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miércoles, 30 de agosto de 2017

actualidad


"El noticiero son los padres"
Urquiza y Rodríguez, Rosario.

lunes, 28 de agosto de 2017

bienvenidos al tren

Una nota al pie suele ser una aclaración, suele completar una cita, referenciar un autor, reforzar una idea; puede ser una bifurcación: el autor, el narrador, acota algo, se desvía, se fuga del argumento del texto principal. Una nota al pie es también un cruce y, a la vez, un relato paralelo. Ese es el sentido de “Notas al pie”, la novela gráfica de la cordobesa Nacha Vollenweider (nació en Río Cuarto en 1983 y se licenció en Pintura en la Universidad de Córdoba y reside en Hamburgo, Alemania).
Ignacia “Nacha” Vollenweider, descendiente de suizos que llegaron a Colonia Esperanza, en Santa Fe, recorre de algún modo su historia en esta maravillosa historieta de unas 300 páginas, en blanco y negro, con unos dibujos hermosos en los que ensaya distintos “motivos”: dibuja un paisaje próximos, dibuja fotografías, dibuja portadas de libros y documentos. Mejor aún, acerca con su propia historia la distancia que hay entre su biografía y la Historia. Hablamos de la historia reciente de Argentina, de su pasado de fines del siglo XIX –inmigrantes, conformación del estado nacional, desplazamiento de pueblos indígenas–, de la historia próxima europea (el relato se desarrolla en Argentina y Alemania) con sus movimientos de migrantes y refugiados.


El nombre de la autora –lo cuenta en las primeras páginas del libro– proviene de su tío Ignacio, secuestrado y desaparecido en 1977, el mismo año que dejó de pasar el tren en Río Cuarto. A la narradora, según declara, lo que más le gusta de Alemania son los trenes.

viernes, 18 de agosto de 2017

metáforas chinas

Una lectura de El mármol, la novela de César Aira sobre supermercadistas chinos.

Para Dang Dai

Pasaron ya seis años de la publicación de El mármol, la novela de César Aira protagonizada por supermercadistas chinos del Bajo Flores porteño. La releo y me pregunto si realmente es la novela argentina sobre supermercadistas chinos. No importa que esos orientales, en el dibujo final de la trama de la novela, terminen siendo extraterrestres, es la mejor descripción de supermercados chinos que conozco. A ver, no me refiero al detallado inventario de cómo acumulan mercadería ni por qué contratan haitianos o paraguayos para que atiendan sus verdulerías –en Rosario, donde vivo, sólo concurro a supermercados chinos–, sino al trato con ese mundo que convoca desde las conversaciones de vecinas que antes tenían como recurso la charla de almacén (ahora devenida en trato con orientales provenientes del otro lado del planeta), hasta el intercambio con el comerciante que más sabe de mis hábitos y necesidades pero a duras penas le entiendo lo que dice.
Le pedí a Nora Avaro, mi amiga profesora de Literatura Argentina en Letras que nos juntáramos para que me explique si Aira se refiere o no a los chinos en su novela. Pero Nora me despachó por WhatsApp con un “Hola Pablo. ¿El mármol es la del súper chino? La tengo olvidadísima”. Así que tuve que recurrir a la relectura y el repaso de las teorías sobre Aira, ninguna de mi total conformidad. Por ejemplo, en Las vueltas de César Aira, Sandra Contreras –también rosarina– dice que la literatura de Aira está regida por el imperativo de la invención, y que la velocidad de la invención transfigura continuamente la naturaleza del objeto, y hace que la calidad del mismo pierda importancia. “No se trata de pensar la literatura como experiencia de conocimiento sino como pura acción”, escribe. Pero Sandra, urgida por categorías que la academia regurgita un par de veces al año, suele contarme cosas con las que me siento convocado a un diálogo que sucede entre desconocidos, sobre cosas que ignoro.
Prefiero la idea de un César Aira cuyos libros son “un informe de experiencia” (el concepto es de Daniel Link), que indaga en cada esquina de lo que llamaremos experiencia: eso que el arte narrativo atrapa justo cuando se escapa; una ciudad, el realismo de la anécdota que de repente deriva en disparate: “Esto no puede estar pasándome a mí”, escribe en El mármol, y de inmediato reflexiona: “Esa frase es el compendio del realismo”.

