Desde
Moderna, uno de los laboratorios estadounidenses que trabaja en base a ARN,
estiman que para septiembre podría existir una cura para el covid-19, según
esta nota del New Yorker.
A
principios de abril, a medida que los casos de covid-19 y
las muertes en la ciudad de Nueva York aumentaban a cifras
horripilantes (a mediados de abril casi 11 mil neoyorkinos habían
muerto por coronavirus), Tal Zaks, el director médico de Moderna, una compañía
de biotecnología con sede en Cambridge, estaba preocupado por el tiempo. En
solo tres meses, su compañía había creado una vacuna experimental contra el
covid-19, y comenzó a inyectar la vacuna en humanos, bajo la guía del Instituto
Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (Niaid), en un ensayo clínico
de Fase I que involucró a cuarenta y cinco hombres y mujeres sanos. Este tipo
de velocidad en el desarrollo de vacunas no tenía precedentes, y provenía en gran
medida de una tecnología biomédica revolucionaria –y, sin embargo, no probada a
gran escala–, detrás de la vacuna de Moderna. Aun así, si hubiera alguna
posibilidad de obtener la vacuna con licencia federal para luego fabricarla en
cientos de millones de dosis, en doce a dieciocho meses –como lo dijo Anthony
Fauci, el director del Niaid, que es la cronología más rápida posible–,
Zaks sabía que la compañía tendría que poder demostrar el potencial de la
vacuna, o una “expectativa de beneficio”, como él lo expresó, para este verano
(julio-agosto de 2020).
Para
lograr esto, Moderna tendría que demostrar tres cosas: primero, que la vacuna
no causa efectos secundarios adversos significativos en las personas sanas que
reciben la dosis; segundo, que la vacuna puede prevenir enfermedades en otros
mamíferos, como ratones y monos; y, tercero, que la vacuna induce anticuerpos
neutralizantes en la sangre de los participantes del ensayo, que se prueba
agregando sangre inoculada a una placa de Petri y observar si se previene la
infección del virus y mueran las células en un cultivo de tejidos. “En
virología –me dijo Zaks–, generar anticuerpos neutralizantes es un buen
sustituto de la capacidad que tiene el humano de protegerse de una enfermedad”.
Una vez que se tienen estos resultados de la Fase I, “se convierte en una
decisión judicial”, dijo. “¿Cuándo esa expectativa de beneficio se vuelve lo
suficientemente fuerte como para justificar exponer a más y más personas a un
riesgo desconocido?”
Con estos
resultados, Moderna y el Niaid podrían continuar con su ambicioso y extendido
plan para comenzar los ensayos de Fase II casi de inmediato en seiscientos
participantes, sin límite de edad máxima y luego, en julio, comenzar los
ensayos de eficacia de Fase III, que probablemente involucrarán a más de diez
mil personas. Después de terminar su revisión del informe, Zaks ya estaba en
una llamada con otros ejecutivos y científicos de Moderna, y también con
investigadores de Niaid. “La excitación era palpable”, me dijo en una
videollamada el lunes, todavía sonriente, con una corbata roja como la sangre. “Hubo
aplausos”. Pero enfatizó que aún quedaba un largo camino por recorrer. Los
ratones no son humanos. “Tengo que decir que el grado de emoción es el mismo
que el grado o sentido de responsabilidad”, dijo Zaks. “Ahora tenemos que hacer
bien lo que sigue. Depende de nosotros”.
Stéphane
Bancel, el gerente de Moderna, dijo la semana pasada que, a la espera de los
resultados del ensayo de eficacia de Fase III este verano, la vacuna podría
estar lista para su aprobación y licencia ni bien llegue el otoño (septiembre
de 2020). En el ensayo de Fase III, un grupo recibirá un placebo y otro
recibirá la vacuna. Todos tienen las mismas precauciones para evitar
infecciones. Luego, los investigadores tienen que esperar a que las personas
tropiecen con el virus o se infecten; una vez que haya muchos más casos entre
el grupo de placebo –lo que probaría que la vacuna está funcionando–, una junta
de revisión independiente analizará los datos y decidirá si el ensayo alcanzó
su meta. “El mayor riesgo es la rapidez con que infectamos a suficientes
personas para tener datos significativos”, dijo Zaks. “Diseñar la versión de
prueba y elegir el lugar adecuado para ejecutarla va a ser ahora la clave “.
