Páginas

jueves, 28 de julio de 2011

memoria ardiente

 
En internet está casi todo, sí, pero no siempre está “editado”, es decir, no siempre pesa sobre esos materiales una selección o, antes que nada, un criterio de selección con el que orientarse.
El film Incendies, dirigido por el canadiense Denis Villeneuve, en base a la obra de teatro Scorched, del libanés radicado en Quebec Wajdi Mouawad, es candidata al Oscar 2011 a mejor película extranjera por Canadá. Circula en la red desde hace rato, pero no había llamado nuestra atención hasta que el cine El Cairo la programó las semanas anteriores. He allí un buen ejemplo de cómo ciertos criterios tradicionales de programación influyen todavía en nuestro uso de internet. 


Según el mismo Villeneuve lo señala, la obra original no estaba ambientada en un país particular de Medio Oriente. Y el director, quien tuvo vía libre de Mouawad para adaptarla, prefirió eludir las referencias concretas para no politizar aún más una tragedia (en el cabal sentido del término: el destino personal y familiar atado al de una nación o un pueblo que se cumple en el sacrificio del héroe –en este caso la heroína–). Sin embargo, el Líbano de la década de 1970, con su guerra civil, sus líderes cristiano falangistas sanguinarios y su fin de década espantoso en las matanzas de refugiados palestinos en Sabra y Chatila (1982), no puede no emerger como el fuego de una hoguera en el transcurso del film. Pero, lo que aparece también, incluso como dato político no menor, es lo marcado que está en la sangre de las generaciones siguientes ese pasado. En otras palabras: cómo los personajes de aquél pasado subsisten en un presente siempre incierto, velado (es notable la escena en la que uno de los protagonistas se encuentra con un palestino que comandó las refriegas de entonces y que, por seguridad, hace que nuestro personaje llegue hasta él encapuchado); y cómo la descendencia es algo así como el producto de las guerras intestinas.
Incendies narra la historia de dos gemelos a los que su madre, en su testamento, les encomienda buscar a su padre –a quien creían muerto– y a su hermano –cuya existencia ignoraban–, lo que lleva a los hermanos por Oriente Medio en pos de develar y cumplir una promesa para que la tumba de la madre pueda tener una lápida con su nombre. Sí, difícil no pensar en las tumbas sin nombre ni lápida de Argentina, en el borramiento operado a partir de la política de desaparición de personas. Y acaso lo importante no es aquí el parecido o la analogía con los datos reales, sino el modo en el que este film –que nos recuerda aquella maravillosa película de 2007, Vals con Bashir, que también remontaba la invasión de Israel al Líbano en el 82 se vuelve político: dándonos a entender que lo político es el sentido que le damos a la construcción de nuestra propia historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios se moderan, pero serán siempre publicados mientras incluyan una firma real.