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martes, 28 de febrero de 2017

el discreto encanto de la nueva derecha

Un fantasma recorre América y Europa. Es el fantasma de una nueva derecha para la que el término fascismo suena como el más simpático de los sustantivos.
Desarrollada en el mundo virtual a través del discurso del odio en foros y redes sociales, donde los jóvenes desencantados de Estados Unidos y Europa también se mofaban de la inoperancia del “establishment” para ofrecerles un futuro laboral; gestada y guiada también por jóvenes que no se parecen en nada a los dinosaurios conservadores que hace una década atrás espantaban votantes son su xenofobia desencajada, y plasmada en el triunfo de Donald Trump como presidente de la primera potencia mundial, la nueva derecha debe también su ascenso a la inoperancia del progresismo en declive.
La futura presidencia de Holanda y Francia quedará en manos –según los pronósticos más “alentadores”– de algún tipo de ultraderecha como la de Marine LePen. El progresismo que alentó la Unión Europea fue incapaz de generar una política económica ajena al dogma neoliberal de la austeridad, lo que dejó a casi una generación al margen del trabajo digno o, directamente, del trabajo.
Esta nueva derecha tiene líderes carismáticos, mediáticos, inteligentes e, incluso, un “peligroso marica” (“dangerous faggot” se hace llamar Milo Yiannopoulos, quien desarrolló una feroz campaña antifeminista y a favor de las políticas más radicalizadas de Trump desde YouTube). Según un exhaustivo perfil trazado por Marcos Reguera en Ctxt.es, esta dirigencia usa los moldes de la izquierda para reinventar su discurso, apela a los conceptos marxistas con los que la Escuela de Frankfurt –Theodor Adorno, Max Horkheimer– criticó al fascismo y no pocas veces apela a los nombres de Karl Marx o Lenin para referirse a la revolución que se traen entre manos.
La llegada de Steve Bannon al Consejo de Seguridad de la administración Trump –por primera vez un asesor presidencial accede a esa posición, que le permite conocer e intervenir en cuestiones de la política interior y exterior estadounidenses– es ya un emblema. Bannon dirige el diario de ultra derecha “Breitbart News“, acusado de difundir noticias falsas durante la campaña de Trump –de la que Bannon era director– del estilo: “¿Preferiría que su hija padeciera feminismo o cáncer?”, del 19 de febrero de 2016.
Esta nueva derecha estadounidense se hace llamar Alt Right, derivación de “alternative right” (derecha alternativa), término acuñado por Richard Spencer (38 años), un muchacho graduado en Literatura en la universidad de Virginia con una tesis sobre la música de Richard Wagner y la obra de Theodor Adorno.
Spencer retratado en Rolling Stone. Foto de Tim Goessman.

En esta entrevista, publicada el 12 de febrero pasado en la publicación de derecha francesa EuropeMaxima y reproducida en el portal que dirige Spencer (Radix Journal), el ideólogo repasa la marcha del movimiento, desde Donald Trump, la identidad –eufemismo con el que se refiere a la supremacía blanca–, la geopolítica, el Islam y otros temas.
—¿Podrías presentarte a ti mismo y al Instituto de Política Nacional?
—El Instituto de Política Nacional (National Policy Institute) es un laboratorio de ideas independiente sin fines de lucro y dedicado al patrimonio, la identidad y el futuro de las personas de ascendencia europea en los Estados Unidos y en todo el mundo. Soy el presidente y director del Instituto de Política Nacional y de Washington Summit Publishers. También soy el fundador y editor de Radix Journal, y un co-fundador de la recién lanzada AltRight.com.
—Donald Trump finalmente se convirtió en presidente de Estados Unidos ¿Qué espera de él en términos de política interior y exterior?