La ciudad
de Nueva York, donde probablemente habrá una circulación comunitaria del virus
este verano, es uno de los lugares bajo consideración. Zaks aún no pudo
confirmar cuántos casos de infección serían necesarios para demostrar que la
vacuna es efectiva. A menudo, en este tipo de ensayos de Fase III, los
investigadores y los reguladores quieren tener entre sesenta y cien casos de
infección con síntomas clínicos (del tipo que hace que una persona vaya al
médico) en el grupo de placebo. Idealmente, habría cero casos de infección
entre el grupo vacunado. “Cincuenta a cero sería genial. Treinta a cero sería
bueno “, dijo Zaks. “Cuanto mayor sea la proporción, más pronto podremos
demostrar que, de hecho, es una diferencia estadísticamente significativa y,
por lo tanto, acertamos”. Pero la mayoría de las vacunas no son cien por ciento
efectivas. “Incluso la eficacia del cincuenta por ciento o setenta por ciento
sería útil aquí”, dijo Barney Graham, subdirector del Centro de Investigación
de Vacunas del Niaid, quien estuvo profundamente involucrado con el desarrollo
de la vacuna Moderna y los ensayos clínicos.
Por lo
general, el desarrollo de una vacuna lleva una década o más, y la probabilidad
estadística de fracaso, históricamente, es más del noventa por ciento. Pero
Moderna, que se fundó hace una década, ha invertido miles de millones para
crear vacunas (y también medicamentos terapéuticos) utilizando el ARN mensajero
que es, esencialmente, el código –como los ceros y unos de la informática–, que
les enseña a las células a construir nuevas proteínas (es decir, cómo reproducir
la vida). Para fabricar estas vacunas, todo lo que los investigadores de
Moderna necesitan saber es la secuencia genética a nivel atómico –el ARN
mensajero– de la proteína que se requiere que creen nuestros cuerpos. Todo lo
demás sobre la vacuna –la cadena de suministro. las enzimas y los ácidos
nucleicos, los lípidos, los plásticos y los procesos de distribución
(purificación, pruebas de estabilidad e integridad de la vacuna)– es lo mismo
que para cualquiera de las otras vacunas. Por eso pueden moverse tan rápido.
Con este coronavirus, el ARNm de la vacuna instruye a nuestras células para que
produzcan la proteína espiga ahora famosa, la parte del virus que es
particularmente experta en unirse a nuestras células, lo que provoca que
nuestro sistema inmunitario cree anticuerpos que puedan desarmarla. La compañía
probó algo de su propia capacidad de fabricación, lo que le permitió hacer las
primeras dosis. En abril, la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico
Avanzado de EEUU (Barda) otorgó a la empresa casi quinientos millones de
dólares para acelerar el desarrollo y, el 1 de mayo, Moderna anunció que
colaboraría con Lonza, una empresa multinacional suiza de productos químicos y
biotecnológicos, para fabricar hasta mil millones de dosis de la vacuna contra
el coronavirus en 2021.
Aún así,
esta vacuna será la primera de Moderna en entrar en ensayos de Fase III, una
primicia histórica para las vacunas y terapias de ARNm. Fauci, durante su testimonio
en el Senado del 12 de mayo, dijo: “No hay garantía de que la vacuna
sea efectiva”. También señaló que ha habido al menos dos vacunas en el pasado
que tuvieron efectos adversos; las vacunas indujeron el tipo incorrecto de
anticuerpos y las personas expuestas al virus enfermaron más gravemente. Eso es
poco probable en este caso, dijo Zaks, gracias a años
de investigación de Barney Graham y otros en el Centro de Investigación
de Vacunas. Pero sigue siendo una posibilidad teórica. En esta etapa, casi
cualquier cosa podría suceder. Para Moderna, habrá presión de todos los lados
–la crisis de la pandemia en sí, la administración Trump, una economía
deprimida– para demostrar en breve que la vacuna funciona. A pesar de la
primera ronda de evidencia prometedora, Zaks sabe que la compañía debe esperar
la prueba. “Habrá una tensión entre nuestra capacidad para generar datos de
seguridad y eficacia y nuestro deseo de usar la vacuna a medida que aumentamos
la fabricación”, dijo. “Vamos a tener un montón de vacunas antes de tener datos
reales que demuestren su perfil de seguridad y beneficio”. Para un mundo
desesperado, la espera será dolorosa.
*
Se respetaron todos los hipervínculos de la edición original en inglés (en
negritas en el texto), que puede leerse acá.
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