Pocos
críticos vieron la leyenda en la pared como Mark Fisher. El escritor, el
profesor y el teórico siempre supieron que el arte y la política no podían
separarse. A partir de una colección diversa de discos de artistas como David
Bowie, Joy Division y Drake, Fisher vio la música como una ventana a los
efectos del capitalismo en la identidad, la economía y la política, y tenía la
habilidad de convertir las ideas académicas en formas accesibles para entender
el lugar del arte en la sociedad.
Como
consecuencia de su trágica
muerte el año pasado, la noticia de su pérdida se propagó rápidamente a
través de las redes sociales, donde sus seguidores se esmeraron en poner
palabras al poder de su trabajo; desde los humildes comienzos su querido blog, k-punk,
hasta la influencia generalizada de sus libros, los escritos de Fisher se
convirtieron en la zona cero de un tipo diferente de crítica cultural, uno de
un entusiasmo tan insaciable para la cultura pop como indiscutiblemente
cortante, urgente y radical.
A lo
largo de tres libros, numerosas piezas de revistas y cientos de ensayos breves,
Fisher estableció una visión del mundo vasta y totalizadora definida por sus
pensamientos sobre el capitalismo, los medios y la posvida. En el nacimiento de
la crisis financiera de 2008, Fisher acuñó el término “realismo capitalista”
para describir una creencia específica cada vez más común entre los políticos
tanto en el Reino Unido como en América del Norte: no importa cuán mal estaban
las cosas bajo el capitalismo, los crudos 300 años del viejo sistema político y
económico se habían convertido en la única opción viable, y resulta casi
imposible imaginar una alternativa realista al mercado global actual.
Erigiéndose
sobre el trabajo de Fredric Jameson y Slavoj Žižek, Fisher consideró la
expresión “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”
como algo más que un simple fatalismo marxista; su libro de 2009, Capitalismo realista, abordó el cine, la
literatura y la música como una lente para escrutar el fenómeno que nombraba,
un manifiesto de algún tipo de alternativa duradera al capitalismo global
inspirado en el arte que amaba. Pero antes de incluirlos en Realismo
capitalista, casi todos los escritos que presentaba existían en formas
anteriores como ensayos y publicaciones en el blog de Fisher, k-punk.
Iniciado
en 2003, k-punk comenzó como una
manera de hacer una apuesta ligera con la que Fisher pudiese volver a lo que le
gustaba escribir después de terminar un doctorado en la Universidad de Warwick;
a diferencia de las exigencias a veces draconianas de la academia, los blogs
(una práctica próspera en 2003) fomentaron una comunidad íntima de lectores de
ideas afines para Fisher, incluidos músicos experimentales conocidos como Kode9, Tim Hecker, Holly Herndon, and el
Caretaker. “Casi en tiempo real, k-punk
escribió sobre un mundo en constante cambio y aún demuestra cómo con ingeniosa
agudeza, compasión y mucha buena música, podemos recrear un mundo mejor para
cada uno”, compartió hace muy poco Herndon con la revista
Crack. “Seguimos yendo a
cobijarnos en la visión de Fisher”.
Lanzado
este noviembre, K-punk: The Collected and
Nonpubliced Writings of Mark Fisher (2004–2016) [K-punk: Compilación de los escritos no publicados de Mark Fisher] hace
lo que su título sugiere, compila más de una década de publicaciones en blogs,
entrevistas y manuscritos inéditos en un testimonio arqueológico de 800 páginas
de la vida digital de Mark Fisher. Alguna vez llamada “la
revista de un solo hombre superior a la mayoría de las revistas en Gran Bretaña”,
el blog alcanzó el culto en su apogeo, y Fisher se ofreció como una especie de
líder de la caótica comunidad del sitio. Con su voraz sección de comentarios al
estilo de un foro, el blog se convirtió en el eje central de una red en
expansión de la propia creación de Fisher, extendiéndose cada vez más a través
de sus lectores electrónicos y en constante evolución.
De
alguna manera, k-punk elevó la vara,
desafiando a los académicos a hablar claramente mientras desafiaba a los
blogueros y críticos a adentrarse en la teoría política. En un ensayo sobre El resplandor, de Stanley Kubrick, para
el periódico cultural Perforations,
Fisher tomó prestado el término “hauntology”** de los Espectros de Marx, de Jacques Derrida, que describía los
rendimientos decrecientes de la nostalgia como parte de un fracaso más amplio
en la concepción de un futuro progresista para la cultura popular en el momento
presente. El término sirvió más tarde como la fuerza guía del segundo libro de
Fisher, Ghosts of My Life***, que,
además de mostrar sus escritos sobre películas, incluye ensayos sobre Kanye West,
James Blake y Burial. Para Fisher, la hauntology
era un sentimiento que definía una era, un espíritu unificado de la producción
cultural del siglo XXI, donde la melancólica nostalgia de álbumes como la
elegía del 11-S del músico ambient William Basinski, Disintegration Loops encarnaba la depresión colectiva de una
generación, proporcionando la banda sonora de toda una década de decadencia
económica latente.
