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jueves, 12 de septiembre de 2013

la inquilina

¿Habíamos dicho ya que la progenie y el modo en que la vieja raza resiste el mundo actual suelen ser los temas de las series europeas? Sí, a diferencia de las americanas, en las que casi todo puede analizarse a partir del derrumbe de las utopías del capital.
Bien, confirmamos nuestra humilde hipótesis al ver What Remains, que la BBC One comenzó a emitir el 25 de agosto último y culminará en su cuarto episodio, el domingo que viene. Según el periodista Ben Lawrence, del Telegraph londinense, la serie, que comienza con el hallazgo del cadáver de una mujer de 30 años en el ático de una casona de Londres devenida un edifico con cinco pisos y de quien nadie denunció su desaparición ni la echó de menos durante los dos años que estuvo pudriéndose, estaría basada en el hallazgo real del cuerpo de Joyce Carol Vincent en 2006, tres años después de muerta y sin que nadie haya reclamado por ella.
Según Stuart Jeffries, de The Guardian, la miniserie sortea con elegancia y misterio los clichés más frecuentes del género: último día de un viejo inspector-detective, el cuerpo de una mujer momificado en el ático, una residencia sombría con inquilinos que parecen tener sobrados motivos para callar y confabular, y así. Todos los reseñadores destacan las actuaciones de David Threlfall (el protagonista de la Shameless británica), Indira Varma, David Bamber, Steven Mackintosh o el joven Alexander Arnold (un siniestro adolescente cuyo padre vive con su nueva pareja en la casona donde hallan el cadáver de Melissa Young, una joven de 30 años, gorda, en apariencia sin amigos ni participación en las redes sociales digitales). Todos subrayan también el guión de Tony Basgallop.
La seguidilla de alusiones fílmicas de los reseñadores se agota por lo general en películas de los años 90. Raro, porque una larga película de seis horas (la miniserie no es sino un film dividido en capítulos de una hora y 20 minutos) con un vecindario sumido en un pacto de cercanía y anonimato, en el que se invisibiliza un cadáver, con un observador que ha visto lo que nadie quiere ver remite necesariamente a una de las cimas cinematográficas de un director inglés: La ventana indiscreta (Rear Window: en realidad, La ventana trasera), de Alfred Hitchcock. En nuestros episodios de la BBC, el detective Len Harper (Threlfall) incluso un policía recién retirado, entonces un civil cualquiera, como el James Stewart del film de Hitchcock, cuando se mete de lleno en la investigación. A diferencia de la magistral película, no hay acá una cámara desde un punto fijo, sino que la historia de Melissa se vuelve mucho más fragmentaria e increpa a cada uno de los inquilinos en sus hábitos más solitarios.
Como es televisión, la miniserie no esquiva definiciones casi urgentes. Por ejemplo: "No se hacen amigos en las redes sociales, sino que se los muestra". Como Melissa está muerta minutos después de que comience el primer episodio, la reconstrucción de sus últimos días en el último piso de la casona es el recuerdo de cada uno de los inquilinos. Melissa es joven, pero gorda. Nuestro investigador es sagaz, pero viejo. Su mejor aliada es tenaz, pero está embarazada y casi inmovilizada. Y así.
La soledad, lejos de ser la enfermedad, es casi la aliada de cada uno de ellos. El plantón de nuestro detective, quien invita a un vecino a tomar un whisky añejo tras arreglarle el auto y como primera acción para paliar su aislamiento social luego de dejar la fuerza, es contrastado por el plantón de Melissa en el recuerdo de uno de los moradores de la casona. La reclusa que espera al profesor de matemáticas con la comida hecha summa, resume en su extravagante clausura una imagen del matrimonio que necesariamente contrasta con la soltería de Melissa (quien siempre está masticando algo por fuera de los rituales matrimoniales que ignora) o el hogar de las lesbianas, donde lo que importa es quién se come a quién, no qué come cada una.



 

Si What Remains se convierte en algún momento en un whodunnit, lo hace a partir de desarmar su mismo concepto: ya son todos culpables –porque Melissa permaneció muerta dos años en el altillo sin que nadie notara su ausencia, sin que nadie en principio subiese hasta ahí–, se trata de saber quién dio ese paso más allá. Las reflexiones en torno a las redes sociales, ala soledad y la indiferencia social, la discriminación y todo el repertorio de cuestiones que el estado liberal pretende castigar una vez desaparecido el Estado real son sólo una anécdota, porque sabemos que la televisión debe ser, ya que llegó para suplantar un amplio espectro de la experiencia, anecdótica.

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