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viernes, 3 de febrero de 2012

espías familiares

Nos habíamos visto en su casa de Roldán y me dijo que un canal para el que trabaja comenzaba con la promoción de una "nueva" serie que comenzaría a emitirse en Argentina en estos días; que le habían prometido pasarle unos episodios, pero que aún no los tenían. Cuando me dijo de qué serie se trataba le dije de inmediato que se la pasaba, que tenía la primera temporada completa. Unos días después le pasé dos devedés con los doce episodios de Homeland, previa recomendación de que descargara la versión gratuita del BSPlayer. El 24 de enero me llegó su mensaje: "acá estamos en Pinamar, en este mediodía nublado y luego de desayunar. (...) La verdad es que la serie nos salvó la vida. La vimos en tres o cuatro noches seguidas y nos encantó. 
"Geniales las actuaciones, las idas y vueltas del guión, ese tema con los puntos de vista, los puntos ciegos, los juegos con las cámaras, las relaciones personales ganando lugar a la trama de espionaje, algunas escenas particulares que son geniales (la de la mezquita, el interrogatorio en la cabaña de Carrie a Brody y viceversa), etc, etc, etc. temas que desglosaremos en profundidad con un vino de por medio. (...)
"La verdad es que algunos capítulos nos disparaban un montón de cosas que nos quedábamos charlando, y que obviamente sería imposible de resumir.
"Nosotros acá en Pinamar nos sentimos como sgt. Brody, tratando de adaptarnos a este mundo de adolescentes que si bien son compatriotas no entienden nuestros rituales, ni saben de lo riesgoso de sus acciones". 
Hasta ahí el mensaje de mi amigo.
Claro que ya había notado estos puentes entre la trama de la serie y eso que podríamos llamar el "drama cotidiano", lo material de la vida: la misma serie está planteada del modo que Eric Ambler desarrollaba sus intrigas de espionaje, explotando las pequeñas miserias de los personajes, sin escenarios espectaculares ni otras acciones que no fueran las que ocurren en la intimidad de la vida doméstica: una aventura privada cuyo desenlace está allá, en el fondo del abismo planetario. Sin los argumentos de la paradoja temporal, la del "efecto mariposa", aquella metáfora de Ray Bradbury según la cual la interrupción del vuelo de una mariposa en el pasado podría provocar un vuelco drástico en el futuro, la trama de Homeland viene a señalarnos más o menos eso: la pequeña reverberación moral de un ser anónimo puede tener consecuencias tremendas pero, sobre todo, una política de estado, un sistema político, se funda en torno a la presión y la ilusión que traen esas reverberaciones.
Le escribí, mucho después, tras unas disculpas: "Homeland es republicana: es autocrítica con respecto a los errores de la politica exterior, pero nunca cuestiona los fundamentos o el fundamentalismo de esa política, además de poner la responsabilidad de los errores en una única persona, etcétera. Más allá de eso, la serie es genial y casi revolucionaria por su planteo: lo doméstico de esa política exterior, es como poner a un niño a jugar con una bomba atómica. lo real puede no ser lo que se muestra, pero lo que sí es verdadero son las magnitudes de lo que vemos".
Pero lo que me fascinó del mensaje de mi amigo no fue tanto su encantamiento con la serie sino la escena del final, esa en la que él y su esposa se recluyen a ver la serie mientras los hijos agitan el mundo exterior. Claro, Brody, en la serie, no sólo es un hombre que estuvo en una prisión extranjera, es un recién llegado a su familia, que ha crecido con su fantasma; es un exiliado de la "verdadera vida", la que siempre está en otra parte, y en su alienación vemos en espejo esa gradual mutación por la cual nos enajenamos de una realidad (la de nuestros hijos) que va convirtiéndose en un afuera indescifrable.
Como le puse en mi mensaje, en esa escena de mi amigo y su esposa recluidos, viendo la serie mientras la prole copa la parada, se desliza también, y echando mano a la metáfora del espionaje, que el vínculo con nuestra descendencia puede resolverse también en secreto.

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