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martes, 15 de agosto de 2017

el antimacrismo es anterior a macri

Con los resultados de las primarias del domingo último en mano, Martín Rodríguez –quien se define un “sociólogo ilegal”– señaló en un artículo publicado en la revista digital Panamá que la oposición al macrismo se parece mucho a lo que fue la oposición al kirchnerismo hace cinco años.
Más allá de los números, el electorado refrendó al gobierno nacional. Valen todas las consideraciones: desde la nacionalización de la campaña –como si los comicios, como decía un tuitero, no fueran siempre presidenciales– hasta el fuerte respaldo que recibió Cristina Fernández de Kirchner en Buenos Aires luego de dos años intensos de demonización de su figura. Pero el oficialismo se impuso en la mayoría de las provincias, vapuleó a los gobernadores y, con un desaparecido en plena campaña y un candidato que hubo que esconder en el último tramo de la carrera electoral en Buenos Aires, empardó con el kirchnerismo.
Ahora falta que estos resultados se confirmen en las elecciones generales de octubre.
“El pueblo argentino –analiza Martín Rodríguez– les votó hegemonía, su 1985-1993-2005, y por ende les otorgó la capacidad potencial de realizar verdaderas transformaciones y a la vez intentando poner voluntad en su debilidad política aparente, en esa suerte de ‘gobierno sin relato’ al que el anti macrismo con la potencia simbólica del progresismo relata más. A efectos de su micro-segmentación, el macrismo parece narrado centralmente más por sus otros. Pero ya no será la minoría o el ‘accidente’ histórico (del que hablaba Carlos Pagni) el subterfugio para su inacción. Se asistirá probablemente a una concentración del poder inédita en la historia argentina: nunca antes el poder de los votos, del Estado y de la Clase habían estado reunidas en torno al mismo grupo de personas. Único partido nacional, la transición del PRO al PAN. La chilenización social y política de la Argentina. ¿Qué hará el gobierno con tamaño poder? ¿Mantener el ‘gradualismo’ hasta lo que se pueda, por aquello de ‘equipo que gana no se toca’? ¿O empezar su verdadero gobierno, el de Mauricio Macri, el de las ‘reformas estructurales’? ¿Ha terminado ya la transición desde el populismo?”
Martín Rodríguez –38 años, estudió sociología en la UBA y publicó varios libros de poesía hasta que comenzó a conocerse a través de publicaciones en blogs y revistas digitales, así como por su participación en programas de la radio y la televisión porteñas, como un analista que no solo esgrimía ciertas herramientas teóricas de la sociología, sino que era capaz de narrar la política a través de un lenguaje reflexivo al que no es ajeno la tradición de la literatura rioplatense. Es autor “Orden y progresismo” (Planeta, 2014), en el que analizaba “los años kirchneristas” ejerciendo una especie de exégesis de lugares comunes de la época. También publica en ciertos medios que prestigian el análisis de la política: Le Monde Diplomatique, La Política Online, o la revista política digital Panamá. Como se suma a varios de los analistas que observaron al kirchnerismo a partir de lo que significó diciembre de 2001 para la historia política argentina, le preguntamos qué quedó de ese 2001 del que quedan aún protagonistas en el gobierno actual, como Patricia Bullrich y Federico Sturzenegger (al frente del Banco Central).
—Me parece que el sistema condenatorio del 2001 fue generalizado y en todo caso marc´ço a alguna gente con precisión. Los efectos del 2001 sobre los políticos se fueron apagando. No te olvides que (Raúl) Alfonsín fue despedido por una multitud y había sufrido antes escraches. Supongo que no es lo mismo para (Fernando) de la Rúa, (Domingo) Cavallo y algunos más. Pero ya que me nombrás a dos personas agregaría que estoy convencido de que a Sturzenegger un porcentaje altísimo de personas no sabe ni quién es, y Patricia Bullrich me parece que ha venido reciclándose en experiencias, se asoció en un momento a Elisa Carrió y viste que Lilita funciona medio como una lavadora de conciencias y también me parece que la Bullrich en su enfrentamiento con (Hugo) Moyano había generado algo, ¿no? Por decirlo así, es como que se enfrentó a la mafia.
—Pasaron casi diez años hasta que el menemismo encontró su oposición, lo mismo sucedió con el kirchnerismo. Los resultados de estas Paso ¿señalan que el macrismo aún no encontró su oposición?
