Páginas

viernes, 8 de febrero de 2019

decadencia y caída del dólar


La corrupta e inepta presidencia de Donald Trump ha disparado sin darse cuenta el tiro de gracia al imperio estadounidense: la retirada del dólar como la principal moneda de reserva del mundo. Las naciones de todo el mundo, especialmente en Europa, dejaron de confiar en una actuación racional de Estados Unidos, y mucho menos en su capacidad de liderar en temas de finanzas internacionales, comercio, diplomacia y guerra. Estas naciones están desmantelando silenciosamente la alianza de siete décadas con los Estados Unidos y construyendo sistemas alternativos de comercio bilateral. Esta reconfiguración del sistema financiero mundial será fatal para el imperio estadounidense, como lo señalaron el historiador Alfred McCoy y el economista Michael Hudson. Disparará una espiral de muerte económica, que incluirá alta inflación, va a requerir una contracción militar masiva en el extranjero y hundirá a los Estados Unidos en una depresión prolongada. Trump, en lugar de volver a hacer grande a Estados Unidos, se ha convertido, sin saberlo, en el sepulturero más tenaz del imperio.

Imagen de Mr. Fish.

La administración Trump saboteó caprichosamente a las instituciones globales, incluida la Otan, la Unión Europea, las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el FMI, que proporcionan cobertura y legitimidad al imperialismo estadounidense y a la hegemonía económica mundial. El imperio estadounidense, como señala McCoy, siempre fue un híbrido de imperios pasados. Desarrolló, escribe, “una forma distintiva de gobierno global que incorporaba aspectos de imperios precedentes, antiguos y modernos. Este imperio único de los Estados Unidos era ateniense en su capacidad para forjar coaliciones entre aliados; romano en su dependencia de las legiones que ocupaban las bases militares en la mayor parte del mundo conocido, y británica en su aspiración de fusionar cultura, comercio y alianzas en un sistema integral que cubría el mundo”.
Cuando George W. Bush invadió unilateralmente Irak, desafiando con su doctrina del derecho internacional de guerra preventiva y rechazando las protestas de los aliados tradicionales, comenzó la ruptura. Pero Trump profundizó las fisuras. La retirada de la administración Trump del acuerdo nuclear iraní de 2015 –incluso cuando Irán cumplió con el acuerdo– y la exigencia de que las naciones europeas también se retiraran o se atendrían a las sanciones de EEUU hizo que las naciones europeas desertaran y establecieran un sistema de intercambio monetario alternativo que excluye a Estados Unidos. Irán ya no acepta el dólar a cambio de petróleo en los mercados internacionales y lo ha reemplazado por el euro, un factor nada pequeño en la profunda animosidad de Washington hacia Teherán. Turquía también está abandonando el dólar. Los Estados Unidos exigen que Alemania y otros estados europeos detengan la importación de gas ruso al tiempo que observa cómo los europeos ignoran a Washington. China y Rusia, tradicionalmente antagónicas, ahora trabajan en tándem para liberarse del dólar. Moscú ha transferido 100 mil millones de dólares de sus reservas a yuanes chinos, yenes japoneses y euros. Y, lo más ominoso, los gobiernos extranjeros desde 2014 ya no almacenan sus reservas de oro en los Estados Unidos o, al igual que en Alemania, los retiran de la Reserva Federal. Alemania ha repatriado sus 300 toneladas de lingotes de oro. Los Países Bajos repatriaron sus 100 toneladas.

Venezuela y China

La intervención de los Estados Unidos en Venezuela, la potencial guerra comercial con China, la retirada de los acuerdos internacionales sobre el clima, el abandono del Tratado de las Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), la parálisis en Washington y el cierre perturbador del gobierno y el aumento de las hostilidades con Irán influyen en Estados Unidos. La política exterior y financiera estadounidense es rehén de los caprichos extraños de ideólogos atrofiados como Mike Pompeo, John Bolton y Elliott Abrams. Esto asegura un mayor caos global y un mayor esfuerzo por parte de las naciones de todo el mundo para liberarse del estancamiento económico que Estados Unidos efectivamente estableció después de la Segunda Guerra Mundial. No es cuestión de si el dólar será dejado de lado, sino de cuándo no. Que sea Trump, junto con sus colegas ideólogos de la extrema derecha, quien destruya las estructuras internacionales establecidas por los capitalistas globales, en lugar de los socialistas –por quienes que estos capitalistas invirtieron enormes recursos para aplastar– es francamente irónico.
El historiador Ronald Robinson arguyó que el gobierno imperial británico murió “cuando los gobernantes coloniales se habían quedado sin colaboradores indígenas”. El resultado, señaló, fue que “la inversión de la colaboración en la no cooperación determinó en gran medida el momento de la descolonización”. Este proceso de alienación de aliados y colaboradores tradicionales de los EEUU tendrá el mismo efecto. Como señala McCoy, “todos los imperios modernos han confiado en sustitutos confiables para traducir su poder global al control local y, para la mayoría de ellos, el momento en que esas élites comenzaron a girar, responder y afirmar sus propias agendas fue también el momento en que se supo que el colapso imperial estaba en la partida de cartas”.
El dólar, dada la deuda astronómica del gobierno –ahora en 21 trillones (según la denominación inglesa: miles de miles de millones), una deuda que será aumentada por los recortes de impuestos de Trump –que costarán al Tesoro de los Estados Unidos 1.5 trillones de dólares durante la próxima década–, se está volviendo cada vez menos confiable. La relación deuda-PBI es ahora más del 100 por ciento y resulta una luz roja intermitente para los economistas. Nuestro enorme déficit comercial depende de la venta de bonos del tesoro en el extranjero. Una vez que esos bonos disminuyan en valor y ya no se consideren una inversión estable, el dólar sufrirá una gran devaluación. Hay señales de que este proceso está en marcha. Las reservas del banco central tienen menos dólares que en 2004. Hay menos pagos SWIFT –el intercambio de transferencias de fondos interbancarios–, en dólares que en 2015. La mitad del comercio internacional se factura en dólares, aunque la participación de los Estados Unidos en el comercio internacional es solo el 10 por ciento.
“En última instancia, tendremos monedas de reserva distintas del dólar estadounidense”, anunció el presidente del Banco de Inglaterra, Mark Carney, el mes pasado.
El 61% de las reservas en moneda extranjera están en dólares. A medida que estas reservas de moneda en dólares sean reemplazadas por otras monedas, la retirada del dólar se acelerará. La imprudencia de las políticas financieras de Estados Unidos solo exacerbará la crisis. “Si los préstamos ilimitados, financiados mediante la impresión de dinero, fueran un camino hacia la prosperidad”, dijo recientemente Irwin M. Stelzer, del Hudson Institute, “entonces Venezuela y Zimbabwe serían los mejores de las tablas de crecimiento”.

