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lunes, 2 de septiembre de 2013

al otro lado del paraíso


El paraíso “indie” existe fuera y dentro de la miniserie Top of the Lake: la misma serie televisiva, producida y distribuida por la BBC 2 británica, el canal Sundance, productoras de cine australianas y locaciones en Neo Zelanda, es una prueba de lo primero. Dentro de su trama, incluso, hay un lugar llamado Paradise, al borde del lago en el sur neozelandés del que los maoríes dicen que su lecho es el corazón de un demonio. Al Paradise de esta serie llega un grupo de mujeres, encabezadas por GJ –Holly Hunter–, que buscan curarse de su adicción a los hombres –dicho así suena estúpido, qué le vamos a hacer, pero es una forma de sintetizar esa escena tan particular y compleja– y de las heridas que esos hombres han dejado. Son mujeres ya grandes que viven en unos containers como si fueran una versión minimalista del monoblock. Pero, al ser containers arrojados a la orilla del lago, señalan también esa condición de mercancía abandonada que pesa sobre el grupo femenino.
Bueno, es que esta parte de la historia es la parte más “Jane Campion”, digamos, de la miniserie. Campion (Un ángel en mi mesa, 1990; La lección de piano, 1994) creó y dirigió en su mayoría Top of the Lake, que puede verse como una película más de su filmografía, sólo que dividida en siete episodios de 50 minutos cada uno (se emitió entre el 18 de marzo y el 22 de abril de este año). El McGuffin, la excusa para construir este relato, es la desaparición de una niña de 12 años que horas antes de ser vista por última vez intentó ahogarse en las aguas del lago y a quien las autoridades descubren un embarazo de cinco meses. La detective que investiga esta desaparición es Robin Griffin (interpretada por Elisabeth Moss, la Peggy Olsen de Mad Men) y se involucra en el caso de modo más o menos fortuito: está allí porque es el pueblo de su infancia y visita a su madre enferma (aunque luego descubriremos que, como otras mujeres de Campion, no dice todo).
Tui, la niña de madre tailandesa que fue abusada y desapareció sólo deja un papel en el que dijo que escribiría el nombre de quien la embarazó pero sólo escribe: “No one”. Las mujeres, en Paradise, hablan pero difícilmente escuchan, rumian las palabras (el paradigma es Anita –interpretada por Robyn Malcolm–, quien repite todo lo que dice GJ y todos los personajes que se le cruzan). En esa sociedad en la que todos los hombres van armados, el patriarca es Matt Mitcham –Peter Mullan, inmejorable en su rol de rufián perverso e impotente: su madre lo azotaba con el cinturón de su esposo muerto–, padre a su vez de Tui, a quien ella apunta con una escopeta cuando vuelve de la comisaría y se hace público que está embarazada, en el primer episodio. Así, durante los primeros cuatro episodios todos se apuntan entre sí, pero como con el pene de Mitcham, es un apuntar “juguetón”, porque la violencia es obvia, porque las mujeres no hablan y quienes estuvieron en posición de hablar prefirieron agarrar el cinto o recluirse en Paradise.
Como el estilo indie es propenso a encontrar admiradores hipertrofiados, salieron muchos a decir que la miniserie es mejor que un montón de series que tienen por lo menos tres temporadas. Los vínculos más directos son The Killing (por su paisaje y por las figuras de los investigadores en cierta intemperie personal y social) o Justified (por la extracción social de los personajes vernáculos). Otra para comparar es Rectify: el torcido centro de la excentricidad mundana, es decir, las comunidades pequeñas, desvirtuadas por la maldad del hombre y sus complicidades.

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