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miércoles, 3 de junio de 2020

memoria familiar

por Laura Mier

La historia que trato de rememorar ocurrió en Paysandú, ciudad del litoral uruguayo, entre los años 1864 y 1865, en el marco de los conflictos que se sucedieron a partir de la Triple Alianza, guerra en la que estaban comprometidos Argentina, Brasil y Uruguay, contra el Paraguay, donde se había logrado un desarrollo económico-industrial que lo distinguía de los demás países del Río de la Plata, por su autonomía, y su desarrollo industrial. Paraguay era gobernado en esos años por Francisco Solano López.

El relato familiar se limitaba a narrar la epopeya vivida por la familia; los verdaderos protagonistas de esta historia fueron el abuelo de mi mamá, y sus tíos abuelos. En la casa de mi abuela Clara, que fue donde yo viví mis primeros 7 años de vida, esta historia de la toma de Paysandú y su Defensa, era un tema cotidiano entre mi abuela, mi madre y sus hermanos, al punto tal que yo siempre creí que eran ellos los que habían participado de esa guerra. Pero no, ellos eran los que habían heredado la “gloria” de sus antepasados. Sus discursos tenían tanta vehemencia, tantos detalles, así como tantos símbolos de esa defensa, que algunos de ellos pendían de las paredes de sus escritorios (los de mis tíos) como trofeos de guerra. Recuerdo que Alfredo conservaba con orgullo la espada lustrosa de uno de esos parientes. En la casa de mi abuela había un baúl con trajes de soldados e insignias, con los cuales mis primos y yo solíamos disfrazarnos y jugar. Mi madre me llevaba de paseo al cementerio viejo (que por sus estatuas y mármoles de Carrara, se parece al de Buenos Aires, el que está en Recoleta), allí me paraba frente a las tumbas y me contaba las historias y padecimientos de los muertos, a mí me gustaba en parte, pero me llenaba de terror, allí estaban sus parientes mártires también.

Yo pensaba que esos sucesos habían ocurrido hacía muy poco tiempo, por la memoria fresca de mis mayores. Pues no, habían ocurrido un siglo antes. Mi confusión e imaginación volaban a mil, y por momentos esos relatos me parecían tan insólitos, sobre todo porque yo creía que eran ellos quienes habían peleado, y por otro lado los veía tan pacíficos, tan trajeados y orgullosos, que me resultaba inverosímil todo eso, y terminaba sin darle importancia a esos cuentos.

No obstante habían muchos signos que quedaron en mi memoria, dando señales de que algo de eso podía haber ocurrido. Por ejemplo, en esos años viajábamos mucho mi mamá y yo a visitar a una tía que vivía en Concepción del Uruguay; en esos viajes en lancha, o paseando por esa ciudad, eran frecuentes los encuentros con historiadores o amistades de la familia que vivían en Argentina, y volvía a salir el tema de la Defensa; otro detalle que no se me borraba, era que mi abuela Clara, la que vivía con nosotros –o, mejor, nosotros vivíamos en su casa, que era una mansión que existe todavía–, no acostumbraba a salir nunca, pero los 2 de enero, fecha en la que se conmemoraba la batalla final de esa epopeya, se vestía muy elegante, toda de negro, y mi tío, el escribano, la llevaba como símbolo viviente de esa contienda al cementerio viejo, junto a la gente del Partido Blanco, que eran quienes convocaban.


En la Defensa de la plaza de Paysandú participó el pueblo y quien condujo esa guerra era un blanco, el general Leandro Gómez. Quienes tomaron Paysandú fueron, en primer lugar, un traidor colorado, Venancio Flores, militar a cargo de un sector del Ejército uruguayo.

En Uruguay, cuando comenzaron las tratativas de la Triple Alianza, no había consenso, los blancos no querían participar de esa alianza, el presidente era Bernardo Prudencio Berro, pero los colorados sí. Venancio Flores consideró oportuno ese momento para dar un golpe contra los blancos y hacerse del poder, para lo cual le pidió ayuda a Bartolomé Mitre, en Argentina, y éste se la brindó –los colorados apoyaban a los unitarios y los blancos a los federales; como se ve, en esos momentos argentinos y uruguayos participaban juntos de las intrigas políticas de ambos lados del río.

Lo cierto es que la ocupación de Paysandú se llevó a cabo por los ejércitos de Brasil, de Argentina –patrocinado por Bartolomé Mitre– y el militar traidor colorado y uruguayo Venancio Flores, apoyados desde el río por un barco inglés y una escuadra brasileña al mando del Marqués de Tamandaré.


