, en la que la gente hacía su vida cotidiana mientras los militares secuestraban y asesinaban personas.
La trama entre colaboracionistas y rebeldes (que invocan la figura de un tal Gerónimo) es el meollo del asunto. A Holloway lo acompaña otra ex gran-serie, Sarah Wayne Callies, la finada esposa de Rick Grimes en The Walking Dead.
En Argentina el canal TNT emitirá Colony, aunque aún no está claro si en simultáneo o en diferido.