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jueves, 17 de marzo de 2011

chernobyl / fukushima > mi contemporaneidad

María me reenvía un correo con el texto que reproduzco. No, no me interesa la prédica ecologista —me recuerda las prácticas higienistas, su vocación racional, su llamado a la conciencia; los que nos mecemos entre el catolicismo y el marxismo, por más silvestres que sean, estamos obligados a desconfiar de estos discursos. Sin embargo, me asombra el relato del "episodio Chernobyl" en el texto: impecable, tal vez demasiado acabado en esos datos sobre los "radionucleidos" —esas gotas precisas de información son una forma de editorializar—, pero impecable, Me doy cuenta de que no sé nada de Chernobyl: sí, elguna vez busqué, algunas vez leí o escuché sobre la ciudad de Pripyat —una suerte de Barrio Somisa del bloque soviético, monumento devastado del estado paternalista, con un terrible reactor nuclear en lugar de una planta siderúrgica—, alguna vez supe de los niños de Chernobyl y sus deformaciones. ¿Pero qué? Me recuerda las páginas de Cumpleaños, de César Aira: "Siempre estamos volviendo. Y mientras no estuvimos pasaron las cosas". Uno nunca es del todo contemporáneo de estas cosas (y quizás cuando lo es ya es tarde, dicho sin ironías.) En lo que me hace pensar el texto (más allá de sus argumentos, de su mensaje y de las cosas que podrían argüirse en contra: el capitalismo global no es sólo una maquinaria de destrucción de la vida, sino un modo de percibir el estar en el mundo, etcétera, contra lo que la conciencia poco puede hacer) es en la dimensión de las cosas que nos son contemporáneas. Es decir, me digo: ¿cómo voy a ser contemporáneo a Fukushima?
Monumento a los trabajadores, bomberos y soldados que se inmolaron tratando de aislar el reactor de Chernobyl. En Neutron.

Busqué primero en Google imágenes de los niños de Chernobyl. Y hallé muchas que cualquiera puede hallar. Pero viniendo de una ciudad industrial, creada en tiempos del estado de bienestar, lo que me acerca más a ese espanto son las imágenes que hallé sobre la ciudad desierta de Pripyat (cada imagen está añadida desde su url original).
El texto:
«Recordando Chernobyl suponemos Fukushima

por Javier Rodríguez Pardo | Movimiento antinuclear del Chubut (MACH) / Sistemas Ecológicos Patagónicos (SEPA) / Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE Argentina) / Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) Tel.: (011) 1567485340


«El reactor cuatro de Chernobyl comienza a fundirse a la una y siete minutos de la madrugada, un sábado primaveral, 26 de abril de 1986. La nube radiactiva, imposible de concebir por mente alguna, emerge del reactor después de que una fuerte explosión termina con la vida de todos los operarios en el seno de la central. De todos.  La nube primero se desplazó hacia el este y luego rotó hacia el norte. Enseguida se dividió en cuatro pétalos como si se abriera una flor, en distintas direcciones.  Uno de los pétalos de la nube radiactiva fue detectado por un soldado finlandés en un puesto fronterizo. En el mismo instante, en una central nuclear sueca registran altas dosis radiactivas en las botas de un operario. El director de seguridad de la central sueca, Ben Gelman, no termina de entender qué pasa y por la orientación de los vientos sospecha que la radiación proviene del Reino Unido y cuenta más tarde que lo primero que pensó fue en un ataque nuclear en territorio británico, hasta que veinte minutos más tarde se cree que la nube letal proviene de la Unión Soviética. El silencio se hizo interminable. Los soviéticos contestan con evasivas y dicen no saber nada cuando los suecos les preguntan que los vientos provienen de Chernobyl. Hasta ese instante habían transcurrido diez horas de la voladura y fusión del reactor y los bomberos se sumaban a luchar contra el núcleo convertido en una brasa. Los soviéticos reconocen más tarde el desastre diciendo que “no querían alarmar a nadie” y en consecuencia no evacuaron inmediatamente a la población de Pripyat, además hábitat de los trabajadores de la central, la que recibió radiación cuatrocientas veces superior a la generada por la bomba atómica sobre Hiroshima.
«La gente de Pripyat, con las primera luces del día, recorría las calles y la plaza con sus hijos, sin saber que sus días estaban contados. Se cruzaron con soldados que portaban trajes y botas como de lluvia y un barbijo en el rostro, y respondían que se trataba de “un simple entrenamiento”.
La fusión del núcleo fue imparable. El setenta por ciento de los radionucleidos cae en Bielorrusia. El 2 de mayo la nube llega a Japón donde miden radiación altísima. El día 4 toca territorio chino y el 5 la nube sobrepasa la India. El 6 de mayo aparece en la costa de Estados Unidos y Canadá. Los informes advierten que la nube radiactiva de Chernobyl dio tres vueltas al globo terráqueo. En Europa también  recibió el impacto Alemania,  Francia, norte de Italia e Islas Baleares, y en el resto del viejo continente, aunque en menor medida. Los análisis de orina de algunos habitantes catalanes registraron altos índices de yodo radiactivo, un radionucleido que se aloja en la glándula tiroides y se mantiene vivo por ocho días bombardeando desde adentro todo el cuerpo. Pero digamos que hay muchos otros radionucleidos, como el Cesio 137 que contamina durante 30 años todo lo que toca. El Estroncio 90, que ataca la médula ósea y se confunde con el calcio del cuerpo haciendo el mismo recorrido; tiene una vida media de 90 años. Entre los productos de fisión que hay en el núcleo del reactor se halla el gas Xenón, veneno que se inhala y ni la lluvia lo disuelve, permanece vivo por seiscientos años. Son muchísimos los radionucleidos “criados” en la fisión nuclear pero citemos principalmente al más peligroso de todos por su alta actividad, el plutonio 239 que se instala en el planeta para no irse por 250.000 años, causando enfermedades terminales. Es inimaginable, pero pensemos que hace 10.000 años había volcanes en Francia y que concluía el último período glacial, y que hace 8000 años el  desierto del Sahara  era una sabana verde y fértil. El plutonio, creado por el hombre en la fisión del reactor posee una vida media de 24.400 años, pero seguirá activo por 250.000 años. 
 Fotos de Trey Ratcliff.

