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miércoles, 6 de junio de 2018

nación o colaboracionismo

Conversación con Ana Virginia Persello: las divisiones dentro del radicalismo. 

Antes de comenzar la entrevista, Ana Virginia Persello aclara que no va a hablar del presente. Concedido. Persello es acaso la más exhaustiva de las historiadoras del radicalismo, autora de El partido radical (Siglo XXI, 2004) e Historia del radicalismo (Edhasa, 2007), entre otros. Graduada en la Universidad Nacional de Rosario –donde es profesora de Historia Argentina del siglo XX–, se doctoró en la Universidad de Buenos Aires.

“Antiperonista y gorila son dos cosas distintas. El gorila es un antiperonista exacerbado, que en el 55 decía que había que borrar al peronismo de la faz de la tierra, que era el cáncer que había que erradicar. Pero hay otro antiperonismo que es no gorila, es opositor, pero no entiende que el peronismo tiene que ser borrado, sino que lo acepta como identidad política mayoritaria. Después del golpe del 55 el sector vinculado a Ricardo Balbín es antiperonista duro, ‘gorila’; el ligado a Arturo Frondizi dice que el peronismo es una realidad con la que debemos convivir, hay que liberarse de Perón, “el demagogo”, pero hay que recuperar e integrar a las masas a la arena política”, dice en un momento de la charla.

Definir el radicalismo a partir de sus conocimientos es, de parte de esta redacción, desentrañar la trama histórica que llevó a gran parte de los radicales a acompañar el proyecto conservador de Propuesta Republicana (PRO) dentro de Cambiemos. Las claves están en el recorrido que Persello señala aquí desde los orígenes hasta el último liderazgo, el de Raúl Alfonsín.

—¿Hay una definición de qué es el radicalismo, a partir de sus orígenes, su identidad?

—Tu pregunta es si se puede hablar de un radicalismo o hay que hablar de partes. Ambas cosas. Desde sus orígenes hay una identidad y una organización, lo que te define a un actor colectivo. Además de ser un partido es portador de determinada doctrina. Ningún partido político es unívoco, todos los actores colectivos tienen internamente divisiones, fracturas, cismas, líneas internas: partidos políticos, fuerzas armadas, corporaciones, en general. A lo largo de la historia del radicalismo lo que vas viendo son divisiones internas, cismas, pero eso no impide que lo podamos pensar como una identidad y una organización. Surge como un partido, como una máquina electoral, como una religión cívica atravesada por líneas internas. La historiografía que los propios radicales concibieron una línea conservadora y una más popular, cuando se habla de Hipólito Yrigoyen y de Marcelo T. de Alvear, de un radicalismo rojo y uno azul, o de uno más popular y uno conservador, habla de líneas internas al interior del partido, ahora, todos se asumen como radicales.


—¿De modo que Yrigoyen no es exactamente rupturista?

—El radicalismo surge de la Unión Cívica: en 1891-1892, los radicales se separan de los cívicos, ahí hay una primera escisión, queda Mitre y los cívicos por un lado y los radicales, haciendo profesión de fe intransigente, abstencionista, con Leandro Alem, por el otro. El radicalismo hacia 1896, cuando Alem se suicida entra como en un cono de sombra, pierde presencia hasta 1903, cuando Yrigoyen lo reorganiza, ahí hay un liderazgo que reemplaza al otro. Alem era un liberal, pensaba en la descentralización, en el gobierno mínimo, etcétera. La causa del radicalismo, dice Yrigoyen, es construir la Nación. De todos modos, Yrigoyen no dice que ese partido sea diferente al que lideró Alem, lo presenta como una continuidad. Por supuesto que al interior hay partidarios de Alem y de Yrigoyen que disputan entre sí, que tienen una diferente concepción del partido político. Hay sectores que dicen que deben abstenerse, otros que dicen que hay que ir a votar, etcétera. El primer cisma del partido se produce en 1923, cuando Alvear sucede a Yrigoyen en el gobierno, ahí se produce una división. Se separa el radicalismo de un sector que se plantea como antipersonalista. Ahí hay una división que se concreta en dos partidos, el de Yrigoyen y uno antipersonalista. El otro cisma se da recién en 1957 entre los partidarios de Ricardo Balbín, Amadeo Sabattini, que forman UCR del Pueblo y los de Arturo Frondizi, que forman la UCR Intransigente. Pero lo que hubo en ese lapso fueron convivencias conflictivas, facciones internas, líneas, pero no divisiones.

