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lunes, 26 de junio de 2017

el ajuste que se viene

El 25 de mayo pasado, desde Seúl, Corea, el periodista Alejandro Bercovich escribía para su columna en DiarioBae: “El momento bisagra que atraviesa la República de Corea tiene especial interés para Argentina ahora que Cristina Kirchner vuelve a crecer en la escena política criolla, dado que su desarrollo tardío fue un ejemplo a seguir para varios economistas de su gestión. A diferencia de Australia, el modelo con el que sueña el equipo de Mauricio Macri, este país no basó su salto adelante en la explotación de los recursos naturales -que casi no tiene- sino en la industria manufacturera, que pasó de representar un 14% de PBI en 1965 (menos que en Argentina hoy) al 31% en 2015”. El párrafo, incluido en un análisis económico, es también parte de una crónica, en la que Bercovich –autor de “Estoy Verde” (el libro en el que describe la dolarización de la economía argentina), columnista en C5N en el programa de Gustavo Sylvestre y quien tiene desde este año su programa en RadioConVos.com todos los sábados de 10 a 13– describe el modo en que los coreanos circulan por la calle y cómo actúan en el trabajo.
Imagen tomada de "Notero de a pie".

Aunque especializado en Economía, los intereses de Bercovich son variados y fundamentados, según puede leerse en sus columnas y tal como se los puede escuchar en la radio porteña. Pero además, el párrafo también señala un trabajo metódico en el que cada dato, cada detalle y cada escena está acompañada de su contexto.
Hoy está escribiendo un nuevo libro con un economista de Rosario, pero prefiere mantener la reserva. En esta entrevista Bercovich analiza los temas más ventilados de la actualidad política y reflexiona a la vez sobre su propio trabajo.
—Como periodista especializado en Economía, ¿cómo evaluás esta situación en la que desde un gobierno que tomó medidas económicas drásticas, se augure que las elecciones se definirán por la política?
—Me parece que esto de que la elección se defina por la política tiene que ver con que hay un núcleo duro de apoyo al gobierno de (Mauricio) Macri que es indiferente a la situación económica, es un apoyo estrictamente político, ideológico, que tiene que ver con el rechazo al kirchnerismo, a la corrupción. Pero también el rechazo a muchas de las políticas económicas que significaron mejoras en niveles de vida para amplios sectores de la población. Ahí me parece que la lectura que hizo el gobierno es correcta y por eso le va a seguir yendo bien. Confrontando con el kirchnerismo se evita que lo midan por sus resultados económicos.

domingo, 18 de junio de 2017

bien, nada

En las propiedades del archivo de Word se establece que fue creado "‎lunes, ‎16‎ de ‎mayo‎ de ‎2005, ‏‎10:24:40 p.m."

Por Elena Makovsky (9 años entonces)


En Buenos Aires, en la Feria del Libro. Afuera había un lío atroz porque es un lugar donde se presentan un montón de libros entre todos esos libros se presenta el de Luis María Pescetti un recital muy divertido donde hay canciones juegos y por supuesto lee partes del libro Chat Natacha chat. Pues el recital fue dentro de una sala. La sala era medio pequeña para tanta gente, alguna gente estaba atrás de unos barrotes que protegían la sala la gente se quejaba porque se veía en una pantalla pero no había sonido y cerraban las puertas y luego llegaron los equipos de sonido y se pudo escuchar bien. Leyó un cuento que está muy bueno que “Natacha” le pregunta a sus papás qué hacían cuando ella no estaba. Está muy bueno porque ella se preocupa de que sus padres pensaran en su mejor amiga “Pati” y no en ella. Cantó canciones como una que sus padres quieren sacar información sobre el chico y nada más las respuestas que le sacan son “Bien” y “Nada”. Entonces el público dice “Bien” o “Nada”, por ejemplo, le pregunta: ¿Cómo te llevás con tus amigos, te va bien en el cole? Y el público responde: “Bien”. Eso es lo que tiene “Luis”, tiene eso de que hace muchas cosas con el público y otros cantantes nada más cantan, divierten, pero no hacen nada con el público, en cambio Luis comparte mucho con el público.


sábado, 17 de junio de 2017

modo viernes

Y estuvimos nomás en "Modo Viernes", el programa que conducen Guillermo Martin, Gerardo Martínez Lo Ré (cuyo viaje transoceánico nos dio la oportunidad de sentarnos en su silla) y Fabio Rodríguez en Radio Universidad: el mágazin de una hora que te da tema para el fin de semana. Sorteamos bolsas camiseta de supermercado, como las que generosamente te daban en el súper hace poco más de un año atrás, esbozamos teorías acerca de las canciones de María Martha Serra Lima y nos despedimos con Fred Bongusto.

