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miércoles, 18 de julio de 2012
mundo interior
Leo encantado La contraseña de los solitarios, de Alberto Giordano, quien repasa, en la página 128, los diarios de Virginia Woolf y sus lecturas. Cita: "La vida es, dicho con sobriedad y precisión, lo más extraño; contiene en sí la esencia de la realidad".
Y anota: «Lo que Woolf llama "realidad" es siempre el correlato de una experiencia incomunicable, la manifestación de una certidumbre vacía de sentido, una evidencia repentina que se hurta, soberana, a los poderes de la nominación. Es "eso" que aparece en el intervalo entre-momentos cuando no aparece nada, cuando todo se hunde en su imagen. La vida, una vida, como proceso impersonal y extraño, como experiencia aterradora y excitante de los límites de la subjetividad: la irrupción del afuera en el corazón de lo íntimo.»
Me digo que en esos términos (vida como proceso impersonal y extraño e irrupción del afuera en la intimidad –sí, ya sé, el carozo de la escritura–) debe leerse Loser, la novela de Robertita. Sobre todo porque hay ahí, mucho más que en otros intentos escriturarios que cruzan el blog y los intercambios propios de internet, una suerte de amalgama entre la escritura del diario y la del blog (de hecho, Loser nació como blog y puede "leerse", pueden hallarse el mismo estilo en Treintañera).
Loser es escritura de blog, entre otras cosas, porque Robertita es un apodo y eso trastorna aquella relación autor-narrador. El anonimato trae otro interrogante: ¿quién es ese que finjo ser? O: ¿quién es ese que soy falsificándome? Si ese que se exterioriza es mi falsificación, ¿quién se esconde? ¿En qué interior, en qué intimidad habita ese que, no siendo, me muestra? La respuesta parece llegar de la mano de Robertita en la página 157: "Prendo la computadora porque no tengo mundo interior".
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