—Mi expectativa sobre Trump sigue siendo pragmática y por consiguiente modesta. En el mejor de los casos, se enfrentará al interior a fin de tratar de resolver una multitud de problemas internos, mientras tanto adherirá a la Realpolitik en las relaciones internacionales. No espero que desmantele la OTAN, a pesar de que esta alianza es una reliquia de la Guerra Fría, contraria a las teorías paranoicas de sus oponentes. Pero no hace falta decir que la alianza necesita ser radicalmente repensada.
Para mí, Trump es más importante como un símbolo del tipo de energías que ha desatado en lugar de sus políticas reales. Él, por ejemplo, recientemente nombró a un protestante anglosajón, Neil Gorsuch, para la Corte Suprema. En la práctica, las decisiones de Gorsuch probablemente adherirán al examen del Derecho Constitucional. Simbólicamente, sin embargo, él representa los valores fundadores de América como un estado naciente, mientras que ninguna de las selecciones recientes han sido representativas de eso. Del mismo modo, los comentarios de Trump, que van desde aquellos sobre una relación razonable con Rusia a cuestionar explícitamente la inmigración, han proporcionado esperanza para un cambio de paradigma en el futuro.
Milo Yiannopoulos.

—Usted es considerado por los medios de comunicación como una especie de marquesina o portavoz de la ahora famosa Alt Right, de la que sabemos que es más una nebulosa de tendencias diferentes que un movimiento homogéneo. ¿Dónde encaja en esta nebulosa?
—Yo acuñé el término “derecha alternativa” en 2008 para diferenciarme de los fracasos del conservadurismo estadounidense dominante, al que veo como una forma puramente reactiva, tratando de preservar el status quo en lugar de concentrarse en pasar los aspectos clave de nuestras tradiciones ancestrales a las generaciones futuras. Me mencionan como la vanguardia intelectual de este movimiento.
En la actualidad, Alt Right es, de hecho, un término paraguas para describir a aquellos que buscan la salida de la posmodernidad liberal que domina Estados Unidos y Europa a través de diversos medios: cultural, social y políticamente. La diversidad actual de Alt Right es el estado natural de sus primeras etapas de desarrollo, a medida que consolidamos nuestro mensaje y mejoramos nuestra comunicación con colegas afines fuera de Estados Unidos.
—Varios protagonistas de Alt Right parecen estar influenciados por la Nouvelle Droite (Nueva Derecha) francesa y particularmente por Guillaume Faye y Alain de Benoist. Usted invitó a este último en 2013 a hablar sobre la cuestión de la identidad. ¿Qué aprendió de la Nouvelle Droite francesa, cree que su influencia es tan importante entre los Alt Righters?
—La llamada Nueva Derecha Francesa ha dejado un tremendo impacto en Alt Right, al igual que las anteriores interpretaciones de la derecha en Europa continental: de Friedrich Nietzsche a los pensadores conservadores revolucionarios en el período de entreguerras. Una de las razones de esta influencia es el hecho de que Europa continental tiene una rica tradición de intelectuales de derecha en comparación con los Estados Unidos, que tiene, en relación con su población, pocos. Aparte de una serie de excepciones notables, hoy en día, la derecha en los Estados Unidos comprende neoconservadores, libertarios y paleoconservadores, que o bien no abordan cuestiones clave de identidad o no van lo suficientemente lejos al hacerlo.
—Excepto la Nouvelle Droite y algunos pensadores famosos como Julius Evola y Oswald Spengler, no conocemos a los pensadores americanos que influyeron en la Alt Right. ¿Podría nombrar algunos?
—Algunos de los pensadores notables de los últimos tiempos en los Estados Unidos incluyen a Sam Francis, Patrick Buchanan, Murray Rothbard y Paul Gottfried. De diversas maneras, estos pensadores criticaron la política exterior de caos de Washington liderada por neoconservadores e intervencionistas liberales, cuestionaron el declive de Occidente y examinaron cuestiones de identidad.
