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lunes, 16 de mayo de 2016

un robo sistemático

Según este artículo que firma Colin Holtz en el diario británico The Guardian, si los súper ricos pagaran lo que deben en impuestos, los Estados Unidos dispondrían de una sobrecarga de dinero que podría disponerse para los servicios sociales. La propuesta coincide con la de la “renta básica universal” que ya en España proponen académicos y activistas.


Acaso somos capaces de acordar que nadie debería ser pobre en una nación tan rica como los Estados Unidos. Sin embargo, cerca de un 15 por ciento de los estadounidenses viven debajo de la línea de pobreza. Tal vez una de las mejores soluciones es también la más vieja y simple de las ideas: a todos deberían garantizarles un pequeño ingreso, libre de condiciones.


Imagen tomada de EnOrsai.

Llamada renta básica universal por sus partidarios, la idea atrajo no pocos apoyos a lo largo de la historia de Estados Unidos, de Thomas Paine a Martin Luther King Jr. Pero también se enfrentó a críticas interminables porque los defensores de la "austeridad" arguyen: “Simplemente no podemos permitírnoslo” –lo mismo que cualquier otro gasto considerado dramático para la seguridad social.

Ese argumento se disolvió cuando hace más de un mes se hicieron públicos los Panamá Papers, que revelan en primer término los sofisticados métodos utilizados por los ricos para esquivar devolverle impuestos a las sociedades que los ayudaron a ganar su riqueza.


Carreteras e infraestructura de transporte. Mano de obra calificada. Tribunales y sistemas jurídicos. Innovaciones fogoneadas por las arcas del estado, como Internet. Nadie –no importa cuán inteligente o trabajadora sea– se une a la elite estadounidense o global sin hacer uso de estos recursos compartidos.

Pero mientras las familias de trabajadores o de clase media pagan sus impuestos o afrontan las consecuencias, los Panamá Papers nos recuerdan que lo peor de ese 1% que ostenta la mayor riqueza ha estado durante años, en esencia, robándole a los estadounidenses el acceso a los derechos de nacimiento de los estadounidenses y a los beneficios de sus esfuerzos compartidos.

Y peor aún, muchas de esas mismas élites globales han argumentado que no podemos darnos el lujo de proporcionar educación, salud o un nivel de vida básico para todos, mucho menos erradicar la pobreza o mejorar dramáticamente la red de seguridad social mediante la garantía de que todos los estadounidenses tengan ingresos que garanticen el nivel de subsistencia.

La Red de Justicia Fiscal (Tax Justice Network) estima que la élite global se está apoltronando sobre unos 21 a 32 trillones de dólares de los activos sin impuestos. Por supuesto, sólo una porción de ese total es lo que se debe a Estados Unidos o cualquier otro país en impuestos –el más alto nivel de impuestos en los EEUU es el 39,6% de los ingresos. Cabe considerar entonces que un pequeño ingreso universal de 2.000 dólares al año para todos los adultos en los EEUU –lo suficiente como para sostener a algunas personas en el pago de una hipoteca, o saltearse alimentos o medicamentos– sólo costaría alrededor de 563 billones de dólares cada año.

Un ingreso mayor, lo que aseguraría que ningún estadounidense caiga en la miseria absoluta –por ejemplo, 12.000 dólares al año– costaría alrededor de 3.6 trillones de dólares. Es un número grande pero, una vez más, parece mucho más razonable cuando se lo considera desde la perspectiva de los Panamá Papers y el escándalo de evasión fiscal global. A decir verdad, las personas más ricas del mundo nos han robado de forma sistemática desde hace décadas. Y usaron esos dólares robados para construir aún más riqueza para sí, y mientras tanto hemos estado discutiendo entre nosotros qué hacer con el resto de centavos que nos dejaron.

Ya basta. Tenemos el dinero para resolver nuestros problemas. El primer paso es detener a la élite mundial en su proceso de acaparar y ocultar ese capital. Terminar con la evasión de impuestos en sí no va a financiar todas nuestras prioridades, pero los Panamá Papers denuncian la mentira a las políticas de austeridad.

La renta básica universal tiene aún que recorrer un largo camino para asegurar a todos los estadounidenses el tener una vida, libertad y la búsqueda de la felicidad, como se había prometido allá en 1776 (N. del T.: se refiere a la Declaración de la Independencia de los EEUU, el 4 de julio de 1776). Algunos pueden estar en desacuerdo con la idea de una subvención en efectivo sin condiciones, u oponerse a que se destine a todo el mundo. Pero que no nos digan que no podemos permitírnoslo.

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