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miércoles, 12 de octubre de 2016

black mirror: la tierra media

Ya lo había dicho el escritor británico J.G. Ballard (Crash, Noches de cocaína) en un artículo de fines de los 70: “En el futuro, el planeta más extraño será la Tierra”. Como nunca pudo sacarse el mote de escritor de ciencia ficción, Ballard no sólo definía uno de los caminos de esa rama de la literatura (la épica de la conquista del espacio había culminado), también definía su propia obra: el futuro, pero 15 minutos después a partir de ahora; el futuro que arrastra todas las proezas, frustraciones y monstruosidades del presente.
Es oportuno mencionar a Ballard para hablar de la serie Black Mirror, cuya tercera temporada (seis episodios individuales, de antología, como se dice en inglés) se estrena entera en Netflix el próximo viernes 21 de octubre.

Géneros
En una entrevista publicada en IndieWire, Charlie Brooker, creador de la serie que arrancó en el canal británico Channel 4, y su productora Annabel Jones, dicen que habrá un amplio abanico de géneros en esta tercera temporada (las dos anteriores sumaban seis episodios en total, a la que hay que sumarle un especial navideño: todas disponibles en la actualidad en la plataforma on demmand). Desde un drama íntimo a un episodio de guerra moderna, otro sobre videojuegos de terror y hasta uno de procedimientos policiales.
El género es, se sabe, el modo en que una narrativa se empapa de historia reciente: a la fundación del cine americano le corresponde el western; al del europeo, el terror (los fantasmas del viejo continente erigiéndose de las cenizas de la Primera Guerra); a la paranoia de la Guerra Fría le corresponde el film de ciencia ficción o de horror, con alienígenas macrocefálicos que encarnaban el frío y mutante raciocinio soviético, y así. El género es un vehículo. Pero para Charlie Brooker, ensayista en el diario londinense de The Guardian (llegó a hacer un llamado a los grandes magnicidas estadounidenses para que George W. Bush no alcanzara su segunda presidencia), responsable de la miniserie Dead Set, que cruzaba zombies con un reality de tevé; para Brooker, decíamos, el género es un vehículo a desmantelar. Por eso el efecto de irrealidad que muchas veces impregna los episodios de Black Mirror (el espejo negro del título no es otro que la superficie de cualquier pantalla con la que hoy interactuamos y nos relacionamos con el mundo. De hecho, esa inminencia de un mundo a ser revelado a través de la pantalla es por lo general el único salto al futuro de la mayoría de los episodios.

Y el mundo siguió andando

A diferencia de las series estadounidenses, tan apegadas a una idea muy carnal de redención, Black Mirror no es del todo una serie sobre el fin del mundo. El mundo no termina, pero prolonga una suerte de agonía, de devastación (“bleak”, es el término que usa Brooker). El primer ministro que debe fornicar con un cerdo ante las cámaras de televisión para salvar a una princesa continúa en su cargo. Un dibujo animado obsceno y antipolítico se vuelve el líder de un régimen mundial fascista (Brooker declaró a un periodista de Deadline Hollywood que ese episodio –The Waldo Moment– fue lo más cerca que estuvo de describir la fascinación y el espanto que le produce Donald Trump). Un dispositivo que permite transmitir todos los recuerdos en una pantalla se vuelve una pesadilla para el celoso, a quien no le importa que también sea una poderosa arma de control de sus empleadores, quienes exigen ver la escena de salida de su anterior trabajo.
No todo Black Mirror es una genialidad “ballardiana”, también hay un par de fábulas morales al estilo de la sobrevaluada Fahrenheit 451, pero son las menos.
¿Cómo hacer para que no envejezca una serie que trata sobre el impacto de la tecnología?, le pregunta a Brooker el periodista Dominic Patten. “Creo –responde el autor– que luego de que se lanzara la serie en 2011, hubo un cambio de atmósfera alrededor de 2013 y 2014, cuando un montón de gente comenz;o a pensar de manera independiente que internet ya no era por entero Buena. Fueron las redes sociales las que despertaron la sensación de que un lugar divertido para encontrarse, si no más bien como un pub en la hora de cierre, en el que las cosas podrían desmadrarse en cualquier momento. Así que pienso que eso cambió definitivamente, también en términos de que más tecnología fue aceptada y absorbida en lo cotidiano de nuestras vidas. De modo que debemos movernos rápido para mantenernos en la curva en los guiones de la serie”.

Los deseos de cambio

En esa misma entrevista –realizada por un medio estadounidense en medio de la campaña presidencial–, Brooker reflexiona sobre el fenómeno Trump: “Siempre está a punto de convertirse en algo irreal”, dice. Y agrega: “Es difícil hallar un punto de apoyo por el modo constante en que aparecen los escándalos. Es difícil tener a todos en la memoria. Es extraño y demuestra el grado en que la gente quiere hoy algún tipo de cambio. Es un territorio desconocido en términos de forma, pero es algo que parece estar sucediendo en todo el mundo”.
Sobre el método de trabajo en la elaboración de las historias, Brooker parece parafrasear a Ballard: “No tiendo a ver las noticias. El espíritu de la época tiende a sedimentar en otras historias. Siempre empezamos con una especie de ‘¿y si?’. Aunque estoy pensando en la forma en que la sociedad está polarizada, acaso a partir de allí se aborda el desarrollo de la próxima temporada”.
Esta tercera temporada que estrena el viernes 21 de octubre –los seis episodios fueron la respuesta de Brooker a un pedido de Netflix: 12 capítulos que el autor dividió por dos, de modo que en 2017 habrá una cuarta con otra media docena– incluye también grandes actrices y actores que conocemos de series y películas, como Mackenzie Davis o Gugu Mbatha-Raw, y directores jóvenes y promisorios, como Dan Trachtenberg (10 Cloverfield Lane) o Joe Wright (Hanna, Pan).
Con su humilde fanfarria llena de guiños para entendidos y no tanto, Black Mirror es acaso un ensayo en forma de fábula, lo que nos llevaría a un autor argentino ya clásico. Pero, para retomar a nuestro novelista inicial, puede verse con fascinación como una serie de cuentos acerca de cuán extraña se ha vuelto la Tierra. 

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