—La “Lügenpresse” –en alemán, “prensa mentirosa”, amarilla– te muestra como un neonazi y un supremacista blanco, ¿te consideras un realista racial? ¿Significa esto que quieres un “país blanco agradable” o que aceptarías vivir en un país multicultural mientras no haya mezcla racial y cultural entre sus comunidades?
—Me considero un Identitarista. También dije repetidamente que para avanzar debemos descartar todas las ideologías del pasado. Los defensores del liberalismo (incluso aquellos que se describen a sí mismos como la corriente principal de la izquierda) se refieren a cualquiera que se opone a ellos mediante el uso de palabras clave cargadas emocionalmente, incluido el “nazi”. Esto demuestra el poder de tales palabras para cerrar la discusión racional, pero también el hecho de que las élites globalistas y sus partidarios hayan estado en un estado de histeria sobre el lento cambio de paradigma hacia el populismo centrado en la identidad, desde el Brexit y, especialmente, desde la elección y la asunción de Trump.
Si observas las recientes protestas violentas durante la toma de posesión de Trump o las de Berkeley, notarás que aquellos que han sido atacados verbal y físicamente no son sólo personas como yo, con ideas audaces y radicales, también conservadores tradicionales que usaban sombreros rojos de apoyo a Trump. Esto significa que nuestros atacantes no hacen diferencia entre nosotros. La naturaleza explícita de esta distinción amigo/enemigo es buena: nuestros oponentes son hostiles e incluso violentos, lo que debería convertir a más personas de mente abierta a nuestro mensaje.
—¿Es la raza, como concepto, más que simple materialismo biológico para usted? ¿Cuál sería la respuesta de la vacuidad espiritual y el nihilismo que afecta al hombre blanco posmoderno?
—No suscribo al determinismo biológico puro. Creo que la identidad de uno es una compleja interacción de la naturaleza y la nutrición: del ADN a las interacciones culturales y sociales y, por supuesto, a la geografía –el sentido del arraigo en el propio paisaje nativo.
Nuestras contrapartes europeas deben entender la singularidad del desarrollo americano: nuestra sociedad está híperracializada porque nuestra historia en este continente implicó esclavitud, varias oleadas de inmigración, principalmente de Europa y, más recientemente, de otras partes del mundo, segregación, y así. Mientras que algunas comunidades de inmigrantes antiguas como los irlandeses tienen por cierto existencia, la mayoría de los estadounidenses de ascendencia europea no sólo es étnicamente mezclada, sino que también se autoidentifica como simplemente blanca. Esto es tanto su realidad en términos de autopercepción como en términos de ser el Otro cuando se encuentran con miembros de otros grupos.
De alguna manera, esta percepción es similar a los estadounidenses de origen africano, hispano y otros. Sin embargo, mientras que estos grupos minoritarios son animados a adoptar sus respectivas identidades grupales a través de sus propias instituciones y el estímulo del Estado, como la Acción Afirmativa en la educación, los estadounidenses de ascendencia europea no tienen tales mecanismos. Es verdad que hasta hace poco, los blancos americanos tenían hegemonía social y cultural y no necesitaban sus propias organizaciones. Esto, sin embargo, ha cambiado: la combinación de demografía, inmigración y Kulturkampf (en alemán: lucha cultural; Spencer elige el término en medio de su conversación en inglés) ha dejado a muchos estadounidenses de ascendencia europea con un agudo sentido de desposesión.
Spencer: "¿Querés hablar con un racista?" Imagen tomada del Southern Poverty Law Center.

—Durante un par de años en Francia, algunas personas como Laurent Ozon crearon el concepto o neologismo “Remigración”: es el regreso de los franceses no blancos a sus países de origen de una manera pacífica gracias a las concordancias bilaterales estatales, por ejemplo. ¿Cree usted que algo similar podría lograrse algún día en los Estados Unidos?
