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viernes, 6 de abril de 2012
ciudadano
El querido Gustavo Wojciechowski (Maca para los amigos, y conste que escribí el apellido sin leerlo), acaba de enviarme su libro Trasiego (en Yaugurú, su magnífico sello). En ese título leo no sólo la idea encantadora del libro (un original de Maca pasado a un amigo que lo traduce a otro idioma, que se lo pasa a otro amigo que lo devuelve al castellano y, así, el texto muta, es traicionado por los idiomas que lo cruzan, o quién sabe), sino el proceso de vinificación de la uva, la separación de los sólidos del líquido, en el que resulta definitivo para la calidad del vino, al fin y al cabo, el efecto de esos restos de los sólidos de la uva que no pudieron ser trasegados.
Bien, Maca, con cuya poesía familiar ya hemos sido felices o, mejor, con cuya familia hemos sido ya felices leyendo su poesía; Maca, decía, escribe en su original:
«Era una filmación casera, en estricto blanco y negro, picoteada por el tiempo. Recuerdo que todos estaban contentos, hombres y mujeres saltando por la playa entre las rayitas que se sucedían inquietas como los propios familiares, corriendo y riendo.
«Podía reconocer claramente a cada uno de los presentes menos a uno, extrañamente el más contento del grupo. Un despreocupado ciudadano en un balneario de ciudadanos. Esas playas soleadas con unas pocas construcciones emergentes y las gaviotas y el viento. Del muelle ya no quedan ni rastros. La vegetación dejó paso a los chalets y los chalets a los edificios.
«En su momento se lo fui preguntando a los que fueron quedando y nadie lo recordó. Uno porque estaba casi ciego en su neblina permanente, otra estaba muy viejito y ya no podía desprenderse de la televisión, su hermana confundía su madre con la solterona, la tía se iba por las ramas que no conducen a nada. Yo no habría nacido y los demás no recuerdan la filmación. Nadie puede decir quién era.
«¿Cómo puede ser que todos se hayan olvidado? ¿Cómo puede ser que aquella contentura fuera a parar al más insignificante de los olvidos?
«Hay un hombre, o lo hubo ahí, sonriente y totalmente familiar entre el resto de los familiares. Ahora es ajeno. Antes seguro no lo era, cuando era. Ahora lo es cuando no es.
«Nadie queda de aquella filmación.
«No quiero pensar que lo supieron una vez, que ocultaron algo como cuando murió la abuela y no me lo dijeron hasta más de un mes después. Parece inevitable pensar que no lo sabré nunca o siempre lo estaré dudando como una proyección continuada que no deja de acabar. Un teléfono descompuesto. Mientras tanto. Mientras tanto el ciudadano se sigue riendo en su filmación perdida.
«Acaso en su familia haya otra filmación y mi madre también se ríe y nadie reconoce aquella felicidad. Una mujer con todos sus dientes riendo, la cara limpia y desconocida. Siempre es ajena la felicidad y hay alguien que pregunta o se pregunta. Siempre hay alguien. Una filmación en blanco y negro casi cortada. Algo que falta o alguien que nadie puede reconocer.
«Lo digo ahora que vuelven a proyectar aquellas imágenes sobre la pared blanca de la casa y la tía aparece con aquel vestido de todos los días por la puerta de la cocina. Lleva una bandeja humeante de bizcochuelo en la mano y dice que no quiere ver lo que ya pasó. Y todo era como antes.»
Lo sorprendente de todas las versiones vertidas a otros idiomas y, desde esos idiomas al español, es que de inmediato, la "filmación casera" se transforma en "pedacito", "trozo", de filmación amatgeur o de aficionados. Sólo Luis Bravo, al traducir desde el inglés, opta por "un ratito" de película, lo que introduce, o "lee" este asunto del tiempo con el que especula todo el texto.
También desaparece del texto, en todas sus otras versiones que no son el original, el "ciudadano" de la frase "Un despreocupado ciudadano en un balneario de ciudadanos", para pasar a ser un muchacho, un joven. Y éste es uno de los centros de la particular experiencia de leer este texto traducido/traicionado: creo que el "ciudadano" del original, junto con los ciudadanos en la playa, refiere, precisamente, a esa cosa cosmopolita que tiene la playa, más allá de su cuestión familiar, a la que vuelve a ceñirse el término "joven" o "muchacho". La playa, el hecho de que esa familia celebre algo en la playa, muestre su alegría en la playa, vuelve a esa alegría algo más que una alegría familiar, la hace ciudadana. Pero las traducciones no lo registran.
Por último, para cerrar esta primera y superficial impresión sobre el libro de Maca, me fascinó cómo el "Y todo era como antes" del final, en guaraní (versión de Marcia López Duarte) se transforma en "...Ha opyta ymaguaréicha": "y todo es como en los tiempos antiguos". También la versión del hebreo nos da una nueva visión del tiempo: "...pero este tiempo también pasa".
Gracias, Maca, por este nuevo lazo.
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