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domingo, 8 de enero de 2012

six feet under

Además de su maravillosa línea argumental (los funerales son para los vivos, no para los muertos, de ahí la importancia de “arreglar” al muerto, mostrarlo a los vivos como lo conocieron para completar ese rito de pasaje con el que disfrazar la pérdida), Six Feet Under (Dos metros bajo tierra en Hispanoamérica, Alan Ball, 2001-2005) es una serie sobre la familia, sobre lo extraño, disparatado y siniestro de construir y sostener una familia y, principalmente, sobre el “milagro cotidiano” –según el concepto de Léon Bloy– de las cosas que mueren y renacen en el seno de lo familiar. Empezando por todas las formas del amor: las que trafican con el eros, lo filial, la caridad o el ágape (estas últimas las que se practican en la casa funeraria de la familia Fisher que, se sabe, significa “pescador” en inglés).


 Imágenes finales del episodio "Nobody Sleeps".
 Imagen tomada de HBO.


Lo que está siempre en cuestión en los episodios de la serie no sólo es la identidad de cada uno de los hijos y la madre luego de la muerte del padre, tema principal de la primera y segunda temporada (la homosexualidad de David, la pertenencia de Nate al negocio familiar, las apetencias artísticas de Claire o el espíritu festivo y oculto de Ruth, la madre); de lo que se trata es de la condición trinitaria de las relaciones, de los actos sociales, porque el lazo social apela siempre a un acto de amor. Así como el rito fúnebre involucra a terceros que median en el tránsito de la pérdida (desde la familia Fisher hasta el cura o la rabina de la segunda temporada), también cada rito social –desde los noviazgos y la hermandad hasta las relaciones universitarias de Claire– nos es mostrado en Six Feet Under a través de sus mediaciones.

Pongamos por caso el cuarto episodio de la tercera temporada (“Nobody Sleeps”: “Nadie duerme”): un iluminador de Hollywood (la serie transcurre en Los Ángeles) muere en brazos de su pareja gay. El novio pide a los Fisher que le permitan montar para el funeral la escenografía de la ópera preferida del difunto, Turandot, de Giacomo Puccini. En el mismo episodio Claire acude a una muestra de arte con su amigo, el artista y su docente, quien ha insistido en que lo único que vale en el arte es mirar al interior de sí mismo. En el mismo episodio festejan el cumpleaños de Ruth, la madre de los Fisher, quien nunca lo ha festejado antes: sus mismos hijos tratan de disuadir a sus parejas de hacer los preparativos (David con Keith, Nate con Lisa), salvo Claire que tiene ese encuentro con su docente. Sin embargo son los terceros, sobre todo Bettina (Kathy Bates), a quien la madre conoció cuando aquélla trataba a la hermana menor de su adicción al Vicodin, es decir, los que han sido “pescados” por los Fisher, quienes preparan y habilitan a la familia para el festejo.

Y así. En la escena del velorio, un amigo del matrimonio gay canta el aria final de Turandot y nos enseña, en una de las cimas de la serie, el gobierno de la Belleza sobre la muerte. Pero no es ese punto sublime el elegido para el final del episodio, sino, como corresponde a una tira que ha puesto el ojo sobre el milagro cotidiano del amor (aún cuando éste se aleja de los parámetros contemporáneos de la libre elección y la pasión desenfrenada), un momento mucho más doméstico en el que la viuda Fisher y su hija Claire se reencuentran luego del festejo de cada una para acomodar el comedor familiar. Entonces la madre decide que no correrán la mesa (que fue desplazada para bailar durante el cumpleaños), que eso puede esperar. Así, las mujeres Fisher nos son mostradas no sólo en su potencia, sino en su arquetipo, el de las vestales romanas: cuidan el fuego del hogar (las dos son pelirrojas) y son el hogar donde sea que estén.

Thekuit, generoso colaborador de DarkVille, posteó hace poco las tres primeras temporadas de Six Feet Under.


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