—¿Desde sus orígenes el radicalismo se vincula con la idea de república?

—Depende cómo entendamos república. Cuando surge como partido político reivindica la constitución de 1853, una constitución que pauta para el país un sistema de gobierno republicano (con división de poderes), representativo (los gobernantes son electos) y federal. Esos son los tres principios que, el radicalismo dice, están conculcados (quebrantados), para restablecerlos se constituyen como fuerza política: hay que respetar la división de poderes, bregar por el sufragio libre y respetar las autonomías provinciales. La Constitución es el primer programa del radicalismo. Dentro hay tendencias: una más liberal republicana y otra más nacional popular. La de Yrigoyen, más nacional popular, reivindica que el partido es la causa, la Nación, pone la voluntad por sobre la ley.

—Eso explica la adhesión del grupo Forja (creado por Raúl Scalabrini Ortiz en 1935 y disuelto en 1945) al primer peronismo.

—Exacto, Forja surge en 1935 oponiéndose a la dirección que ejercía Alvear sobre el partido y reivindicando la causa del pueblo, la idea del radicalismo en tanto representación de la Nación. Dicen: Lo que quiere Alvear es transformar al radicalismo en un partido de orden, y el radicalismo es más que un partido. Esto es Forja, que no es casual que se disuelva a partir de la emergencia del peronismo (1945), porque entienden que encuentran en el peronismo la causa que defendían. Aunque después no se lleven muy bien con Perón. La idea es que el radicalismo traicionó las banderas de Yrigoyen y viene un nuevo abanderado de la causa del pueblo que es Perón.


—Fue a Ricardo Caballero –militante radical, incluso enrolado en causas sindicales– a quien fue a buscar el general golpista Justo para que fuera parte de su gobierno.

—Caballero fue un personaje atípico. Fue un yrigoyenista que se pelea con Yrigoyen en el 28, es jefe político y de Policía en Santa Fe y cuando se produce el golpe de 1930 Caballero dice que de todos modos había que salvar al partido, había que unificarse, trabajar para que el partido no se debilite por su salida abrupta del poder. Y empieza a trabajar dentro del radicalismo santafesino en ese sentido y rápidamente es tentado por Justo –que fue ministro de Alvear y se caracterizaba como un radical antipersonalista– y adhiere al justismo. Justo, después de la caída de Yrigoyen, quería un radicalismo depurado de los elementos que se suponían demagógicos, despóticos dentro del radicalismo, y en parte Caballero adhiere a esta idea de que Justo puede reagrupar al radicalismo liberado tras la caída de Yrigoyen. Esto no pasa. Quien se hace cargo del partido es Alvear y Caballero termina militando en las filas del justismo, como otros radicales antipersonalistas que pasan a ser ministros de Alvear: Iriondo, Melo, etc., y Caballero hace de nexo entre el gobierno santafesino y el nacional. En Santa Fe el radicalismo antipersonalista es una de las pocas provincias donde es fuerte.

—¿Esa tardición antipersonalista santafesina perdura?



—No, el radicalismo antipersonalista no supera los años 30. En los 40 ya está como muy diluido al interior de los propios gobiernos conservadores por un lado y hay algunos dirigentes antipersonalistas que pasan al peronismo, no me pregunte por qué. Quijano, el correntino, por ejemplo.

—El historiador Bruno Nápoli sostiene que los radicales siempre acompañaron a los gobiernos conservadores a partir del 30.