Trama

La anécdota de El mármol es si se quiere un disparate: nuestro protagonista –y hay que decir que Aira juega muy bien ese juego en el que algo del yo del autor se inmiscuye en la peripecia del narrador, lo dice Laura Estrin en su ensayo “César Aira, el realismo y sus extremos”: “Lo suyo es un realismo de la anotación y la velocidad: a mayor velocidad, mayor fidelidad. Su literatura tiende directamente a lo real. No tiene narrador, sólo autor (…), está ahí, en cada una de sus novelas”– se encuentra con los pantalones bajo en un espacio público. No sabe por qué lo hizo pero lo asalta el recuerdo de algo de mármol: un banco, una estatua. Es el término “mármol” –no el objeto– el que lo lleva a reconstruir lo que le pasó. Aclaremos: si es la palabra “mármol” el disparador del relato, la narración es la busca de una suerte de poética; en otros términos: su procedimiento es tanto el de la poesía como el de la narrativa (los mayores intereses de Aira en el terreno del ensayo fueron de algún modo poetas argentinos de cierta vanguardia: Copi, Alejandra Pizarnik, Osvaldo Lamborghini, Emeterio Cerro). Así que nuestro protagonista comienza por contarnos que fue a un supermercado chino en el que el cajero debe completar un vuelto y, con una minuciosidad fervorosa, le entrega una serie de objetos de escaso valor acumulados en una “percha” a un costado de la caja. El intercambio se produce en un cruce de líneas de diálogo que nuestro héroe no entiende en lo más mínimo pero deduce de gestos y señales. Así, para completar la suma de su vuelto escoge de esa percha, como al azar, esa “mercadería de Liliput”: unas pilas AAA chinas, un ojo de goma que al apretarlo emitía una lucesita roja (“en mi infancia –dice– eso habría parecido de ciencia ficción”), una “tabla de proteínas”, una hebilla dorada, una “cucharita lupa”, un anillo de plástico dorado, una cámara fotográfica del tamaño de un dado y, aún así, quedaba todavía un resto –el relato de la entrega de ese vuelto ocupa el capítulo primero– y el cajero chino ofrece, para completar, lo que llama “glóbulos de mármol”. Allí nos enteramos, al borde de la carcajada, que se descubrieron en “zonas socialmente deprimidas” –luego sabremos que están en el Bajo Flores, en Buenos Aires– canteras de “pre-mármol”, una sustancia blanca atómicamente anterior al mármol que se descomponía en pelotitas divisibles, ultra baratas que, a fin de cuentas, servían para completar un vuelto de supermercado. Nuestro narrador descubre que acaso era esa la asociación con el mármol. Pero allí no termina la cosa.

martes, 15 de agosto de 2017

¿y ahora quién podrá ayudarnos?

El modesto crecimiento de la izquierda en las Paso.

Las primarias del domingo pasado, según los resultadosprovisorios el 97% de las mesas escrutadas hasta ahora, ubican a la Izquierda en el quinto lugar con casi un millón y medio de votos: un 6,3% del electorado contra el 8,6%, por ejemplo, que obtuvo el massismo o el frente Libres del Sur que encabeza el audiovisualista Fernando Pino Solanas.
Consultamos a Pablo Stefanoni, un reconocido estudioso de la izquierda en elecciones. Stefanoni estudió Economía en la UBA, vive entre Buenos Aires y La Paz, Bolivia, donde comenzó su carrera periodística y a la vez desarrolla una intensa actividad académica (fue corresponsal de Página 12 y Clarín en La Paz, director de la edición boliviana de Le Monde Diplomatique. Publicó varios artículos y algunos libros sobre Bolivia, el último es “Los inconformistas del Centenario. Intelectuales, socialismo y nación en unaBolivia en crisis (1925-1939)”, que es su tesis de doctorado en Historia cursado en la Universidad de Buenos Aires. Es jefe de Redacción de la revista Nueva Sociedad. 
—La izquierda (el trotskismo reunido en distintos frentes) creció en estas elecciones, ¿cómo analizás ese crecimiento en relación al de los 90, fines de los 80 o principios de los 2000?
Imagen tomada de Anfibia.

el antimacrismo es anterior a macri

Con los resultados de las primarias del domingo último en mano, Martín Rodríguez –quien se define un “sociólogo ilegal”– señaló en un artículo publicado en la revista digital Panamá que la oposición al macrismo se parece mucho a lo que fue la oposición al kirchnerismo hace cinco años.
Más allá de los números, el electorado refrendó al gobierno nacional. Valen todas las consideraciones: desde la nacionalización de la campaña –como si los comicios, como decía un tuitero, no fueran siempre presidenciales– hasta el fuerte respaldo que recibió Cristina Fernández de Kirchner en Buenos Aires luego de dos años intensos de demonización de su figura. Pero el oficialismo se impuso en la mayoría de las provincias, vapuleó a los gobernadores y, con un desaparecido en plena campaña y un candidato que hubo que esconder en el último tramo de la carrera electoral en Buenos Aires, empardó con el kirchnerismo.
Ahora falta que estos resultados se confirmen en las elecciones generales de octubre.
“El pueblo argentino –analiza Martín Rodríguez– les votó hegemonía, su 1985-1993-2005, y por ende les otorgó la capacidad potencial de realizar verdaderas transformaciones y a la vez intentando poner voluntad en su debilidad política aparente, en esa suerte de ‘gobierno sin relato’ al que el anti macrismo con la potencia simbólica del progresismo relata más. A efectos de su micro-segmentación, el macrismo parece narrado centralmente más por sus otros. Pero ya no será la minoría o el ‘accidente’ histórico (del que hablaba Carlos Pagni) el subterfugio para su inacción. Se asistirá probablemente a una concentración del poder inédita en la historia argentina: nunca antes el poder de los votos, del Estado y de la Clase habían estado reunidas en torno al mismo grupo de personas. Único partido nacional, la transición del PRO al PAN. La chilenización social y política de la Argentina. ¿Qué hará el gobierno con tamaño poder? ¿Mantener el ‘gradualismo’ hasta lo que se pueda, por aquello de ‘equipo que gana no se toca’? ¿O empezar su verdadero gobierno, el de Mauricio Macri, el de las ‘reformas estructurales’? ¿Ha terminado ya la transición desde el populismo?”

