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viernes, 23 de marzo de 2018

la interrogación ontológica

en CdS

A fines de marzo del año pasado en La Pista, un encantador espacio de teatro de Crespo al 1500, participé de una sesión de “teatro espontáneo” del proyecto Nómades. Damián Schwarzstein y Ana Otto me recibieron, me descalzaron y me invitaron a sentarme en un cubo que hizo de taburete, desde el que conversé con ellos sobre un viaje entre Paysandú y San Nicolás 42 años atrás. Después vi desplegarse esa escena del modo en que cobran cuerpo los recuerdos, con su vasta gama de matices. La memoria funciona en la medida en que las cosas que olvidamos retornan con un rostro cuya precisión es menos un dato fiel que uno que interroga. Y la interrogación es siempre ontológica: somos lo que cabe en esa pregunta. Entendí entonces lo que era el teatro espontáneo, lo que era el proyecto Nómades y entablé con los rostros de esos actores una intimidad que tal vez no coincide con esas mismas personas cuando las cruzo por la calle.
Cuando me enteré que algo de todo eso podrá verse en la pantalla de canal 3 los martes de febrero después de las 14, en cuatro programas que llevan por título “Espontáneo”, quise conversar de nuevo con Ana y con Damián. Por curiosidad, y también por gratitud.

Espontáneo” es un ciclo de televisión experimental e inédito en la escena local, diseñado por Ana Otto (dirección teatral) y Damián Schwarzstein (dirección periodística), que lleva, llamémosle como subtítulo, “teatro y periodismo”. Cuatro figuras de la cultura de Rosario, Sandra Corizzo, Sonia Tessa, Héctor Ansaldi y CokiDebernardi cuentan una historia personal a los actores del grupo de teatro espontáneo Nómades en el escenario del teatro La Comedia, cuyos palcos y platea están vacíos.

Entre los actores está el músico Ariel Migliorelli –también actor del proyecto–, quien desarrolla un set de música espontánea, y cinco cámaras registran los treinta y cinco minutos que dura la entrevista y la puesta en escena (la edición es mínima: se seleccionan las tomas y se acorta el material de modo que entre en el formato media hora de tevé, que son 26 minutos). Ana Otto dice que hubiera dejado todo, pero claro, no se puede.

El teatro espontáneo, creado por Jacob Levy Moreno, creador también del psicodrama, es un arte único y efímero. Pero en este caso dejará de serlo ni bien se emita por televisión, dice Ana, quien reconoce también que tuvo sus dudas al principio. Recibir una historia que alguien se dispone a contar, en la intimidad de una escena a la que ponen cuerpo y resguardan los actores, es algo delicado. “Hay que cuidar ese relato, esa historia de vida que alguien trae, saber hasta dónde preguntar. Y hay que ser leal a ese relato”.

Las historias que alguien cuenta no sólo son esa escena, son parte de esa persona y es esa misma persona quien la escucha, se reencuentra y se interroga con esa historia. Ana adora esas historias contadas por alguien incluso anónimo: son la prueba de que el arte, la belleza y la vida cotidiana van juntas, que cualquiera puede transformarse, darse un nuevo lugar al rememorar un hecho nimio, sacado espontáneamente de un recuerdo.

“Pero no hay que confundir espontaneidad con impulsividad”, aclara Ana. El teatro espontáneo requiere entrenamiento. “Estuvimos gestando, entrenando con los actores, actrices, con el músico, con Damián y otros invitados desde marzo hasta septiembre, cuando filmamos. Fue un proceso de búsqueda, un viaje de ida, siempre”: esto último me lo envía en un mensaje de WhatsApp, porque la charla derivó, como no podía ser de otra forma, en la historia de Ana: nació en Santa Rosa de La Pampa, estudió Psicología y teatro en Córdoba, vivió en Paraguay, en México –en muchos lugares de México, desde Chiapas hasta el DF– un año y hace dos que vive en Rosario donde, entre otras cosas, trabajó en talleres de medio ambiente para jóvenes y niños con técnicas de teatro espontáneo: “Se produce un intercambio entre lo que circula en el discurso y la intervención escénica, que permite visibilizar algo de lo que no se dice. Y es a partir de esa escena que se sigue el debate”, dice.