«Este cuadro es el que se reproduce actualmente en Japón, aunque creemos que mucho peor, porque combatir contra cinco reactores a los que habrá que envolver en hormigón, sólo para mitigar el impacto radiactivo al exterior, porque continuarán emitiendo radiactividad por milenios, será una tarea que no permite ver el final. Por lo pronto Fukushima es ya una ciudad fantasma como lo es actualmente  la ucraniana Pritya. Nadie puede ocultar la realidad ni la documentación que se fue gestando sobre Chernobyl con diez millones de afectados por cáncer y leucemias, cinco meses después del desastre nuclear.
«Cuando los robots enloquecían en el techo del reactor ucraniano, con la utopía de ahogarlo químicamente y sellarlo con una coraza de hormigón,  se precipitaban –incontrolados- en el núcleo del reactor. Lo increíble sucedió después cuando setecientos mil soldados fueron enviados a cumplir ese objetivo. Se inmolaron. La orden era que cada uno no estuviera más de tres minutos en esa labor porque no hay traje capaz de frenar ese poder destructivo. Se sumaron a semejante esfuerzo muchísimos campesinos y pobladores, los bomberos y otras fuerzas del orden involucradas, enfermaron gravemente. Ocho mil quinientos de estos héroes murieron en horas y poco a poco el cáncer iba dando cuenta del resto. La tragedia continuaba en cada nacimiento de nuevos seres de aquellas mujeres contaminadas en varios kilómetros a la redonda: los niños de Chernobyl, algunos de los cuales estuvieron en Buenos Aires, en nuestro hospital Garraham, años después.
Fotos de Trey Ratcliff en Stuck In Customs (Varado en fronteras). 

«¿Es alarmista este texto y en consecuencia debemos ocultarlo?

«Estamos siendo literales en la descripción de los hechos por eso coincidimos con gran parte del mundo que equipara -por ahora- la tragedia de Chernobyl y Fukushima. Pero este último sitio se agrava por su sismicidad.  Salvando esto, se asemejan mucho los dos casos porque en Japón, a cuatro días del desastre, el gobierno se esfuerza en convencer al mundo que la radiación es tolerable; en Chernobyl, dos días después,  el 28 de abril, el comunicado oficial leído por la autoridad soviética decía que “se había dañado un reactor y estaban reparándolo.” Los mismos burócratas prohibirían luego toda información vinculada con el caso, un velo que se fue destapando cuando desaparece la URSS. Lamentablemente, las nuevas autoridades ucranianas y rusas reconocen que gran parte de la documentación sobre Chernobyl fue destruida.»
 El Sarcófago bajo el que está enterrado el reactor de Chernobyl. Foto de David McMillan. Vale la pena visitar su galería.

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