game of tarantino

Además de obsesionarse por detalles dentro del mundo de Game of Thrones: halló la montaña –dentro de la diégesis, claro– donde los Niños del Bosque crearon a los Caminantes Blancos, RKRagan explora en Reddit similitudes de la serie con películas. Por ejemplo, encontró que el final del último episodio de la séptima temporada (el 5) de algún modo cita el principio de Reservoir Dogs, de Tarantino.




Y acá, en el minuto 7:11 de este video, la escena citada:

martes, 8 de agosto de 2017

guerra por el planeta de los monos

En la fundación de Roma –siete siglos antes de Cristo, según la leyenda–, Rómulo traza los límites de la ciudad y ordena que nadie los traspase. Pero su hermano Remo lo desafía, cruza los límites, hay una pelea y Rómulo termina matando a su mellizo. Roma se erigirá sobre la tumba donde yace Remo. La ciudad, cuna de la civilización, nace en ese crimen originario. Para decirlo con un concepto más moderno: no hay acto de civilización que no lo sea también de barbarie.
La historia de Los Monos, que Germán de los Santos y Hernán Lascano siguen a través de varios hilos en su libro Los Monos. Historia de la familia narco que transformó a Rosario en un infierno narra lo que podríamos llamar la refundación de Rosario a comienzos de los 2000, cuando comienzan a expandirse las cocinas de cocaína en manos de grupos criminales familiares, con la complicidad de policías –la mitad de los 25 procesados por la causa son agentes policiales de rangos medios y altos– y empresarios que inyectaron el dinero sucio, ensangrentado de la droga a través de inversiones que van desde autos de alta gama hasta la compra de propiedades.
“Los monos”, la historia del clan Cantero que narran De los Santos y Lascano es también el dibujo de un mapa de la ciudad, de sus límites y su tolerancia: la violencia que generó el narcotráfico a través de bandas criminales comenzó a ser un dolor de cabeza para las autoridades políticas una vez que los muertos comenzaron a salpicar las veredas del centro: el Fantasma Paz en Corrientes y 27 de Febrero; el Quemadito Rodríguez en Pellegrini y Presidente Roca. Sin embargo, para cuando esos muertos asaltaron la vista de los ciudadanos respetables de la zona céntrica –donde la tasa de homicidios es equivalente al de algunas ciudades europeas– en la zona sur, en los barrios La Tablada y Las Flores, donde se concentraba la actividad de Los Monos, ya había muerto un tendal de de jóvenes que, a falta de perspectivas, habían abrazado la causa y la economía narco; además de los inocentes que quedaban en medio de los disparos. Entre los caídos de esas zonas donde las crisis sociales y económicas encuentran sus primeras víctimas, el libro también cuenta a las familias desplazadas porque los narcos se apropiaban de sus casas para usarlos como búnkeres de venta de drogas.
“Cuando los flujos económicos allí generados se insertan en la economía –leemos en la página 259–, las marcas de sangre dejan de verse”.
Fotografía de Marcelo Manera publicada en La Nación.

martes, 1 de agosto de 2017

lecciones maquiavélicas


"Me gustaría enseñarles el camino al infierno para que puedan alejarse de él".

El infame filósofo italiano Nicolás Maquiavelo escribió esas palabras en 1526, cerca del final de su vida. Advirtió a los ciudadanos de la República de Florencia del siglo XVI que no debían ser engañados por los líderes astutos.

El libro más famoso de Maquiavelo, “El Príncipe”, es visto por lo general como un manual de instrucciones para tiranos, y es de algún modo así. Pero hay más Maquiavelo que eso. Es cierto que enseñó a los gobernantes cómo gobernar despiadadamente, sí, pero al mismo tiempo mostró a los gobernados cómo los estaban conduciendo.

En otras palabras, entregó un manual para los dos lados.
Mauricio Macri y Donald Trump (fuente: el gran diario argie).