Diego Bentivegna traduce la introducción que Giorgio Agamben hizo a una reedición de Gender, un libro de Ivan Illich de 1982. En el enlace está el texto completo, impostergable. El fragmento que copio y pego acá tal vez sirva como pista.
Imagen tomada de IBS Italia.
Es a esta
pérdida de la capacidad de juzgar en la modernidad a la que Hannah Arendt ha
dedicado su reflexión en el libro sobre la banalidad del mal. La facultad de
pensar y la facultad de juzgar son, para Arendt, distintas y, a la vez, están
inextricablemente conectadas. El pensamiento no es una facultad cognitiva, sino
aquello que vuelve posible el juicio sobre el bien y sobre el mal, sobre lo
justo y lo injusto. Lo que le faltaba a Eichmann no era ni el raciocinio ni el
sentido moral, sino la facultad de pensar y, por consiguiente, la capacidad de
juzgar las acciones propias.
Illich
representa la reaparición intempestiva en la modernidad de un ejercicio radical
de la krisis, de una llamada a juicio sin atenuantes de la cultura
occidental: krisis y juicio tanto más radicales, porque
provienen de uno de sus componentes esenciales: la tradición cristiana. Como
Benjamin, Illich se sirve, en efecto, de la escatología mesiánica para
neutralizar la concepción progresista del tiempo histórico. Y lo hace según dos
modalidades estrechamente entrelazadas: por un lado la experiencia del kairós,
del instante decisivo, que quiebra la línea continua y homogénea de la
cronología; por el otro la capacidad de pensar el tiempo en relación con su
cumplimiento. El instante intemporal de la decisión y la novissima dies en
la que el tiempo se consuma son, en los términos de Arendt, las dos puertas que
el pensamiento entreabre a la facultad del juicio. Pero en el instante del
juicio, el eschaton y el «ahora» coinciden sin residuos.
Es justamente esta situación original con respecto al tiempo y a la
historia lo que define la pertinencia y la fuerza de la «crisis» illichiana de
la modernidad. Cada una de sus investigaciones adquiere su verdadero sentido
sólo si se la sitúa en la perspectiva unitaria de aquello que podemos
considerar, junto a las de Hannah Arendt y de Günther Anders, como una de las
críticas más amplias y coherentes de los poderes devastadores del progresismo,
del «Absurdistán o infierno en la tierra» que éste, con todas sus buenas
intenciones, ha realizado.
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