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domingo, 6 de marzo de 2011

otra vez caminé con un zombie


Este domingo en diario Tiempo Argentino. 

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 Foto de Alexander F. Yuan | AP
 
Alexander F. Yuan, el fotógrafo de AP que tomó esta foto en Pekín el 1 de diciembre de 2010, dice en el pie de ilustración que el padre lleva al niño por un puente peatonal metido en la “niebla”. Sin embargo,  el nombre del archivo digital de la foto (“ATOPIX China Polluti.jpg”) se refiere a la polución, a la que alude también, claro está, la máscara que le tapa la boca y la nariz al niño. La polución es un problema en Pekín. Leo que en 2008, durante los juegos olímpicos, algunas delegaciones extranjeras entrenaban con máscaras.
Mi hijo de cuatro años le tiene miedo a los zombies (y hace bien, a mí me matarían del susto). Él ve esos edificios que parecen unos calefactores monstruosamente grandes y reconoce la ciudad, una ciudad. Y pregunta si esos que están ahí, bajo las lámparas enormes, son zombies.
Cuando yo tenía la edad de mi hijo, en 1967, los zombies eran aún —antes del film de George Romero— una suerte de sonámbulos embriagados de vudú. Figuras de la duermevela colonial, posesos de un rito antiguo y pagano que caminaban en medio del capitalismo moderno. Pero de alguna forma —y tomo por ejemplo la película de Jacques Tourneur Yo caminé con un zombie, de 1943—, el viejo zombie tenía un camino de regreso hacia los vivos.
No, le digo a mi hijo, no son zombies los de la foto. Y no le digo que ese perfil de ciudad desierta, de moles abandonadas en el tufo de la polución que tomó la cámara de nuestro amigo Yuan es, de algún modo, una escenografía zombie. Y ahí, la mancha clara en el gris uniforme del smog, sobre el rostro del niño, además de ser el punctum de la foto, es una señal, un guiño. La biopolítica, la administración política de la vida y lo viviente —forzando un poco el texto de Foucault—, refulge en esa máscara y esa imagen que Alexander Yuan pudo haber tomado en Pekín o en una película de zombies.

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