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viernes, 12 de junio de 2015

chachi verona

Hace diez años Chachi Verona, uno de los dibujantes y artistas plásticos más conocidos de Rosario, exponía en el Centro CulturalParque de EspañaMundo”, una muestra que era de algún modo una grieta dentro de su producción, donde el dibujo abstracto se desviaba de su trabajo más visto, el de ilustrador de uno de los matutinos de mayor circulación en Rosario. Entonces el curador de esa exposición, Guillermo Fantoni, decía: “Hay dos formas de entender lo político. Inicialmente uno puede hacer una lectura política a partir de las temáticas, los señalamientos, pero en una segunda instancia uno puede leer esa obra como política en el sentido de enfatizar la peculiaridad en un momento de fuerte disciplinamiento y homogeneidad dentro del espacio de la cultura, y también a través de una elaboración formal tendiente a la belleza y la armonía en un mundo que ha naturalizado el horror, es decir que lo bello aparece como un insterticio, como una forma de resistir ante un mundo que te acosa, creo que esas son posibilidades de la política y, también, hacer uso de la politicidad del arte, más que la relación con una exterioridad, sea partido, grupo, etcétera. A veces me interesa más la politicidad del arte que la relación con la política y creo que en lo de Chachi hay un uso de la politicidad del arte, el cultivo de lo individual y peculiar en un momento de disciplinamiento y homogeneidad o la búsqueda de lo bello y armónico capaz de dar un respiro en un universo asfixiante serían usos políticos del arte”.
Acaso ese matiz político, pop, en el que Verona ensaya una lectura de una situación a través de imágenes que son una aleación, un pastiche de figuras icónicas deformadas a su vez por un espíritu lúdico –cuerpos que mutan y se cruzan, enchufes como cabezas, objetos con rostros, etcétera–, estampitas de un presente recortado por el artista y, por lo tanto, irónico, interrogador, disparatado; acaso por ese matiz, decíamos, las “Ilustraciones” que reunió en este primer libro suyo –se presenta el martes 23 de junio en el ECU– nos atraen por su humor y nos extrañan y nos maravillan por su realización, por la vasta trama que despliegan.
Con su particular forma de representar ciertas “ideas” con objetos, lugares y situaciones cotidianas, Verona trae también una figuración libresca de la historia, una representación de representación –lo da a entender la tapa del libro, en la que sus personajes o sus ilustraciones aparecen sobre un fondo que a su vez es una ilustración de la Casa Rosada. Algo así como una inquisición por lo histórico asoma en ese collage que tiene como una de sus personajes a una de las figuras –de una larga serie– construidas sobre el mapa de la Argentina.   
Se siente mejor como dibujante, dice Verona y agrega: “Hay una cuestión de oficio que me interesa, porque por ahí las diferentes tendencias que aparecen en el arte o se hacen predominantes no están ligadas a un oficio, sino a lo conceptual, o a expresar una idea, por ejemplo desde el punto de vista del arte conceptual; y el dibujo tiene claramente un costado de oficio que me interesa y desarrollo. En realidad nunca se termina de aprender a dibujar y encuentro problemáticas que son interesantes y uno tiene que desarrollar y pulir. Con el paso del tiempo me doy cuenta de que en cierto momento trabajaba más con el contraste y ahora, como en un dibujo reciente, hay más diferencias de grises y desfasajes, y eso te lleva a investigar desde el punto de vista formal cómo resolverlo, porque el dibujo es una cuestión más personal. En lo que yo pongo en la hoja, más allá de cómo se lo use luego, hay un ejercicio de cargar un tipo de energía personal que sólo se canaliza en el dibujo. Ese trabajo más personal, es más importante que aquello para lo que se vaya a usar el dibujo”.
El prólogo del libro es, sin más, un fragmento de “Adán Buenosayres”, de Leopoldo Marechal, elegido por Verona quien a su vez lo vincula a la serie de ilustraciones con la figura del mapa de Argentina que mencionáramos. “En un momento de «Adán Buenosayres» los personajes salen del casco urbano de Buenos Aires y se meten en los suburbios. Ahí empiezan a encontrar una serie de personajes que se van transfigurando como cuando se transfiguran los superhéroes criollos, como Hijitus cuando sale del sombrero, así aparece Juan Sin Ropa, que es un gaucho que vincula cierta historia literaria del país que se me escapa, y ese personaje se transforma en el neocriollo y se hace una descripción suya que a mí me parece que coincide con el personaje que hago con el mapa de la Argentina. Por ejemplo, dice que es un personaje casi transparente y tiene dos patas finitas, una de ellas recogida como la de los flamencos. Me siento identificado con esas descripciones que hace Marechal, cierto surrealismo, pero criollo, y creo que ciertos personajes que construyo tienen que ver con ese surrealismo”.

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