—La Alt Right está en las etapas iniciales de desarrollo político. Debemos utilizar nuestro tiempo sabiamente en lugar de morder más de lo que podemos masticar en el bosquejo de metas políticas actualmente insatisfechas. Dicho esto, creo que nosotros, como grupo, debemos actuar únicamente en nuestro propio interés. Por definición, esto dejaría fuera a los que están fuera de él. En teoría, esto podría lograrse mediante diversos medios pacíficos y voluntarios. Así que no estoy excluyendo conceptos como la remigración de la lista de posibilidades.
—¿Cuál es tu opinión sobre el Islam?
—En las mejores circunstancias, los dos podríamos vivir y dejar vivir. Enmarcar la cuestión de la inmigración –o la migración masiva– hacia Europa y los Estados Unidos en la línea del Islam es incorrecta. El Islam se practica en diferentes regiones del mundo: los musulmanes indonesios son distintos de los del Líbano y los de Nigeria. Arabia Saudita practica la horrible decapitación, mientras que los musulmanes tártaros entre los rusos son en gran parte adherentes seculares a la cultura genérica ruso-europea. Por lo tanto, esta cuestión no sólo debe ser enmarcada en las líneas de la religión, sino también en las líneas de la etnicidad, la cultura y la geografía.
Dicho esto, con algunas excepciones históricas de comunidades minoritarias indígenas, la migración islámica a gran escala no tiene lugar en Europa. Al mismo tiempo, Washington y sus aliados europeos deben detener el caos y la destrucción que han causado en Oriente Medio, África del Norte y Asia Central, creando un flujo aparentemente interminable de refugiados de guerra y migrantes económicos, lo que incluye graves elementos criminales e incluso terroristas. Me sorprende que cuando se discute la cuestión de los refugiados, prácticamente nadie –ni siquiera los autodenominados activistas de izquierda contra la guerra– menciona que la mejor solución, después de dejar de ayudar a los llamados “rebeldes moderados” y ayudar en la lucha contra el terrorismo global, es el reasentamiento de los refugiados y, tal vez, la ayuda a la reconstrucción en sus propias tierras ancestrales, no en Europa o los EE.UU.
Pero entonces uno se pregunta si alguna vez será “vivir y dejar vivir” con el Islam, y no “vivir y dejar morir”.
Con frecuencia olfateé los “debates del Islam” de los años 2000. Por un lado, los liberales (incluyendo George W. Bush) afirmaban que el Islam era una “religión de paz”; del otro lado, los partidarios conservadores de Bush y la Guerra contra el Terror afirmaron que el Islam era una religión maniática empeñada en instalar la Ley de la Sharia en Oklahoma, razón por la cual debíamos involucrarnos en guerras interminables por la democracia en Medio Oriente.
Huelga decir que los dos lados están equivocados y desorientados. Pero, aunque odio admitirlo, porque me opuse tan vehementemente a la guerra de Irak, el lado conservador contiene un núcleo de verdad. El Islam –en su pleno florecimiento, por ejemplo, el Islam wahabí o salafista; el Islam como ideología política– no es una denominación pacífica como el metodismo o religiones como el budismo. El Islam es una bandera negra. Es una ideología expansiva, dominadora, que se dirige contra Europa. De esta manera, el Islam da a los no europeos un espíritu de lucha y los integra en algo mucho mayor que ellos mismos. El Islam es una “civilización” en el sentido de Huntington (se refiere a la teoría conocida como “Choque de civilizaciones”, de Samuel Huntington), y un grave peligro para los pueblos europeos.
—Las tensiones raciales y culturales están creciendo cada vez más en nuestros países, junto con un desaliento general, la desconfianza hacia la élite política y de los medios y el auge del populismo. Según ustedes, ¿es debido a una crisis económica y social, una crisis política, una crisis de identidad, una crisis de sentido o todo junto?