Reservas

McCoy explica cómo sería un orden financiero mundial no vinculado al dólar:
“Para la mayoría de los estadounidenses, es probable que los años 2020 se recuerden como una década desmoralizadora de precios en alza, salarios estancados y pérdida de competitividad internacional. Después de años de crecientes déficits alimentados por guerras incesantes en tierras lejanas, en 2030 el dólar estadounidense pierde finalmente su estatus especial como la moneda de reserva dominante en el mundo.
“De repente, hay aumentos punitivos de precios para las importaciones estadounidenses, desde ropa hasta computadoras. Y los costos de todas las actividades en el extranjero también aumentan, lo que hace que los viajes para los turistas y las tropas sean prohibitivos. Incapaz de pagar los crecientes déficits mediante la venta de bonos del Tesoro ahora devaluados en el extranjero, Washington finalmente se ve obligado a recortar su inflado presupuesto militar. Bajo presión en el país y en el extranjero, sus fuerzas comienzan a retirarse de cientos de bases en el extranjero hacia el perímetro continental. Sin embargo, un movimiento tan desesperado llega demasiado tarde. Frente a una súperpotencia en decadencia, incapaz de pagar sus facturas, China, India, Irán, Rusia y otras potencias desafían provocativamente el dominio de los EEUU sobre los océanos, el espacio y el ciberespacio”.
El colapso del dólar significará, escribe McCoy, “el alza de los precios, el desempleo cada vez mayor y la continua disminución de los salarios reales a lo largo de la década de 2020, las divisiones domésticas se amplían en choques violentos y debates divisivos, a menudo por cuestiones simbólicas e insustanciales”. Una profunda desilusión y una rabia generalizada le darán una oportunidad a Trump, o a un demagogo similar a Trump, para atacar, tal vez incitando a la violencia, contra chivos expiatorios en el país y en el extranjero. Pero para entonces el imperio de los Estados Unidos estará tan disminuido que sus amenazas serán, al menos para los que están fuera de sus fronteras, en gran medida sin sentido.
Es imposible predecir cuándo tendrá lugar esta salida en bandada del dólar. En la segunda mitad del siglo XIX, la economía de los Estados Unidos había superado a Gran Bretaña, pero no fue hasta mediados del siglo XX cuando el dólar reemplazó a la libra esterlina y se convirtió en la moneda dominante del comercio internacional. La participación de la libra esterlina en las reservas de divisas entre los bancos centrales internacionales se redujo en alrededor del 60 por ciento a principios de los años cincuenta y llegó a menos del 5 por ciento en los años setenta. Su valor disminuyó desde unos 4 dólares por libra al final de la Segunda Guerra Mundial a casi la paridad con el dólar. La economía británica entró en picada. Y esa sacudida económica marcó para los británicos, como lo será para los estadounidenses, el fin de un imperio.


* Chris Hedges, columnista de Truthdig.com, es un periodista ganador del premio Pulitzer en 2002 por sus columnas sobre terrorismo en el New York Times y es autor de doce libros (entre ellos: American Fascists: The Christian Right and the War on America –“Fascistas estadounidenses: la derecha cristiana y la guerra contra Estado Unidos”, 2008– y, el último, America: The Farewell Tour –“Estados Unidos, la gira de despedida”, 2018. Su obra War Is a Force That Gives Us Meaning –La Guerra es una fuerza que nos da sentido, 2003– fue finalista del National Book Critics Circle Award for Nonfiction y vendió más 400.000 copias. Hace cinco años se hizo ministro presbiteriano, luego de su larga experiencia como profesor de grado de la Uiversidad de Rutgers en un programa dentro de la prisión estatal de Nueva Jersey. Habla árabe, francés y español y estudió los clásicos (incluidos griego y latín antiguo) en la universidad de Harvard. Dio clases en las universidades de Columbia, Nueva York, Princeton y Toronto. Comenzó su carrera como cronista en la Guerra de Malvinas para la National Public Radio. Luego de estar seis años en América latina (El Salvador y Nicaragua), estudió árabe y pasó siete años en Medio Oriente, desde donde escribió para el New York Times. Luego estuvo en Sarajevo y Kosovo. Se fue del New York Times tras denunciar públicamente la invasión de George W. Bush a Irak. Hedges también demandó con éxito en 2012 a Barack Obama por espiar a ciudadanos estadounidenses a través del Ejército.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios se moderan, pero serán siempre publicados mientras incluyan una firma real.