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miércoles, 21 de agosto de 2013

un santo al revés

Y llegan estos momentos en los que me muevo a tientas, casi, pero con entusiasmo, como si buscara un tesoro. Es que en el último episodio de Ray Donovan ("Bridget", el octavo de esta primera temporada, que superó con creces las pobres expectativas que sembró su primer episodio) actúa Rosanna Arquette, es decir, nuestra versión alter de los 80, la que le abría al yuppie de After Hours la puerta al paraíso alternativo de una ciudad la Nueva York que daba sus primeros pasos hacia el abismo de la especulación inmobiliaria, etcétera. Nuestra actriz se encuentra en una sofisticada casa de masajes a Mickey Donovan, el satánico padre de nuestro héroe (Jon Voigt). Ella le dice que escribe y hace comentarios que dejan en claro que conoce el ambiente. Mickey le dice que también conoce el ambiente, porque fue asesor de un film debido a su vida criminal, y que acaba de salir de la cárcel. Ella quiere llevárselo a la cama. Él la invita a su casa y tienen una escena un tanto violenta (no porque haya golpes, sino por la baja estofa de las propuesta y una frase miserable que él le espeta: "Sos demasiado vieja para mí". La cosa termina cuando Mickey cae en la cuenta de la barbaridad que cometió y ella se va. Y cuando la cincuentona ya está en la puerta, abatida por eso por lo que tuvo que pasar, él vuelve sobre sus pasos y le grita: "¿Soy lo suficientemente auténtico para vos?" Con lo que deja en claro el lugar de ella y su propio lugar.
Además, mientras esa escena tiene lugar en el departamento de Mickey, un joven al que Ray metió el caño de un revólver en su boca para que se aleje de su hija, intenta evitar que la adolescente tenga sexo con él, por temor al padre, quien a su vez tortura a un especulador inmobiliario en su estudio y, también, mientras los hermanos Donovan celebran el cumpleaños de su hermana muerta, Bridget (el mismo nombre que la hija adolescente de Ray, nombre en el que suena el puente –bridge– roto entre la familia).
La serie, recordemos, tiene como fondo el catolicismo de los Donovan (irlandeses, llegados a Los Angeles desde Boston), y el judaísmo del principal empleador de Ray (Liev Schreiber): Ezra (Elliott Gould).
Digamos, para abreviar, en esta serie que cada vez más ahonda en la naturaleza del cine, como si se tratara de una autoconciencia lúdica que despliega otra de sus historias, que Mickey opera, en efecto, de modo casi luciférico (el nombre significa, literalmente, quien trae la luz; aunque esa luz nos hunda, claro): muestra el camino, pero ese camino sólo es descendente. No se jacta, como en esos personajes "alter" que proliferaron en los 80, de su rareza, no es alguien excéntrico, sino auténticamente maligno en su capacidad de señalar esas cosas que no tienen "símbolo", que no pueden ser verbalizadas ni nombradas (tuvo otra escena aterradora y brillante cuando asiste a la reunión de personas abusadas durante la infancia a la que va su hijo) Ray Donovan, parece, viene a restaurar algunos símbolos de Hollywood que se mercantilizaron en camino, como los héroes de la épica de pacotilla, las grandes estrellas de los blockbusters del momento, a los que Ray debe socorrer de sus aventuras con travestis o con sus pasados homicidas. Allí donde Ray debe devolver a los iconos del Hollywood actual al mercado de imágenes (potestantes), Mickey las catapulta a los infiernos: cierto, sus santos están invertidos y provocan el mal, pero cobran al menos un espesor de otro mundo, secreto, que significa sagrado.  
Leo que la dirección, es decir, la puesta en escena del episodio, estuvo en manos de Guy Ferland, quien, según la entrada de Wikipedia, se decidió a meterse en el cine luego de ver Notorius, de Hitchcock. Fue también director de la cruel serie The Shield y de nuestra querida Sons of Anarchy

Rosanna Arquette en Bridget, s01e08.

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