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viernes, 25 de noviembre de 2011

los nuevos picapiedras

No volvimos a ver Terra Nova, pero como Nora Avaro nos pidió para el próximo T una nota sobre el futuro en las series de ciencia ficción, nos quedamos pensando por qué resultaba tan poco atractiva la visión del futuro en esa serie de Spielberg, entre las peores de las que se estrenaron en el año.


No sólo nos aburrimos como hongos, sino que terminamos indignados por ese despliegue de moralina familiera. La familia está muy bien donde sea, pero acá se trata de otra cosa.
Terra Nova comenzaba mostrándonos el planeta en 2149, al borde del colapso poblacional y bajo una densa y permanente nube global de polución. Jason O’Mara y otra serie de actores prolijos son los protagonistas, incluido Stephen Lang, el villano de Avatar, sólo que sin las cicatrices que supo ponerle James Cameron. Lang, O’Mara y toda la troupe viven en Terra Nova, un proyecto para salvar a la humanidad dándole un nuevo comienzo 35 millones de años atrás en un mundo que es la misma Tierra en la época de oro de los dinosaurios. La produce Steven Spielberg, más el tipo que diseñó Jurassica Park, etcétera.
El asunto acá es la imposibilidad de pensar ese “nuevo comienzo” que tiene como premisa la serie, es decir, la imposibilidad de pensar un futuro o, mejor aún, la imposibilidad de pensar un presente. La familia, unidad económica básica de la sociedad del capitalismo tardío, viene a colonizar en Terra Nova el pasado.
Jurassic Park tenía la cosa demiúrgica de recrear dinosaurios, la vida titánica entre esas moles feroces. También, era una película, en el que el sistema de estrellas de Hollywood funcionaba bien, quedaba disuelto en la brevedad del desarrollo de la fábula. Terra Nova, en cambio, a diferencia de lo que nos enseñaron las nuevas series, desde Los expedientes X hasta Mad Men, Los Soprano o The Walking Dead repite sus personajes como en una mala caricatura que emula la parte estúpida de la vida.
Y aquí es cuando Spielberg troca en Hannah y Barbera, y Terra Nova es poco menos que Los Picapiedras. Es decir, Terra Nova se vuelve una burda reproducción de las premisas básicas de la sociedad actual caricaturizadas en un pueblo de fantasía ambientado millones de años en el pasado: allí se trafican sustancias ilegales, se delinque y los protagonistas se enamoran como en los años en que John Wayne llevaba su estrella de sheriff. Sólo que ya no existe John Wayne y nuestro Pedro Picapiedras-Jason O’Mara sólo aspira a celar como un caniche malhumorado a su hembra de los amores del pasado, que es el futuro, pero no importa, porque la idiotez parece suceder fuera del tiempo y la historia.

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