—En democracia la estructura oficialismo-oposición no hace falta crearla, ya existe. El macrismo fue creado de algún modo en espejo con el kirchnerismo. Nació en la ciudad de Buenos Aires y enseguida fuhncionó como contraste. De modo que ya tiene el macrismo una oposición que es el kirchnerismo, la pregunta es si esa oposición va a ser eficaz o termina en un juego empatado. Y los empates le sirven al oficialismo. Y, ya que estamos, el menemismo como el kirchnerismo fueron proyectos que tuvieron una gran primavera económica y la eficacia opositora fue como acumulándose a partir del deterioro de sus modelos económicos y el desgaste político. Aparentemente hasta ahora el macrismo no tiene una oposición demasiado eficaz y además tiene una novedad y es que se presta mucho a negociar.
—En otro análisis tuyo señalabas que parece que es el antimacrismo el que define al macrismo. ¿Qué te parece que se define del macrismo tras estas primarias?
—Con respecto a lo del antimacrismo un amigo mío decía: “Me preparé toda la vida para ser opositor a Macri”. Lo que quería decir es que hay un antimacrismo que se fue fogueando en la ciudad, con los años y que coloca en Macri casi un sistema de prejuicios. Dicho llanamente: el tipo encarna el empresariado argentino subsidiado, la clase alta, el gestionalismo de los 90 y hasta cierta reivindicación de fondo de la dictadura; y supone que Macri no es tan habilidoso para desmarcarse de esos prejuicios, sobre todo los que más lo lastiman que tienen que ver con la cuestión de clase. Por eso decía que el antimacrismo es anterior al macrismo porque todo un sector muy potente en el modo de influenciar y articular su palabra en la escena pública como el progresismo estaba esperándolo de algún modo con la servilleta puesta.
“Los resultados electorales de este domingo –analiza Martínez junto con Pablo Touzon en una nota titulada nada más y menos que ‘Nagazaki’– revelan un fracaso del espacio opositor argentino. Porque perdieron (perdimos) políticamente todos. Todos los peronismos (…) Y también las ‘socialdemocracias’ realmente existentes, manifestadas en el derrumbe del socialismo santafesino y de la candidatura de Martín Lousteau. Incluso la izquierda trotskista permaneció lejos del crecimiento que esperaba. Todos lejos de sus expectativas.”
Pero además, al analizar el film “La cordillera”, de Santiago Mitre, estrenado hace una semana en Rosario, Rodríguez se refiere al hombre común que llega a la presidencia y encarna Ricardo Darín. Escribe: “No hay nada de común en esos hombres. Pero esta caracterización que Mitre talla, que carecen de rastros visibles de las identidades políticas (no hay peronismos, radicalismos, izquierdas), es también un efecto de sordidez: el desnudo neutro de la política de las cosas con su drama intimista. Queremos decir: en este deliberado vaciado de apariencias que hace Mitre no leemos su propuesta de cómo debe ser la política, sino la forma de un extrañamiento cuando esa política se desnuda. ¿Qué queda si se despojan todas sus capas de relatos, identidades, tradiciones? El espejo con Macri funciona, pese a que es de rigor su forzamiento. Hay algo en la caracterización de Darín, en los ojos celestes, en el entrecerrar de esos ojos, en la gestualidad distante, en su incapacidad de épica…”.

El macrismo, en el análisis de Rodríguez, se bautizó como oficialismo en estas Paso y recuenta sus logros: en Buenos Aires “compitió virtualmente sin candidato contra las dos veces presidenta y tantas veces ganadora en el distrito Cristina Fernández de Kirchner. Un kirchnerismo en versión pura también, ciudadana, pero que puede afirmar al menos su presencia electoral en algunos de los principales distritos del país (empatador en PBA, ganador en Santa Fe, perdedor en Santa Cruz, CABA y Córdoba) y una idea de unidad política, más de lo que pueden jactarse tanto el PJ como el FR. El quid de la cuestión remite a que tras el Peronexit, el kirchnerismo ya no parece poder sintetizarse con otros. Como dicen las barras de fútbol: ‘no hacen amistad’. Lo demuestra el hecho que de haber competido con Randazzo dentro del marco de las PASO, hoy podría contar con sus votos como suyos ‘automáticamente’. Prefirió no hacerlo, y con eso liquidar hasta la ficción de una ‘casa común’ en donde poder resolver y procesar una oferta de poder real para el 2019, cuanto menos. Al final, a la oposición le faltó política”.

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