—La crisis actual en Occidente tiene múltiples causas, inmediatas y profundas. Lo primero es obvio: el estado de bienestar y el de guerra crea crisis en el extranjero, aceptando los resultados de esas crisis –migrantes y refugiados– en el hogar, mientras beneficia a las élites globalistas con intereses capitalistas transnacionales. Este ciclo perpetuo ocurre en el contexto de la degeneración moral y cultural: de la cultura del entretenimiento a la “tolerancia” suicida. Incluso si fuera posible en ciertos casos, los refugiados no pueden ser asimilados porque no hay una cultura viable para asimilarlos. Los resultados son horribles.
Sin embargo, muchos de nuestros críticos simplemente quieren retroceder el reloj a la época de hace tres o cuatro décadas, cuando las cosas parecían razonablemente “bien”, sin hacer preguntas difíciles ni fundamentales. Esto está mal. Después de todo, fue ese tiempo aparentemente cómodo el que nos puso en la trayectoria que nos llevó a donde estamos ahora.
Otros rastrean la decadencia de Occidente hacia la era de la Ilustración que engendró las ideologías de la modernidad; otros incluso hasta el origen del cristianismo; mientras que pensadores como Heidegger se remontan a la antigua Grecia y el sentido del Ser.
Así que esta vez debemos hacernos estas preguntas difíciles que comienzan con “¿Quiénes somos?” Y “¿Cuál es nuestro lugar en la historia?”
En el video Spencer dice, entre otras cosas, que los blancos no están para oprimir a otras razas, sino que las otras razas necesitan de los blancos. También, que no deben tomar valores morales de otras "criaturas" que ni siquiera poseen la talla moral de los blancos.

—¿Cree que los conceptos de izquierda y derecha siguen siendo válidos?
—Por un lado, el espectro político al que todos están acostumbrados está en gran medida anticuado. Después del colapso del comunismo, el liberalismo se convirtió en la única ideología en pie de la modernidad con aspiraciones globales, en la que tanto la corriente principal como la derecha representan dos versiones cosméticamente diferentes de una misma trayectoria fundamental. Por eso, por ejemplo, se ven muchos Identitaristas que se describirían a sí mismos como de derecha con un gran interés en el medio ambiente y la conservación, es decir, asuntos tradicionalmente asociados con los “verdes” izquierdistas, o se suscriben a una política exterior antiintervencionista, otra postura de “izquierda”.
Al mismo tiempo, en un sentido semántico algo abstracto, podemos hablar de una Izquierda y una Derecha eternas, donde la primera concierne a un movimiento horizontal, la destrucción de las normas existentes, la descentralización; mientras que la segunda es sobre la eternidad, el movimiento vertical, la centralización, la consolidación, espíritu creativo y monumentalidad. Estas formas semánticas son cíclicas.
—¿Cuál es su opinión sobre Europa tanto como civilización como la estructura política y económica que nombra a la Unión Europea?
—Si nos fijamos en los mapas de, por ejemplo, el Santo Imperio Romano en el pasado y hoy la Unión Europea, hay en parte una superposición. Lo que esto demuestra es que hay una vasta entidad espiritual, geográfica y etnocultural a la que podríamos referirnos como Gran Europa. Sin embargo, la forma de esta entidad se ha llenado con diferentes contenidos a lo largo de la historia. Hoy, la Unión Europea es un símbolo de todo lo que está mal: de su burocracia masiva a sus políticas culturalmente destructivas. Lo que esto significa es que la forma tiene que estar llena de contenido correcto en línea con las verdaderas identidades y tradiciones europeas.
He expresado escepticismo del “Brexit”, así como de todas las formas de nacionalismo étnico, es decir, nacionalismos que ven a otros países europeos como “el otro”. Ya sea que nos guste o no, las líneas de falla del siglo 21 y más allá son raciales y civilizacionales. Debemos abordar las cuestiones y las crisis en este nivel. En este sentido, debemos pensar y actuar racionalmente. Queda por ver cómo se expresaría exactamente este espíritu de la Identidad en términos de estructuras políticas.

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