El abuelo de mi madre vivía frente a la jefatura de Paysandú y ocupaba un cargo no recuerdo de qué. La anécdota que contaban de él era que recibió una comunicación confidencial acerca de los barcos que se aproximaban al puerto. Los de la jefatura, que eran colorados, vieron al que portaba la misiva y cruzaron a buscar al abuelo, que en ese corto trayecto se tuvo que tragar la carta para que los colorados no la vieran y no lo mataran. Los otros hermanos del abuelo –vivían todos muy cerca, en la esquina, eran dueños de grandes almacenes de ramos generales–, fueron defensores de Paysandú; en el fondo de la casa de uno de ellos ajusticiaron al general Leandro Gómez y a varios de la cúpula que dirigía la plaza. El tío de mi madre se salvó, auque estaba en el paredón junto a los otros, pero otro de los tíos murió en la plaza defendiendo el sitio. Otra mujer de la familia, fue la encargada de levantar la bandera de parlamento, porque estaban diezmando al pueblo.

El general Leandro Gómez no era de Paysandú, era un coronel que estaba a cargo del ejército uruguayo en Salto (Uruguay). Cuando el gobierno blanco se vio venir el sitio de Paysandú, lo trasladó y fue quien dirigió la defensa. Los aprontes y la ocupación duraron aproximadamente dos meses, mediados de noviembre, diciembre y comienzo de enero. En los primeros días de diciembre Leandro Gómez ordenó que la población más vulnerable, ancianos, mujeres y niños, fuera trasladada a la isla Caridad frente a Paysandú. Actualmente esa isla es de Argentina, no creo que en esos tiempos los límites entre Uruguay y Argentina estuvieran definidos.


De esta historia, a los únicos que yo sentía hablar en Paysandú era a mi familia, en la escuela, en el secundario nadie la mencionó. Es bueno aclarar que en Uruguay los colorados gobernaron durante 99 años, y si bien los colorados que más gobernaron no eran del palo de Venancio Flores, sino colorados batllistas, que eran más democráticos y “progresistas”, sobre todo por las leyes sociales que impulsó el Pepe Batlle y Ordoñez, igual se callaron e invisibilizaron durante todos esos años esta historia, que de acuerdo a lo que he leído, fue una auténtica defensa del patrimonio nacional y de las garantías constitucionales del país.

Actualmente esto se ha reivindicado y ha cobrado la dimensión que siempre tuvo, (aclaremos que ni los blancos de hoy, ni los colorados, ni los batllistas tienen que ver con lo que fueron en el pasado).

Cuando vine a Argentina, en búsqueda de mi propia identidad –todo exilio trae como correlato esa búsqueda de esos parámetros que nos sostuvieron desde siempre–, comencé a leer, a buscar información sobre eso que en mi niñez nunca entendí, pero que allí estaba. Aclaremos que esta falta de entendimiento un poco se debió a que era muy chica cuando de esto se hablaba en mi casa, pero sobre todo, que a nadie se le ocurrió contextualizarla históricamente, lo que le hubiera dado otro sentido, aparecía como un hecho heroico, una gesta plagada de gloria, valor y muertos por doquier.

Las lecturas de Conflictos en la cuenca del Plata, de León Pomar, y la novela de la entrerriana María Esther de Miguel (novela que no tiene rigor científico pero que contiene buena información de los sucesos de Paysandú, y de las familias que participaron en la defensa, de la vida que se vivía en esos tiempos en ambos márgenes del río, hace que la misma cobre valor) fueron las lecturas que organizaron un poco mi pensamiento acerca de esa historia, dándole sentido y haciendo que la valore de otra manera.

A través del libro de Pomar logré entender que esa historia estaba vinculada a los avatares de la Triple Alianza, que la guerra de Paraguay, en la que, como dije anteriormente, intervinieron Argentina, Brasil y Uruguay, fue impulsada por los intereses imperiales y económicos de Inglaterra, que buscaba romper el ejemplo que significaba Paraguay por su autonomía económica e industria, para los demás países americanos de la cuenca del Plata.

No obstante existe otra bibliografía más amplia sobre ese hecho histórico.

Se que me quedan algunos recuerdos en el tintero, pero ya irán saliendo con el tiempo.

Me acabo de acordar que quien hizo pingües negocios con la venta de caballos a brasileños y uruguayos fue Urquiza, y que también hizo promesas que no cumplió.

Imágenes tomadas en el Cementerio Viejo de Paysandú en julio de 2009:





La casa de los Rivero sobre la actual calle Leandro Gómez.



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