Cruces

“Te diría que el periodismo y el teatro son dos canales para contar historias —dice Damián Schwarzstein, responsable de Rosario3, periodista político, editor, quien a lo largo de los años consiguió agregarle al periodismo, a veces en el terreno de sus buscas personales, un valor que reside tanto en la interrogación pública como en las otras disciplinas que ha explorado–. Nosotros jugamos a cruzarlos, a usar estos dos dispositivos que sirven para cruzar historias y también usamos como materia prima lo que los invitados nos fueron contando, sus vivencias, sus historias; y jugamos en esa ambigüedad de lenguajes. Y hay un relato, que es el que se obtiene en la entrevista, y hay un reflejo de ese relato, que es la escena, la construcción escénica que produce el grupo de teatro espontáneo y le da forma a este híbrido, que son formas complementarias de contar algo. Siempre digo que el mejor periodismo es el que cuneta las cosas desde una mayor cantidad de miradas posibles. Bueno, acá aparece esto: por un lado está la mirada del entrevistado sobre su propia historia y, por otro, está lo que eso resuena en los actores, lo que los actores y la directora construyen escénicamente con eso y, supongo, le estamos entregando la oportunidad al espectador de disponer de más herramientas para acceder a esa historia que el entrevistado está contando. Porque cuando uno nos cuenta una historia no tenemos nunca la oportunidad de tener una idea acabada de cómo es esa historia, sino que nuestra imaginación construye de alguna forma cómo es ese relato”.

Ana Otto, en la zigzagueante charla en un bar de Entre Ríos y Santa Fe donde la estridencia del televisor se suma a la de la charla de la mesa de al lado, usa el término “resonancia”. Esta idea de que algo reverbera en el ambiente de ese registro, entre la entrevista, la historia personal, el aura mediática: algo reverbera como en el bar, lo que nos aturde y nos distrae se vuelve parte de ese cuerpo en el que no todo es palabra y todo es lenguaje.

Dos músicos, Sandra Corizzo y Coki Debernardi, un actor, Héctor Ansaldi (Piripincho) y una periodista y militante feminista, Sonia Tessa, se ofrecen con sus historias en este primer ciclo de “Espontáneo”.

“Lo que hace de alguna forma ‘Espontáneo’ es ventilar una escena íntima –dice Damián, quien conoce personalmente a casi todos los entrevistados–. Porque lo que se produjo en el teatro La Comedia tuvo mucho de intimidad. Era un teatro vacío, éramos muchos, porque trabaja mucha gente, pero de alguna forma se generó un clima que era íntimo. Y la cámara actúa en realidad como un testigo, casi como un intruso que registra esa escena completa. Y lo que se va a ver en la pantalla es, de alguna forma, la posibilidad de ventilar esa intimidad, va a ser una ventana para acceder a lo que ocurrió ahí”.

Como decía Ana de sus talleres: algo de ese intercambio entre lo que se dice y lo que los cuerpos muestran y no alcanza el discurso.

En la conversación recuerdo aquél ensayo del filósofo judío-alemán más perdurable del siglo XX: lo más intenso de una charla en la que alguien pide consejo no es la moraleja del consejo, sino el relato, la historia que intercambian los interlocutores con la excusa de hacer algo útil de ese relato. Acaso se trata de eso, de excusas: para contar una historia, hallar nuevos formatos, hacer del teatro espontáneo algo público y masivo, favorecer un encuentro en tiempos en que contar con otro es un desafío político.

“Espontáneo” fue seleccionado por la convocatoria “Entre todos” de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario y se grabó en el teatro La Comedia. El equipo que produjo el programa (que se vio los martes de febrero desde las 14 en la pantalla de canal 3: en YouTube) lo integran Otto, Schwarzstein, Bernarda Guerezta y Ariel Migliorelli. La cámara y edición estuvo a cargo de Julián Alfano y equipo.

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