Conversación con Ana Virginia Persello: las divisiones dentro del radicalismo.
Antes de comenzar la entrevista, Ana Virginia Persello
aclara que no va a hablar del presente. Concedido. Persello es acaso la más exhaustiva
de las historiadoras del radicalismo, autora de El partido radical (Siglo
XXI, 2004) e Historia del radicalismo (Edhasa, 2007), entre otros. Graduada en
la Universidad Nacional de Rosario –donde es profesora de Historia Argentina
del siglo XX–, se doctoró en la Universidad de Buenos Aires.
“Antiperonista y gorila son dos cosas distintas. El gorila
es un antiperonista exacerbado, que en el 55 decía que había que borrar al
peronismo de la faz de la tierra, que era el cáncer que había que erradicar.
Pero hay otro antiperonismo que es no gorila, es opositor, pero no entiende que
el peronismo tiene que ser borrado, sino que lo acepta como identidad política
mayoritaria. Después del golpe del 55 el sector vinculado a Ricardo Balbín es
antiperonista duro, ‘gorila’; el ligado a Arturo Frondizi dice que el peronismo
es una realidad con la que debemos convivir, hay que liberarse de Perón, “el
demagogo”, pero hay que recuperar e integrar a las masas a la arena política”,
dice en un momento de la charla.
Definir el radicalismo a partir de sus conocimientos es, de
parte de esta redacción, desentrañar la trama histórica que llevó a gran parte
de los radicales a acompañar el proyecto conservador de Propuesta Republicana
(PRO) dentro de Cambiemos. Las claves están en el recorrido que Persello señala
aquí desde los orígenes hasta el último liderazgo, el de Raúl Alfonsín.
—¿Hay una definición
de qué es el radicalismo, a partir de sus orígenes, su identidad?
—Tu pregunta es si se puede hablar de un radicalismo o hay
que hablar de partes. Ambas cosas. Desde sus orígenes hay una identidad y una
organización, lo que te define a un actor colectivo. Además de ser un partido
es portador de determinada doctrina. Ningún partido político es unívoco, todos
los actores colectivos tienen internamente divisiones, fracturas, cismas,
líneas internas: partidos políticos, fuerzas armadas, corporaciones, en
general. A lo largo de la historia del radicalismo lo que vas viendo son
divisiones internas, cismas, pero eso no impide que lo podamos pensar como una
identidad y una organización. Surge como un partido, como una máquina
electoral, como una religión cívica atravesada por líneas internas. La
historiografía que los propios radicales concibieron una línea conservadora y
una más popular, cuando se habla de Hipólito Yrigoyen y de Marcelo T. de Alvear,
de un radicalismo rojo y uno azul, o de uno más popular y uno conservador,
habla de líneas internas al interior del partido, ahora, todos se asumen como
radicales.
—¿De modo que
Yrigoyen no es exactamente rupturista?
—El radicalismo surge de la Unión Cívica: en 1891-1892, los
radicales se separan de los cívicos, ahí hay una primera escisión, queda Mitre
y los cívicos por un lado y los radicales, haciendo profesión de fe
intransigente, abstencionista, con Leandro Alem, por el otro. El radicalismo
hacia 1896, cuando Alem se suicida entra como en un cono de sombra, pierde
presencia hasta 1903, cuando Yrigoyen lo reorganiza, ahí hay un liderazgo que
reemplaza al otro. Alem era un liberal, pensaba en la descentralización, en el
gobierno mínimo, etcétera. La causa del radicalismo, dice Yrigoyen, es
construir la Nación. De todos modos, Yrigoyen no dice que ese partido sea
diferente al que lideró Alem, lo presenta como una continuidad. Por supuesto
que al interior hay partidarios de Alem y de Yrigoyen que disputan entre sí,
que tienen una diferente concepción del partido político. Hay sectores que
dicen que deben abstenerse, otros que dicen que hay que ir a votar, etcétera.
El primer cisma del partido se produce en 1923, cuando Alvear sucede a Yrigoyen
en el gobierno, ahí se produce una división. Se separa el radicalismo de un
sector que se plantea como antipersonalista. Ahí hay una división que se
concreta en dos partidos, el de Yrigoyen y uno antipersonalista. El otro cisma
se da recién en 1957 entre los partidarios de Ricardo Balbín, Amadeo Sabattini,
que forman UCR del Pueblo y los de Arturo Frondizi, que forman la UCR
Intransigente. Pero lo que hubo en ese lapso fueron convivencias conflictivas,
facciones internas, líneas, pero no divisiones.
—¿Desde sus orígenes
el radicalismo se vincula con la idea de república?
