Desde Adriana Hidalgo me
llega La novela de la poesía
que reúne la poesía de Tamara Kamenszain y prologa Enrique
Foffani (con quien siempre postergamos un café en la esquina de San Lorenzo
y Entre Ríos). Pienso que voy a hojearlo un rato y pasan dos horas. Transcribo
uno de los últimos textos (de 2012) en la página 373, luego del título La novela de la poesía. Lo transcribo
porque quiero escribirlo.
Dice:
¿Ya hablé de la muerte?
Murió mi hermano
murieron mis padres
murió el padre de mis hijos
tantos amigos murieron
y dije y digo que no están
más.
¿Eso es hablar de la muerte?
Dejé anotado que se fueron
les dediqué libros los nombré
por sus nombres me anoticié
de que nadie me contestaba.
¿Eso es hablar de la muerte?
Ensayé todo lo que pude
insistí con estribillos
ajenos
“debajo estoy yo” debajo
estoy yo”
pero Pizarnik ya había nacido
enterrada Alejandra Alejandra
se hizo llamar desde chica
y eso sí que es hablar de la
muerte.
Yo solamente la cito
porque nací en una generación
y eso no es hablar de la
muerte
si el cuerpo camina solo
plegarse con otros al paso
del tiempo
es un deporte literario:
“La muerte y la vida estaban
Otra cosa son los enfermos.
Viel Temperley se estaba
muriendo
cuando escribió Hospital Británico
para encontrar en sus libros
anteriores
un modo de hablar de la
muerte.
En cambio cuando murió mi
hermano
me dijeron que se lo habían
llevado
a curarse a un hospital.
¿Eso es hablar de la muerte?
Mis padres me mintieron para
que no sufriera
y ahora la que miente soy yo
esto no es
hablar de la muerte todavía
no me hice llamar
y lisas y llanas las palabras
solas se me adelantan.
Si pruebo con metáforas
la escena avanza melancólica
y un telón negro anuncia por los
pliegues
que el mundo está en black
out
puertas adentro de lo que nos
espera.
Perlongher levantó la
persiana
y en el centro de su día más
claro
curado del barroco
insistió en negrita por
duplicado
con un canto que no era
ningún cuento:
“Ahora que me estoy muriendo”
“Ahora que me estoy muriendo”.
El poema se llama
“Canción de la muerte en
bicicleta”
parece un chiste
pero no de humor negro
que quede claro:
NO DE HUMOR NEGRO.
Eso es hablar de la muerte.
Los enfermos saben lo que
dicen
los que nacimos en una
generación
seguimos jugando con palabras
como si tuviéramos toda la
vida
por delante un cuaderno a
rayas
por detrás nuestros muertos
queridos
hay que seguir hay que seguir
me digo como a mi edad
se suele decir la gente
cuando habla sola
para no hablar de la muerte
A los 92 mi tío me confiesa
que ahora lo que más lo
entristece
es haber dejado de manejar.
¿Eso es hablar de la muerte?
Después de la muerte de mi
madre
fue él quien me contó que mi
hermano
había “fallecido” a los tres
años
de Tay-Sachs esa enfermedad
congénita
que según Wikipedia
es
“muy común entre
descendientes de hebreos”.
Entonces lo que mis padres
escondían
era lo mismo que aclaraban a
diario
somos judíos no te olvides
somos judíos
como queriendo decir no te
enteres
del sufrimiento.
Conclusión:
el secreto arma ficciones
que duelen
cómo volverlas realidad
si en su variante más clara
o en su variante más oscura
la poesía nunca puede.
Escribir poesía entonces
(¿eso es hablar de la
muerte?)
como seguir manejando es
hasta que la muerte nos
separe.
Hay que seguir hay que seguir
hablo sola debajo del
cuaderno
llevo un diario de los días
que vuelan
miro hacia atrás miro hacia
adelante
es el lujo que me doy con el
secreto
si lo guardo termino hablando
de nada
y si lo ventilo tengo que
inventar una novela
y eso no es hablar de la
muerte.
Se me aclara el panorama:
cuando me detengo la mentira
en una bicicleta fija empuja
el motor del sufrimiento.
¿Y si sigo?
Perlongher pedaleó hasta
alcanzar al Padre Mario
le pidió que en los suburbios
lo salvara de sí mismo
que el milagro le evitara
novelar
su propia muerte
¿Es eso hablar de la muerte?
Mi padre murió asustado
no se quería enterar de nada
preparaba la valijita para
internarse
y yo con la impunidad de la
hija
que no se arrepiente del paso
del tiempo
hasta que el tiempo pasa
le dije mirala de frente
él en cambio me miró a mí
con la impunidad del padre
que sabe
que los hijos siempre
descuentan
porque nacen en una generación
y entonces habló y dijo:
es demasiado literario
a nadie le sirve mirar a la
muerte
esa novela que la escriban
otros
mi hija, vos, es dueña del
secreto
y tenés que respetarlo
los judíos somos miedosos
y a mucha honra.
Me detengo entonces sufro
hoy es un día difícil
el cuerpo se acomoda a mis
síntomas
lo que me duele y lo que no
me duele
se entrenan juntos corren por
dentro
para que no llegue lo que va
queriendo
para adelantarse sana y salva
al apuro de la maratón
corro descorro se contradicen
mis rumbos
el cuerpo de Cristo nadando
en el de Viel
hacia una iglesia de desagüe
voy
voy hacia mi cuerpo”
en mi propia carrera la
natación de Dios
no admite un cuerpo judío
sólo hay cortes
“Rabí
a este
circuncídale la palabra”
dicen unos versos filosos de
Celan.
¿Hablan del nacimiento o
hablan de la muerte?
No sé qué decir pero es
evidente
que cobijado por el techo de
un templo
o a merced del desierto que
avanza
ningún modo seco o moderno
o veraz o relista
puede hacerle decir sin
cortes
algo a la poesía
porque cómo hablar de la
muerte judía
sin contar el cuento cómo
decirle a un padre
cómo convencerlo ahora
convencerme
de que ya está muerto.
El padre de mis hijos
fue un hombre de palabra
moribundo les decía a las
enfermeras
cuando le preguntaban cómo se
sentía
acá estoy en la dulce espera.
Maestro en el arte de decir
inesperadamente por sorpresa
lo que nunca nadie quiere escuchar
ese hombre se estaba yendo
a parir su propia muerte.
Pero cómo hablar de la muerte
de él
si mis hijos mis ojos los
ojos de ellos
puestos en el pasado miran el
futuro
ellos que nacieron en una
generación
donde el reality show da
miedo
ellos seguramente quieren
saber
si es verdad o es mentira
lo que una madre escribe.
¿Cómo hablar de la muerte
entonces
sin haberse muerto?
Cuando ellos descuenten mi
tiempo
el tiempo de su padre volverá
a visitarlos
y otros duelos otros sueños
de infancia revisitada los
fortalecerán
para la vida por fuera lejos
de mi cuaderno a rayas.
Por eso por ellos digo:
no hablé y no creo que hable
por ahora.
Este video de Sebastian Cosor acaso arruina toda alusión al poema cuando los hombres dejan de hablar (uno en un tono pueril, que pregunta al otro si teme morir; el otro, hastiado) "ligeramente" y nos encontramos con la mujer que canta el tema de Pink Floyd. Todo en el "marco" de la escena de Edvard Munch, se entiende.
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