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sábado, 10 de junio de 2017

la bufanda paradisíaca

Viernes 9 de junio de 2017, conversación por WhatsApp con un amigo. Cercené algunas partes y cambié uno de los nombres. (Sobre el título de esta entrada véase Murena.)
Le pregunto (es que me encararon un trabajo que me cuesta mucho definir):
—Qué es para vos el monumento a la bandera?
Dice:
—Fá. Una obra arquitectónica filomasónica, o masónica. Adónde íbamos cuando nos hacíamos la rata en el Industrial. Una de esas veces perdí algo que quería mucho.

—¿Qué perdiste?
—Yo tenía 14 años, estaba enamoradísimo de mi prima. Había pasado el verano en Estados Unidos, algunas semanas estuve viviendo en la casa de mi tío, ella aún vivía con ellos. Era su primer año en la Universidad, yo la acompañaba. Todo aquello me gustaba mucho, la nieve, el hogar de mi tío, el Kean College, lo distante y distinguida que era mi prima. Me regaló una bufanda que me gustaba mucho. Cuando llegó el invierno en San Nicolás la usaba todo el tiempo. Nunca perdió el perfume de mi prima. Una de las primeras veces que fuimos al Monumento de la Bandera, con el viento y la alegría de hacernos la rata, la perdí. Creo que también habíamos visto El último tango en París.
Imagen tomada de Wikipedia.
—¿Cómo era la bufanda?
—Es muy intenso lo del perfume
—¡Qué cosa tan endógena con el amor! ¿Sigue siendo distinguida tu prima?
—Sí. Tiene opinión de todo. Entiende que casi nada vale la pena.
—¿Qué estudió? ¿Se recibió?
—Se recibió de traductora
—Fine! ¿Y cómo fue esa visita al monumento? ¿Con quién estabas? ¿Qué hora era? ¿Cómo llegaron?
—Che, y ¿necesitás estar inspirado para escribir sobre el Monumento a la Bandera? Qué tema
—Necesito entender que tengo que entregar esos textos de una buena vez. Pero me gusta más esto. Y mis recuerdos de mis visitas, cuando vine de Uruguay y me saqué fotos para enviárselas a las chicas de las que estaba enamorado en Paysandú.
—¿Por qué estamos hablando de enamoramientos?
—¿De qué si no?
—No nos vamos a enamorar muchas veces más. Deberíamos entregarnos a los amores que tenemos ahora. ¿No?
—No pienso enamorarme nunca más.
—Eso digo.
—Decime algo más de cuando perdiste la bufanda.
—No fue a los 14, sino a los 15. Fue aquel año que estuvimos por primera vez con chicas en el Industrial. Y no eran chicas, eran unas mujeres tremendas, que salían con hombres grandes, de 19 ó 20 años. Quizás yo mitigaba mi miedo pensando en mi prima. Anahí me dijo algo de la bufanda, además.
—¿Qué te dijo?
—”Qué rico”. Yo le dije que era de mi prima de Norteamérica y no me dio pelota. Tenía esa manera. Qué maravillosas son las italianas. Son tan características. Las italianas y las armenias.
—¿Te dijo “qué rico”?
—El perfume
—Terribles esas mujeres que no admiten competencia
—¿No podemos visitar a Anahí en rosario?
—Ella me dijo que le daba vergüenza que yo la viera porque está muy vieja y gorda y fea. Le creo. No quiero que se termine aquello. Perder la bufanda, y eso. ¿Eso es el pop-no sé qué que me dijiste ayer que había que superar para poder ver las series?
—¡Tal cual! El pop es eso. Las cosas que envejecen. La vi en 1995, en la calle, en San Nicolás. Bella aún. Me trató con una simpatía santa: desestimando todo lo estúpido que fui en la secundaria. Es cierto que eran unas mujeres bárbaras. Por eso fuimos a refugiarnos con las más recatadas de misericordia.
—Ja. Pero las mujeres eran inocentes y las del Misericordia eran pérfidas. ¡Anahí era tan inocente! Estaba enamorada del Negro.
—¿De veras te dijo que no quería que la vieras?
—Incluso un día me vio que estaba en un bar con Adriana y tuvo el impulso de saludarme, 30 años después de haberme visto por última vez, y se contuvo.
—¿Y cómo sabés? ¿La viste? ¿Te contó?
—Sí. Tiene el marido siempre celoso, entonces cada tanto arma un perfil de fb y lo da de baja. Sí, sí, me contó ella
—Esas mujeres eran a step beyond than the ones we finally got acquainted with
—Exacto. Nunca superamos las pérfidas. No nos atrevimos al BIEN… Cuánto amor, qué disparate. Es un lugar despreciable.
—¿Cuánto amor qué?
—Cuánto amor le das a San Nicolás. San Nicolás es un lugar despreciable.
—¿Por qué no darle amor?
—No digo que no. Está bien. Observo que es mucho, nomás. Hasta me gusta que lo quieras. Sos agradecido
—Yo era un idiota y no era nadie, y te conocí a vos, a Fernando y a mucha gente que quiero. SN me dio muchísimo, por eso le perdono que en la presentación de mi librito sólo estuviera Celia, mi madre y otra señora
—Qué hijo de puta, sos. Ves los ángeles. Yo, que ni veo ángeles ni nací ahí, me parece todo entero un lugar que podría llevarse entero la inundación. Dos veces entero, como Villa Epecuén. Dos metros de agua sobre el matadero, cuatro metros sobre el cementerio. Andaban los féretros flotando.
—Hubo un momento en el que sentí que no me hacía falta estar en ningún otro lugar para entender cómo era el mundo.
—Pero eso lo sentiste cuando vivías ¿dónde?
—Y aún lo pienso. En 1985, cuando escuché John Cougar Mellencamp.
—Hoy aprendí que en chino la palabra “historia” está compuesta por los significados “fuerza” y “hechos”. 哪里. Eso es na li. Se usa para preguntar “dónde”. Y si alguien te hace un halago, tenés que demostrar modestia y lo hacés empezando una frase con 哪里. Es muy formal. Es como si el presidente de Noruega le dijera al presidente Xi Jinping “la cerrera espacial que están desarrollando es encomiable” y Xi Jinping le contestara: “¿De dónde? Aún nos falta mucho para llegar al nivel de su país”…

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