Hace poco Netflix estrenó Wormwood (término inglés para "ajenjo", que en los textos bíblicos es metáfora de amargura), una serie de seis episodios dirigida y creada por el gran documentalista Errol Morris. Wormwood, además de ser uno de los mejores documentales acerca de cómo se crean mentiras para proteger secretos de estado, es también una serie (o un extenso docudrama, como se dice en inglés) sobre una persona, Eric Olson, el hijo de una de las primeras víctimas de los proyectos secretos de la CIA, cuando la central de inteligencia estadounidense desarrollaba proyectos de interrogación y control mental al tiempo que impulsaban una guerra bacteriológica en Corea. La voz de Olson hijo se corresponde aquí con la de otro hijo, George Burchett, cuyo padre fue un distinguido periodista australiano que tuvo el mal tino de narrar los experimentos de armas bacteriológicas estadounidenses sobre Corea desde el lado chino, a principios de los 50, lo que le valió el mote de traidor, la desacreditación y el retiro de su ciudadanía australiana. Burchett descubre fugazmente una foto de su padre en el documental y se pone a hilar recuerdos y conjeturas en esta nota publicada en CounterPunch, una de esas encantadores publicaciones de la izquierda estadounidense, que traducimos acá: "Wormwood and a Shocking Secret of War: How Errol Morris
Vindicated My Father, Wilfred Burchett" (Wormwood y un impactante secreto de guerra: cómo Errol Morris reivindicó a mi padre, Wilfred Burchett", por George Burchett).
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Vemos una pared forrada en un turbio papel tapiz con flores marrones
y una puerta con una mirilla, y el número 1018A. Un hombre está hablando por
teléfono. Dice: “Nos vemos mañana. Te amo, Alice”. La cámara se aleja y revela
a otro hombre, sentado en la cama doble al lado del primero. Fumando un
cigarrillo y ve una pelea de boxeo en un viejo televisor blanco y negro. El
primer hombre se levanta y apaga el televisor. Regresa a su cama y comienza a
leer un pasaje de la Santa Biblia que sostiene en sus manos:
“Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una
grande estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó en la tercera parte de los
ríos, y en la fuente de las aguas.
“Y el nombre de la estrella se dice Ajenjo. Y la tercera
parte de las aguas fue vuelta en ajenjo: y muchos hombres murieron por las
aguas, porque fueron hechas amargas.” (Apocalipsis; 8, 10 y 11; versión de C. de
Reina, C. de Varela. N. del T.)
Alguien intenta abrir la puerta de la habitación del hotel.
El primer hombre se acerca a la puerta y echa un vistazo por la mirilla. Sale
al pasillo. Nadie. Regresa a la habitación.
Estalla una ventana. El primer hombre la atraviesa de cabeza
y comienza a caer en cámara lenta, mientras Perry Como canta “Otro amor no
tengo, solo este amor por ti”, y empiezan los créditos iniciales.
Es decir, estamos atrapados en Wormwood
(“wormwood” es el término inglés para “ajenjo”, planta a la que metafóricamente
se alude en la Biblia para referirse a la amargura; n. del t.), el fascinante
documental dramático en seis episodios de Errol Morris.
Leemos 1953 en la pantalla y una voz pregunta: “¿Qué le
dijeron en el momento de la muerte de su padre?”
Un anciano de ojos azules responde: “Me dijeron ‘Tu padre tuvo
un accidente. Cayó, o saltó por la ventana. Y murió’.”
La voz que hace la pregunta es la de Errol Morris. El hombre
que le contesta es Eric Olson, el hijo mayor de Frank Olson, el hombre que
se cayó o saltó desde la ventana del piso 13 del Statler Hotel en Nueva York, a
las 2.33 a.m. del 28 de noviembre de 1953.
Frank Olson era un científico que trabajaba en el programa
secreto de armas biológicas en Fort Detrick, Maryland, una instalación de
investigación militar de los EE. UU. También estuvo muy involucrado en dos
programas secretos de la CIA. Uno, llamado en código Artichoke, desarrollaba
técnicas especiales de interrogación. El otro, llamado MKUltra, trataba de experimentar
con métodos de control mental, incluido el uso de LSD.
Wormwood cuenta la
historia de la investigación que hizo toda su vida Eric Olson sobre la muerte
de su padre. ¿Se cayó? ¿Saltó? ¿Lo empujaron? ¿Fue un accidente? ¿Un
experimento de control mental salió mal? ¿Fue un asesinato? ¿Fue una ejecución?
Para llegar a la verdad, Wormwood
también recrea los últimos diez días de la vida de Frank Olson. Por lo tanto, a
los 18 minutos del primer episodio Frank Olson será conducido a un albergue
junto al lago para una reunión con sus colegas de Fort Detrick y la CIA.
Enciende la radio del automóvil y la voz del locutor de las noticias dice:
“Las películas que recién se conocen desnudan la impactante
verdad detrás de las acusaciones comunistas de guerra bacteriológica en Corea y
las llamadas confesiones de aviadores estadounidenses capturados. Las películas
confiscadas muestran las conferencias de la prensa roja en las que los aviadores
capturados admitieron que arrojaron bombas bacteriológicas en territorio civil,
declaraciones transmitidas por la máquina de propaganda comunista en todo el
mundo e incluso llevadas a los pasillos de las Naciones Unidas. Estas
confesiones son la base de una flagrante sinfonía del odio...”
A medida que la voz habla, aparece brevemente en la pantalla
ese metraje. Lo reconozco. Rebobino y pongo en pausa el episodio. El hombre de
la extrema derecha con la camisa blanca es mi padre, el periodista australiano
Wilfred Burchett.
He visto este metraje antes. Es de un rodaje chino de 1952 en
el que se registra: “Los aviadores estadounidenses capturados Kenneth L. Enoch
y John S. Quinn, interrogados por la Junta interrogadora de especialistas
coreanos y chinos y corresponsales de prensa” en el que los dos aviadores
repiten lo que ya habían dicho en sus “confesiones voluntarias”: que EEUU
estaba librando una guerra bacteriológica en Corea y que personalmente habían
arrojado bombas de bacterias. De hecho, el “interrogatorio” se parece más a una
conferencia de prensa y, como dice la voz en off, “Wilfred Burchett,
corresponsal del Ce Soir de París, también
se unió al trabajo del grupo por invitación”.
Otras imágenes, usadas más tarde en Wormwood, muestran a la Comisión Científica Internacional, dirigida
por uno de los científicos más distinguidos de Gran Bretaña, Joseph Needham, un
miembro de la Academia Británica, que viajó a China y Corea para investigar las
acusaciones y asistió al “interrogatorio” de los pilotos estadounidenses
capturados.