En sus mejores momentos, el trabajo de Fisher lidió con los
grandes interrogantes sobre el potencial emancipador del arte en un momento en
que pocos críticos culturales parecían estar interesados en la política. Años
antes de los horrores de las elecciones de 2016, el influyente ensayo de Fisher
“Exiting
the Vampire Castle” (“Saliendo del castillo del vampiro”), fue al corazón
sangrante y carnoso del individualismo neoliberal al señalar la necesidad de la
solidaridad de clase frente a un futuro político globalmente sombrío. Los
desenlaces del movimiento que llevó a la Primavera Árabe y a Ocuppy Wall Street
–una historia ahora familiar sobre la importancia de las redes sociales como
herramienta para la organización de las bases–, recién estaban cobrando forma.
Siempre reacio a las narraciones simplistas, Fisher creía que las idas y
venidas de lo que sucedía online, sobre todo a través de una crítica miope de
la identidad, en realidad estaban haciendo más daño a la izquierda progresista
que a las cosas que provenían de los medios de comunicación centristas.
A pesar de la reacción que recibió inicialmente, en la que hubo críticos
que notaron
pronto que el ensayo sólo cambió una estetización de las políticas de identidad
online por un atractivo estético similar para la clase trabajadora, la crítica
de Fisher de que las redes sociales están, por encima de todo, “dedicadas a la
reproducción del capital” se siente cada vez más inapelable hoy en día, en
especial en un momento en que las luchas internas online a menudo tienen
consecuencias muy reales para los esfuerzos de las bases. Sin embargo, como
muchos de sus escritos, no fue hasta después de la muerte de Fisher que el
trabajo fue realmente reconocido por la sabiduría que contenía en el momento de
su publicación.
Leídas de principio a fin en la edición impresa, sorprende lo bien
que encaja cada idea en K-punk en el
proyecto más amplio de Fisher, una especie de mapa mental improvisado de la
psique del autor. En su última sección, la selección incluye la introducción
inacabada de lo que habría sido el cuarto libro de Fisher, Acid Communism (Comunismo
ácido). Enmarcada como una historia del utopismo socialista que se remonta
a la década de 1960, la introducción tiene como objetivo superar la crisis del
realismo capitalista, trazando una nueva dirección hacia una semblanza de
abundancia socialista para todos. En su discusión sobre canciones como “Sunny
Afternoon” de The Kinks, “I'm Only Sleeping” de los Beatles y, lo que es más
importante, “Psychedelic Shack” de Temptations, el trabajo se percibe como un
llamado postcapitalista de menos trabajo, más estabilidad y una nueva política
contracultural basada en la realización de la conciencia colectiva. “La cultura
de masas, y la cultura musical en particular, fue un terreno de lucha en lugar
de uno de dominio del capital”, escribe. “¿Qué pasaría si la contracultura
fuera solo un comienzo difícil, en lugar de lo mejor que se podía esperar?”
En el estupor de su fallecimiento el año pasado, la izquierda
lamentó la pérdida de uno de sus críticos más astutos, un pensador comprometido
con la identificación de las deficiencias del movimiento y con la construcción
de una alternativa sólida y legítima que confrontara la sensación de declive
actual. “Lo seguro es que hoy estamos en un baldío ideológico en el que el
neoliberalismo es dominante solo por defecto”, escribió
en 2013. Cinco años después, casi todos los diagnósticos que produjo Fisher a
lo largo de aproximadamente quince años suenan verdaderos. Ahora más que nunca,
su proyecto para un futuro mejor se percibe como una luz que nos guía.
* Arcand es escritor, editor y diseñador web. Su trabajo indaga en
la relación entre plataformas digitales y las artes. Algunos de sus trabajos
fueron publicados en SPIN, Pitchfork, Vice, The Outline, entre
otros. Se graduó en la Duke University, donde escribe la economía política de
los medios digitales.
** “Espectrología” podría ser una traducción de ese término que en
francés, en el original, es “hantologie” y une, en inglés, los términos “haunt”
y “ontology”: embrujo –usado también como obsesión– y ontología. “Espectro”
alude no sólo a los fantasmas de Marx que leyó Derrida, también a los que
contaminan la vida a través de la nostalgia. Asimismo, el término se usa con
mucha frecuencia para una clase especial de melancolía, la de las visiones de
un futuro que ya no existe. (N. del T.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios se moderan, pero serán siempre publicados mientras incluyan una firma real.