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sábado, 30 de mayo de 2020

objetos de cuarentena

Temiendo que el aislamiento se extienda de la manera más o menos indefinida que sigue el curso de las cosas, decidí usar los anteojos que usé hasta hace un par de años –unos Gravity comprados hace al menos cuatro o cinco años en Óptica Andrade–, en lugar de los Optitech 493, ultralivianos, que son los últimos que me hice. Pensaba –o pienso– que así mis ojos se acostumbran a una graduación menor y podré demorar más la vuelta a una óptica.
Sin embargo, la patilla derecha de los Gravity me produce un ligero dolor detrás de la oreja, como si una gruesa espina no terminara de clavarse en la piel. A la vez, la montura me lastima el costado izquierdo del tabique. Lo lastima al modo en que apoyar un metal durante un buen rato puede erosionar y hacer doler una parte del cuerpo. Así, de alguna manera, esos pequeños dolores son simétricos y los prolongo con una consentida satisfacción. Espero el momento de quitármelos como si esperase un premio: despego la armazón de mi cara y paso la yema del dedo por la hendidura caliente, reconfortado. Siento que entiendo a los creyentes mortificados y recuerdo como un estúpido la frase de León Bloy que cita Graham Greene en The End of the Affair: «El corazón tiene lugares que no existen y para que puedan existir entra en ellos el dolor». Pero en mi corazón entra más miedo que dolor.



En fin.
Creo que lo que más extraño de mi tránsito por las calles es de alguna manera el mundo social, pero, más aún, el mundo urbano, el tráfico de objetos: ir a hacer pequeñas compras, poder usar con cierto desparpajo las cosas que uso, pasar por los comercios habituales (un kiosco, una vinería, un bazar o la tabaquería).
Objetos. Desde que se desató la pandemia cada objeto es sospechoso de contaminación. Su superficie, en la que hasta hace unos meses podía acariciar algo así como un deseo pequeño y accesible, me devuelve ahora la imagen oscura de un mundo que se desvanece.
Siempre en esta fútil y desviada relación con un dolor absurdo, estúpido, diminuto, durante la cuarentena mantuve un exagerado trato con algunos objetos. Por ejemplo: trato de amoldar estas botas Chelsea que compré en la liquidación del año pasado y no me permitían caminar más de cinco cuadras.

También me deshice de esta remera Sólido que compré en una casa de discontinuos y ofertas (las que llaman outlet) hace más de 20 años. Era una noble remera de algodón. Tengo fotos en las que la llevaba puesta, junto con mis hijes en Uruguay o una casa de veraneo en Funes y Roldán. Me gustaba esa combinación de celeste y bordó en el cuello, e incluso –pese a que nunca me conforman los estampados–, me agradaba la imagen del Montego que tenía en el frente, la figura de un caballo de largas crines que trotaba casi en el aire era tan potente que dispensaba la vista de leer alguna imbécil inscripción en inglés.


Me encontré también con esta medalla que me entregaron en el Industrial cuando egresé. Durante la cuarentena, y pese a mi entusiasmo por recuperar mi pertenencia nicoleña me permití desencantarme un poco del grupo de wasap de ex compañeros de promoción. El 11 de mayo pasado, por ejemplo, una señora que no tengo agendada reenvió este mensaje: 
"Amigas/os del Grupo quiero expresarles mi opinión, mi posición respecto a la APP exigido por el Presidente. Ayer en la conferencia, Alberto dijo q todos tenemos LA OBLIGACIÓN DE BAJAR LA APP. Yo querría q nadie de Nosotros bajemos dicha aplicación. Mi rechazo rotundo surge precisamente de la  palabra (OBLIGATORIO) del Presidente. Lo que está buscando el kirchnerismo ES hacer un Gran Padrón Digital Nacional. Para lo cual van a inocular, en cada uno de los celulares, un Codigo QR y a travéz de este codigo van a entrar y salir en nustra Data Base o Base de dato todas las veces q Ellos quieran. Aparte NO se justifica a esta altura del partido. Ya q ellos mismos dicen q esto va a servir para los proximos 14 días. Yo les pido q hagamos recomendaciones a NO bajar esta Aplicación. Tengamos en cuenta q desp de esta pandemia, se viene el uso masivo de la Tecnologia Digital para las transacciones comerciales. En el cual va haber un reemplazo casi total del uso de los plasticos (Tarjeta de credito-débito) y ni hablar del dinero Billete. Se dice q en china ya no se usa ni el billete ni tarjeta, y que todos los pagos ya se hacen con los Celulares: se apoya el Celu a un dispositivo (generalmente otro celular) y éste Lee el QR del celu y obtiene todos los datos del cliente y N° de cuenta de Banco. Con eso debita el importe de la compra y se cobra. Dicha operación tarda menos de 2 minutos. Además, las Compras por Internet van a crecer de manera exponencial. Un Dato de hace 10 días: Una encuesta de Diciembre/19 mostró q había 10 millones de personas POR DÍA haciendo compras por internet. Esta misma encuesta, pero hecha fin de Abril/20 (plena pandemia) descubrió q el N° de personas por día asvendió a 350 millones. Y se deduce q esto se va a mantener en el tiempo. Asi q amigas/os, deberíamos mantenernos Renuentes y no andar poniendo nuestros N° de documento, de Cuenta ni nuestros Codigo QR en cualquier programita o APP creadas, vaya a saber por quién, para qué propósito y a beneficio de Quién. Menos aun sabiendo q el Estado está Tomado por una banda de delincuentes☹️😔😕


Como se estableció el año pasada que nada de hablar de política porque la gente se va, me pareció que responder que quienes se robaron y fugaron datos personales de Anses, entre otros, fueron los de la banda del gobierno de Macri, era sólo corregir y aportar un dato. Pero parece que hablar de política, en este grupo, va en contra de razonar y despreciar el partido político del odio, el saqueo y el engaño.

En este plan de apegarme a la pátina de dolor de los objetos, terminamos el frasquito de Sí Diet (el peor de los edulcorantes de venta popular) que compramos en Mina Clavero hace dos años y casi no usábamos porque siempre teníamos otros mejores. Al final, me enterneció el frasquito, acaso porque me recordaba esos días de sierras y bicicleta. 

Por último, encontré mi librito de leyendas de los Hasidim comprado en el año 1993 a cinco pesos y centavos en una librería porteña. Releyéndolo me indigna un poco que los obtusos judíos de la serie Unorthodox lleven el mismo nombre que estos genios de la parábola y el Talmud.

Y feliz cumpleaños Virginia.

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