lunes, 12 de junio de 2017

el concepto del pene: cómo mofarse de los estudios de género en la academia

Este artículo se publicó originalmente en Skeptic y llegamos a él a través de la traducción de Marta Estévez Pequeño para SinPermiso. Para quienes lean en inglés, agregué hipervínculos del artículo original y otros de referencia.
El engaño
El supuesto científico y metacientífico androcéntrico de que el pene es el órgano reproductor masculino es apabullante y, en gran parte, indiscutible.
Así es como empezamos, usamos esta oración absurda para presentar un «artículo» de 3.000 palabras que no es sino un completo sinsentido disfrazado de erudición académica y que, posteriormente, una revista académica del ámbito de las ciencias sociales con revisión por pares aceptó y publicó.
Este artículo nunca debería haberse publicado. Con el título «El pene conceptual como un constructo social», nuestro trabajo «argumenta» que «El pene con respecto a la masculinidad es una construcción incoherente. Se defiende así que el pene conceptual se comprende mejor no como un órgano anatómico, sino más bien como una construcción social performativa y un constructo difundido a nivel social». Todo ello con el objetivo de demostrar la afirmación del filósofo David Hume de que existe una profunda brecha entre lo que es y lo que debería ser. Nuestro artículo, ese que nunca debería haberse publicado, se publicó con acceso abierto, lo que significa que está disponible para todos los lectores y no está sujeto a pago, en la revista con revisión por pares Cogent Social Sciences. En caso de que se elimine el PDF, lo tenemos guardado.

sábado, 10 de junio de 2017

la bufanda paradisíaca

Viernes 9 de junio de 2017, conversación por WhatsApp con un amigo. Cercené algunas partes y cambié uno de los nombres. (Sobre el título de esta entrada véase Murena.)
Le pregunto (es que me encararon un trabajo que me cuesta mucho definir):
—Qué es para vos el monumento a la bandera?
Dice:
—Fá. Una obra arquitectónica filomasónica, o masónica. Adónde íbamos cuando nos hacíamos la rata en el Industrial. Una de esas veces perdí algo que quería mucho.

—¿Qué perdiste?
—Yo tenía 14 años, estaba enamoradísimo de mi prima. Había pasado el verano en Estados Unidos, algunas semanas estuve viviendo en la casa de mi tío, ella aún vivía con ellos. Era su primer año en la Universidad, yo la acompañaba. Todo aquello me gustaba mucho, la nieve, el hogar de mi tío, el Kean College, lo distante y distinguida que era mi prima. Me regaló una bufanda que me gustaba mucho. Cuando llegó el invierno en San Nicolás la usaba todo el tiempo. Nunca perdió el perfume de mi prima. Una de las primeras veces que fuimos al Monumento de la Bandera, con el viento y la alegría de hacernos la rata, la perdí. Creo que también habíamos visto El último tango en París.
Imagen tomada de Wikipedia.

lunes, 5 de junio de 2017

empleos de feria

Imagen tomada de The Washington Post.

