Sobre las Jornadas Halperin en la Biblioteca Nacional
UNR/UNER | amoreiraar@yahoo.com.ar
La Biblioteca Nacional ha editado las Jornadas
Halperin Donghi. Entre el espejo de la historia y la tormenta del mundo
que tuvieron lugar en junio de este año 2015. Pero lo que me interesa es
recomendar el video
de la apertura del encuentro a cargo de Horacio González, que se reproduce
al lado de la ponencia Los tiempos que se
quiebran.
Como se verá, en el comienzo de su alocución González
recuerda sus intentos de vincularse con Halperin, su invitación para escribir
en la revista de la Biblioteca y las sutiles y no tan sutiles negativas del
historiador, entre ellas la última carta en la que afirma que no quiere
“participar de una experiencia que me recuerda tan fervorosamente los pasos
decididos que da un país hacia su necesaria decadencia”.
El enlace está arriba, pero acá va de nuevo: Video de H. González.
Ese breve pasaje me recordó que hacia el 2006 [en realidad fue en octubre de 2004, año del III Congreso internacional de la Lengua Española] la cátedra de
Literatura Argentina de la Facultad de Humanidades y artes de Rosario, a cargo
de Martín Prieto, organizó un
ciclo en Biblioteca Argentina. En una de las jornadas expusieron Horacio
González, el mismo Halperin y el escritor Sergi Raimondi de bahía Blanca quien
a la sazón resultó la revelación de la noche. Después el grupo fue a cenar a la
vuelta, por calle Roca. Y allí fuimos testigos del momento en que González se
retiraba a medianoche para pegarse la vuelta en ómnibus a Buenos Aires, como
tantas otras veces. Pero antes se acercó a Halperin y a Adolfo Prieto que lo
acompañaba y los invitó a hablar en Biblioteca Nacional. El gesto de González
era de respeto, el de un alumno que saluda a sus viejos profesores, a dos
bronces, y su invitación no era un formalismo para cerrar la conversación sino
que se la advertía muy seria e insistente. Tanto uno como el otro se mostraron
sorprendidos por la invitación y sus La respuestas fueron amablemente evasivas,
Halperin respondió que ya regresaba a Estados Unidos, que quizás podría ser en
el futuro. Apenas retirado Horacio, Halperin, irónico, agregó que ese futuro no
llegaría nunca porque si algo era seguro era que González no duraría mucho en
su cargo, y cualquier otro lo ocuparía al año siguiente.
González siguió siendo director de la Biblioteca Nacional,
decíamos, y fue como parte de su proyecto cultural que nunca desmintió su sesgo
nacional y popular que se organizaron las Jornadas de homenaje póstumo a
Halperin a las que referimos. Allí, como podrá ahora leerse y verse participan
un abanico abigarrado de intelectuales argentinos de diversa procedencia
quienes más allá de infinitas disidencias coinciden –coincidimos– en una cosa:
que Halperin Donghi es en efecto el más grande historiador argentino.
El uso de los mitos
Importa decir que este encuentro no necesitó apelar a
formulismos consensualistas para poner en acto un modo de comprensión de la
cultura (y en este caso del lugar del gran historiador argentino), en que la
consideración final solo puede comprenderse al interior de un debate plural e
incesante, que por definición no debe cerrarse. En ese marco, el contraste
entre la obra de González y la de Halperin puede resultar interesante puesto
que ambos comparten una misma visión de la acción enmarcada en categorías de la
tragedia, perspectiva que remite a Max Weber; sólo que la mirada irónica que de
allí se desprende tiene en uno y en otros efectos potencialmente distintos.
Como ha señalado Horacio en muchas ocasiones la verdadera discusión con
Halperín pasa por la manera de concebir y usar los mitos, en este caso,
aquellos que fundan una nación y sostienen su cultura habida cuenta que el
historiador se ha empecinado con un talento inigualable en disolverlos. Yo
agregaría como tarea colectiva futura, que es importante revisar la recepción
de ciertos rasgos de Halperin, en particular la de la ironía entendida ésta en
un sentido amplio, como la poética que estructura su obra. Importa observar que
si a esa articulación se le quita la función crítica, la interpelación irónica
puede adquirir los sentidos más diversos: de arma de la crítica –de la desmitificación–
a madre de todos los consensos. Algo de eso hay en los modos en que esta obra
fue leída por amplias parcelas del campo intelectual en las últimas décadas, en
particular en los años 80 y 90 –años en que los intelectuales se transformaron
en profesionales de las ciencias sociales. Quizás se haga necesario pensar que
los nuevos proyectos de país que eventualmente puedan surgir en el porvenir
requieran de otras poéticas que en lugar de inhibir promuevan la activación de
lo político y más profundamente de la acción humana.
Pero volvamos a lo que nos interesa: el 11 y 12 de junio se
realizó un homenaje a Halperin en Biblioteca Nacional en el que participaron
incluso aquellos que han compartido con Halperin una extraña e irrefrenable
terquedad por no comprender todo lo que ha ocurrido en estas latitudes entre
2003 y 2015. Escribo esto el día 22 de noviembre de 2015, horas antes del
balotaje que decidirá el futuro presidente de la Argentina, y no me cabe la
menor duda de que cualquiera sea el ganador de la jornada, en pocos meses
experimentaremos un sentimiento de nostalgia frente a aquel homenaje del mes de
junio y frente a tantos otros eventos de la cultura argentina de estos últimos
años. Quizás podamos entonces desembarazarnos de la carcasa de la imbecilidad
mass mediática que de tantas maneras nos atenaza para poder encontrar una
evaluación justa de este extraordinario período de la historia argentina.
Alejandro Moreira
Rosario, 22 de noviembre de
2015
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