—En principio, el radicalismo surge en oposición a los gobiernos conservadores de 1880, el conservadurismo es el otro del radicalismo hasta que emerge el peronismo. Cuando Yrigoyen habla de causa y régimen, el radicalismo es la causa y los conservadores son el régimen. A los gobiernos a los que después se suele denominar conservadores son los posradicales, los que asumen después del golpe del 30, los de Justo, Roberto M. Ortiz, hasta la llegada del peronismo. Ahí el radicalismo se abstiene de participar en elecciones para desligitimar al gobierno conservador hasta 1935, cuando vuelve a la arena electoral y la lectura yrigoyenista es que al levantar la tensión legitiman al gobierno conservador y colaboran. No hacen toda la oposición que deberían, se diluyen como partido opositor según la versión yrigoyenista. Por eso el forjismo se separa y surge todo un sector radical que se llama intransigente que se opone a la dirección que le da Alvear al partido porque dicen que está colaborando con los conservadores. Históricamente, el otro del radicalismo va a ser el peronismo, los que permanecen en las filas radicales son opositores férreos al peronsimo y a partir del golpe del 55, que derroca a Perón, hay un sector del radicalismo que es más duramente antiperonista, si querés gorila, que es el sector de Ricardo Balbín, y otro que dice que hay que integrar a las masas sin Perón, que es Arturo Frondizi. Ahí hay dos visiones frente al peronismo.

—¿Y qué figura vino a jugar Alfonsín frente al peronismo y dentro de la tradición radical?

—Alfonsín milita en la UCR del Pueblo, con Balbín, con Arturo Illia, cuando se produce el golpe de 1966 él era candidato a la gobernación de Buenos Aires, trabajando dentro del gobierno de Illia cuando Balbín era presidente del partido. A partir del golpe del 66 hay un proceso de radicalización general de la sociedad, aparecen las organizaciones armadas, la teología de la liberación, se radicaliza el movimiento estudiantil y el radicalismo no es ajeno a ese proceso. Surgen sectores que dicen que Balbín, como presidente del partido, no se está oponiendo lo suficiente al gobierno militar. Y ahí se organiza Franja Morada, donde confluyen socialistas, anarquistas, hasta que en 1971 queda como el brazo estudiantil de la UCR. Y aparece un movimiento que los historiadores llaman generación intermedia donde está Alfonsín, que junto con Federico Storani, Enrique Nosiglia, entre otros, forman la Coordinadora y todas estas agrupaciones constituyen el movimiento Renovación y Cambio, que empieza a disputarle las internas a Balbín antes del 73, que las gana, pero Alfonsín se presenta ya como candidato del radicalismo, enfrentado a Balbín y las elecciones las gana Perón. Después viene el golpe del 76 y Balbín y Alfonsín tienen posiciones diferentes frente a la dictadura, Alfonsín está en la APDH, tiene una preocupación mayor por los derechos humanos, es un opositor más fuerte al gobierno militar y, junto con el movimiento Renovación y Cambio se empiezan a preparar para ser el recambio, se contactan con exiliados, con intelectuales, con técnicos para preparar un programa para un partido que esté en condiciones de gobernar a la caída de la dictadura. A esto ayuda también que en el 81 se muere Balbín. El gesto de Alfonsín es releer la tradición radical y reubicarse en esa tradición: lo reivindica a Yrigoyen pero se opone al hegemonismo, a identificar al partido con la Nación, en ese sentido tiene un gesto mucho más republicano. Y reivindica a Alem e incluso a Frondizi. Relee la tradición para transformar al radicalismo en un partido que no sea sólo recolector de los votos antiperonistas sino que tenga una identidad mucho más fuerte, se presenta como un partido abierto, la convocatoria para esas elecciones (1983) es mucho más amplia que la radical. Me parece que es el único gesto que se produjo para intentar reconfigurar la identidad partidaria y presentarse como un partido que quería ganar la calle, que no se presenta como el opositor del peronismo, sino como lo otro del peronismo, intenta no ser el recolector de los votos antiperonistas. Eso logra Alfonsín, aunque después ya no vuelve a darse. El radicalismo es un partido de liderazgos y el de Alfonsín fue el último. 

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