La quinta temporada de la serie House of Cards, con la que idóneos y neófitos accedieron a la ilusión de correr el telón de la trastienda de la política imperial, puede verse completa en Netflix desde el miércoles pasado.
Si las temporadas anteriores desarrollaron las estrategias de Frank Underwood y su esposa para mantenerse en el poder a costa de crímenes, lobbies y zancadillas, en esta la estrategia es el terror. En el último episodio de la temporada anterior Underwood desestimaba el daño que podían causar unos terroristas islámicos en suelo estadounidense con la frase: “Nosotros somos el terror”. Una buena síntesis del método argumental de la serie: confirmar eso que sospechábamos del imperio y la política, cerca de la realidad pero lejos de los matices y la ironía de la historia, como aquella vez que Franklin Delano Roosvelt declaró sobre Anastasio Somoza, el dictador nicargüense: “Es un hijo de perra, pero es ‘nuestro’ hijo de perra”.
Con el arrasamiento político que significa la irrupción del terrorismo y la declaración de guerra que Underwood busca en el Congreso estadounidense, queda atrás la pantomima política de buenas intenciones con las que el protagonista de la serie intentó seducir al electorado en temporadas anteriores: todas cotejadas de algún modo con la realidad política de Barack Obama, que en 2015 –cuando se emitió la tercera temporada– llegó a tener unos nueve millones de desocupados.
Fue entonces –en la tercera temporada– que Underwood armó un plan para generar empleo que llamó “America Works” (“Estados Unidos Trabaja” pero, también; “Estados Unidos funciona”).
Lo presentó, en síntesis, con estas palabras: “Esta noche les diré la verdad. Y la verdad es ésta: el sueño americano les falló. ¿Trabajar duro? ¿Seguir las reglas? No tienen garantizado el éxito. Vuestros hijos no tendrán una vida mejor que la que han tenido ustedes. Diez millones de vosotros no pueden conseguir un trabajo por mucho que lo intenten. Hemos estado inmovilizados por la Seguridad Social, Medicare, Medicaid, por el estado del bienestar, por los subsidios. Y esta es la raíz del problema: los subsidios. (…) Déjenme ser claro. No tienen derecho a nada. América fue construida en el espíritu de la industria. Tú construyes tu futuro. No te será regalado. Y el problema con Washington es que no les dimos las herramientas para construirlo. Y esto es exactamente lo que yo pretendo hacer. Nada de donativos. Trabajos. Trabajos realmente remunerados”.
Ni siquiera en la ficción se impuso el programa que, sin embargo, fue analizado por expertos economistas que le bajaron el pulgar en Forbes y el Washington Post.
Básicamente se trataba de un programa que cambiaba empleos de baja calidad por derechos.
La semana pasada vimos cómo una convocatoria a una suerte de “feria” de empleos impulsada por el gobierno nacional en los que se rifaban unos 10 mil puestos de trabajo convocó a unos 150 mil jóvenes en Buenos Aires.
Hace muy poco, en la revista española Ctxt, el economista británico Guy Standing señalaba que los únicos empleos que pueden generarse son de los de baja calidad. “Hay una inmensa confusión –decía Standing– entre empleo y trabajo. Debemos defender la capacidad y la libertad de las personas para elegir qué trabajo y a cambio de qué salarios y condiciones quieren ofrecerse en el mercado de trabajo”.
A las múltiples farsas con las que se repite la historia hay que sumar las que repiten farsas originales como la de House of Cards.



neoliberalismo o democracia

En esta entrevista publicada en el periódico californiano The Nation, Noam Chomsky explica cómo las élites de todo el espectro político han socavado las políticas sociales y ambientales al restringir la participación popular bajo la retórica de la libertad de mercado.



Durante 50 años, Noam Chomsky fue el Sócrates de Estados Unidos, una plaga pública con preguntas que pican. No le habla al ágora de Atenas, sino a una vasta aldea global dolida y ahora, parece, en peligro.
El mundo en problemas aún se abre camino hasta la puerta de Noam Chomsky, aunque sólo sea porque durante tanto tiempo se manifestó con franqueza sobre el torbellino que viene. No es que el mundo sepa qué hacer con las advertencias de Noam Chomsky sobre la catástrofe, recordemos el famoso fracaso del distinguido anfitrión televisivo William F. Buckley Jr. cuando se encontró con la ira helada de Chomsky acerca de la guerra en Vietnam, en 1969.
Ilustración de Susan Coyne en The Nation.

Hay una cosa extraña sobre Noam Chomsky: “The New York Times” lo llama “discutiblemente” el pensador público vivo más importante, aunque el periódico rara vez lo cita, o discute con él, y menos lo hacen los gigantes de las estrellas de la televisión. Y sin embargo, el hombre es universalmente famoso y venerado a sus 89 años: es el científico que nos enseñó a pensar en el lenguaje humano como algo incrustado en nuestra biología, no como una adquisición social; es el humanista que se burló de la guerra de Vietnam y otras proyecciones del poder americano, sobre bases morales antes que las consideraciones prácticas. Sigue siendo una estrella de rock en los campus universitarios, aquí y en el extranjero, y se ha convertido en una especie de Estrella del Norte para la generación post-Occupy Wall Street que hoy se niega a sentir el Bern-out (por Bernie Sanders, el político de izquierda que le peleó la candidatura a Hillary Clinton entre los Demócratas).
Por desgracia, sigue siendo una figura extraña en los lugares donde se hace política. Pero en su casa en el MIT (la universidad de Massachusetts), es un viejo profesor notablemente accesible que responde a su correo electrónico y recibe complacido a los visitantes como nosotros.
La semana pasada visitamos a Chomsky con una misión de final abierto en mente: buscábamos el relato alternativo de nuestra historia reciente de un hombre conocido por decir la verdad. Le habíamos escrito que no queríamos oír lo que él pensaba, sino cómo. Nos respondió que el trabajo duro y una mente abierta tienen mucho que ver con eso; también, en sus palabras, una “disposición socrática a preguntar si las doctrinas convencionales están justificadas”.