—Depende cómo entendamos república. Cuando surge como
partido político reivindica la constitución de 1853, una constitución que pauta
para el país un sistema de gobierno republicano (con división de poderes),
representativo (los gobernantes son electos) y federal. Esos son los tres
principios que, el radicalismo dice, están conculcados (quebrantados), para
restablecerlos se constituyen como fuerza política: hay que respetar la
división de poderes, bregar por el sufragio libre y respetar las autonomías
provinciales. La Constitución es el primer programa del radicalismo. Dentro hay
tendencias: una más liberal republicana y otra más nacional popular. La de
Yrigoyen, más nacional popular, reivindica que el partido es la causa, la
Nación, pone la voluntad por sobre la ley.
—Eso explica la
adhesión del grupo Forja (creado por Raúl Scalabrini Ortiz en 1935 y disuelto
en 1945) al primer peronismo.
—Exacto, Forja surge en 1935 oponiéndose a la dirección que
ejercía Alvear sobre el partido y reivindicando la causa del pueblo, la idea
del radicalismo en tanto representación de la Nación. Dicen: Lo que quiere
Alvear es transformar al radicalismo en un partido de orden, y el radicalismo
es más que un partido. Esto es Forja, que no es casual que se disuelva a partir
de la emergencia del peronismo (1945), porque entienden que encuentran en el
peronismo la causa que defendían. Aunque después no se lleven muy bien con
Perón. La idea es que el radicalismo traicionó las banderas de Yrigoyen y viene
un nuevo abanderado de la causa del pueblo que es Perón.
—Fue a Ricardo Caballero –militante radical, incluso enrolado en causas sindicales– a quien fue a buscar el general golpista Justo para que fuera parte de su gobierno.
—Caballero fue un personaje atípico. Fue un yrigoyenista que se pelea con Yrigoyen en el 28, es jefe político y de Policía en Santa Fe y cuando se produce el golpe de 1930 Caballero dice que de todos modos había que salvar al partido, había que unificarse, trabajar para que el partido no se debilite por su salida abrupta del poder. Y empieza a trabajar dentro del radicalismo santafesino en ese sentido y rápidamente es tentado por Justo –que fue ministro de Alvear y se caracterizaba como un radical antipersonalista– y adhiere al justismo. Justo, después de la caída de Yrigoyen, quería un radicalismo depurado de los elementos que se suponían demagógicos, despóticos dentro del radicalismo, y en parte Caballero adhiere a esta idea de que Justo puede reagrupar al radicalismo liberado tras la caída de Yrigoyen. Esto no pasa. Quien se hace cargo del partido es Alvear y Caballero termina militando en las filas del justismo, como otros radicales antipersonalistas que pasan a ser ministros de Alvear: Iriondo, Melo, etc., y Caballero hace de nexo entre el gobierno santafesino y el nacional. En Santa Fe el radicalismo antipersonalista es una de las pocas provincias donde es fuerte.
—¿Esa tardición antipersonalista santafesina perdura?
—No, el radicalismo antipersonalista no supera los años 30. En los 40 ya está como muy diluido al interior de los propios gobiernos conservadores por un lado y hay algunos dirigentes antipersonalistas que pasan al peronismo, no me pregunte por qué. Quijano, el correntino, por ejemplo.
—El historiador Bruno Nápoli
sostiene que los radicales siempre acompañaron a los gobiernos
conservadores a partir del 30.
—En principio, el radicalismo surge en oposición a los
gobiernos conservadores de 1880, el conservadurismo es el otro del radicalismo
hasta que emerge el peronismo. Cuando Yrigoyen habla de causa y régimen, el
radicalismo es la causa y los conservadores son el régimen. A los gobiernos a
los que después se suele denominar conservadores son los posradicales, los que
asumen después del golpe del 30, los de Justo, Roberto M. Ortiz, hasta la
llegada del peronismo. Ahí el radicalismo se abstiene de participar en
elecciones para desligitimar al gobierno conservador hasta 1935, cuando vuelve
a la arena electoral y la lectura yrigoyenista es que al levantar la tensión legitiman
al gobierno conservador y colaboran. No hacen toda la oposición que deberían,
se diluyen como partido opositor según la versión yrigoyenista. Por eso el
forjismo se separa y surge todo un sector radical que se llama intransigente
que se opone a la dirección que le da Alvear al partido porque dicen que está
colaborando con los conservadores. Históricamente, el otro del radicalismo va a
ser el peronismo, los que permanecen en las filas radicales son opositores
férreos al peronsimo y a partir del golpe del 55, que derroca a Perón, hay un
sector del radicalismo que es más duramente antiperonista, si querés gorila,
que es el sector de Ricardo Balbín, y otro que dice que hay que integrar a las
masas sin Perón, que es Arturo Frondizi. Ahí hay dos visiones frente al
peronismo.
—¿Y qué figura vino a
jugar Alfonsín frente al peronismo y dentro de la tradición radical?
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