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lunes, 11 de junio de 2018

nada más político que la comida

Fueron mis amigos de Hoja de ruta los que me introdujeron en Anthony Bourdain, de hecho, en un asado insuperable el miércoles último, dos días antes de que Bourdain se matara en Francia, habíamos estado hablando de él y, con el diario del viernes, alguien puso en el grupo de WhatsApp: “Lo mufé”. Federico Fritschi recordó en el programa del viernes que muchas veces la puerta de entrada a un país, para Bourdain, eran los músicos y que en Argentina comió con algunos de los integrantes de Los Pericos un choripán, entre otras cosas. Coki Debernardi recordó la foto que se sacó en Chile, cuando lo cruzó en un Aeropuerto.
Coki con Bourdain en el aeropuerto de Chile. Imagen tomada de Twitter.

“Anthony Bourdain demandaba que tuviésemos en cuenta la humanidad de todos aquellos que los medios nunca retrataron”, subtitula esta nota que traducimos acá el periodista del diario estadounidense de izquierda The Nation John Nichols.




Anthony Bourdain llevó Parts Unknown (“Piezas desconocidas”, su serie de CNN premiada con un Emmy) a lugares donde la mayoría de los medios no llegan. Aparentemente nos contaba historias sobre cómo se preparan y consumen alimentos. Pero Bourdain estaba realmente fascinado y comprometido con diversas culturas y con la experiencia humana que reflejan. Se involucró profesional, personal y políticamente.

Dijo que no era un narrador, ni un periodista. Pero Bourdain era a menudo un comentarista sobre geopolítica más lúcido que los políticos y los expertos que intrigan para estrechar la comprensión de nuestra humanidad compartida.
 Bourdain en Gaza. Imagen tomada de Gaza Mom.

El chef y el autor, que murió a los 61 años, intentó expandir ese entendimiento. Y lo hizo viajando a zonas de conflicto e invitando a los espectadores a ir con él a los mercados, las cocinas y las mesas de familias cuya bondad y decencia rara vez se reflejaba en la cobertura de los medios de países que mantienen desacuerdos entre ellos mismos, con sus vecinos y con los Estados Unidos. Hizo esto en Kurdistán, Congo, Libia, Myanmar y, lo que cobró fama mundial, en Irán. Pero fue su visita a Gaza, Cisjordania y Jerusalén en 2013 lo que puso sobre la mesa la evaluación más poderosa de los desafíos y las posibilidades del trabajo que hizo.

“No hay esperanza, ninguna, de hablar de ello sin molestar a alguien, si no, a todo el mundo”, anunció, al presentar el programa Parts Unknown. “Para el final de esta hora, seré visto por muchos como un simpatizante terrorista, una herramienta sionista, un judío que se odia a sí mismo, un apologista del imperialismo estadounidense, un orientalista, un socialista, un fascista, un agente de la CIA, y algo peor”.

La hora de la televisión por cable que presentó Bourdain fue tan honesta y respetuosa en su interpretación de los palestinos que el Consejo de Asuntos Públicos Musulmanes honró al anfitrión con su premio Voces de Coraje y Conciencia en los Medios en 2014.

La respuesta de Bourdain fue una aguda crítica de los medios que no refleja la historia completa de pueblos diversos y sus exquisitas culturas: “Estaba enormemente agradecido por la respuesta de los palestinos, en particular por hacer lo que a mí me parecía algo común, algo que hacemos todo el tiempo: mostrar a la gente común haciendo cosas cotidianas, cocinando y disfrutando de las comidas, jugando con sus hijos, hablando de sus vidas, sus esperanzas y sueños.

“Es una medida, creo, de lo retorcida y superficial que es la representación de un pueblo, ya que estas imágenes son un shock para muchos. El mundo ha recogido muchas cosas terribles sobre el pueblo palestino, nada más vergonzoso que privarlos de su humanidad básica.”

“Las personas no son estadísticas”, concluyó Bourdain. “Eso es todo lo que intentamos mostrar. Un pequeño paso y patéticamente pequeño hacia la comprensión “.

Fue, tal vez, un pequeño paso. Pero ciertamente no fue patético.

Importaba, al igual que todo lo que Anthony Bourdain intentaba enseñarnos: en sus libros, en sus programas de varias cadenas de cable y en el trabajo de documentación que había comenzado a abrazar con proyectos como el notable documental de 2017 WASTED: The Story of Food Waste (“Basura: La historia del desperdicio de alimentos”), sobre la política de preparación y consumo de alimentos.

Bourdain saltó las fronteras de la ubicación y la práctica. Y, por supuesto, esto no siempre halló aprobación.

“Lo escuché un montón de veces, ya sabés: ‘Atenete sólo a la comida, loco. Dejá de hablar de política”, dijo el chef en 2017.

Su respuesta a cada intento de que estrechara su foco de atención, y su humanidad, forma hoy la porción vital del legado que Anthony Bourdain preparó para todos nosotros.

“No hay más político que la comida”, le dijo a la publicación Food & Wine. “¿Quién come? ¿Quién no? ¿Por qué las personas cocinan lo que cocinan? Es siempre el final o parte de una larga historia, muy a menudo una dolorosa. Miren, viajo alrededor del mundo y le pregunto a las personas ‘¿Qué te hace feliz, qué comés y qué te gustaría que coman tus chicos dentro de diez años?’, y consigo algunas respuestas realmente interesantes y complicadas en lugares como Beirut, Irán, Vietnam e, incluso, en Detroit.

* John Nichols es corresponsal de política nacional en The Nation. Es autor de Horsemen of the Trumpocalypse: A Field Guide to the Most Dangerous People in America (“Los jinetes del Trumpocalipsis: una guía de campo de las personas más peligrosas en Estados Unidos”, Nation Books), y coauthor, junto con Robert W. McChesney, de People Get Ready: The Fight Against a Jobless Economy and a Citizenless Democracy (“El pueblo se prepara: la pelea contra una economía sin trabajo y una democracia sin ciudadanos”).
Acá puede escucharse el último tema musical que posteó Bourdain en SoundCloud.

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