Viernes 9 de
junio de 2017, conversación por WhatsApp con un amigo. Cercené algunas partes y
cambié uno de los nombres. (Sobre el título de esta entrada véase Murena.)
Le pregunto
(es que me encararon un trabajo que me cuesta mucho definir):
—Qué es para
vos el monumento a la bandera?
Dice:
—Fá. Una
obra arquitectónica filomasónica, o masónica. Adónde íbamos cuando nos hacíamos
la rata en el
Industrial. Una de esas veces perdí algo que quería mucho.
—Yo tenía 14
años, estaba enamoradísimo de mi prima. Había pasado el verano en Estados
Unidos, algunas semanas estuve viviendo en la casa de mi tío, ella aún vivía
con ellos. Era su primer año en la Universidad, yo la acompañaba. Todo aquello
me gustaba mucho, la nieve, el hogar de mi tío, el Kean College, lo distante y
distinguida que era mi prima. Me regaló una bufanda que me gustaba mucho. Cuando
llegó el invierno en San Nicolás
la usaba todo el tiempo. Nunca perdió el perfume de mi prima. Una de las
primeras veces que fuimos al Monumento de la Bandera, con el viento y la
alegría de hacernos la rata, la perdí. Creo que también habíamos visto El
último tango en París.
Imagen tomada de Wikipedia.
—Es muy
intenso lo del perfume
—¡Qué cosa
tan endógena con el amor! ¿Sigue siendo distinguida tu prima?
—Sí. Tiene
opinión de todo. Entiende que casi nada vale la pena.
—¿Qué
estudió? ¿Se recibió?
—Se recibió
de traductora
—Fine! ¿Y
cómo fue esa visita al monumento? ¿Con quién estabas? ¿Qué hora era? ¿Cómo
llegaron?
—Che, y
¿necesitás estar inspirado para escribir sobre el Monumento a la Bandera? Qué
tema
—Necesito
entender que tengo que entregar esos textos de una buena vez. Pero me gusta más
esto. Y mis recuerdos de mis visitas, cuando vine de Uruguay y me saqué fotos
para enviárselas a las chicas de las que estaba enamorado en Paysandú.
—¿Por qué
estamos hablando de enamoramientos?
—¿De qué si
no?
—No nos
vamos a enamorar muchas veces más. Deberíamos entregarnos a los amores que
tenemos ahora. ¿No?
—No pienso
enamorarme nunca más.
—Eso digo.
—Decime algo
más de cuando perdiste la bufanda.
—No fue a
los 14, sino a los 15. Fue aquel año que estuvimos por primera vez con chicas
en el Industrial. Y no eran chicas, eran unas mujeres tremendas, que
salían con hombres grandes, de 19 ó 20 años. Quizás yo mitigaba mi miedo
pensando en mi prima. Anahí me dijo
algo de la bufanda, además.
—¿Qué te
dijo?
—”Qué rico”.
Yo le dije que era de mi prima de Norteamérica y no me dio pelota. Tenía esa
manera. Qué maravillosas son las italianas. Son tan características. Las
italianas y las armenias.
—¿Te dijo “qué
rico”?
—El perfume
—Terribles
esas mujeres que no admiten competencia
—¿No podemos
visitar a Anahí en rosario?
—Ella me
dijo que le daba vergüenza que yo la viera porque está muy vieja y gorda y fea. Le
creo. No quiero que se termine aquello. Perder la bufanda, y eso. ¿Eso es el
pop-no sé qué que me dijiste ayer que había que superar para poder ver las
series?
—¡Tal cual! El
pop es eso. Las cosas que envejecen. La vi en 1995, en la calle,
en San Nicolás. Bella aún. Me trató con una simpatía santa: desestimando
todo lo estúpido que fui en la secundaria. Es cierto que eran unas mujeres
bárbaras. Por eso fuimos a refugiarnos con las más recatadas de misericordia.
—Ja. Pero
las mujeres eran inocentes y las del Misericordia eran pérfidas. ¡Anahí era tan inocente! Estaba enamorada
del Negro.
—¿De veras
te dijo que no quería que la vieras?
—Incluso un
día me vio que estaba en un bar con Adriana y tuvo el impulso de saludarme, 30
años después de haberme visto por última vez, y se contuvo.
—¿Y cómo
sabés? ¿La viste? ¿Te contó?
—Sí. Tiene
el marido siempre celoso, entonces cada tanto arma un perfil de fb y lo da de
baja. Sí, sí, me contó ella
—Esas
mujeres eran a step beyond than the ones
we finally got acquainted with
—Exacto. Nunca
superamos las pérfidas. No nos atrevimos al BIEN… Cuánto amor, qué disparate. Es
un lugar despreciable.
—¿Cuánto
amor qué?
—Cuánto amor
le das a San Nicolás. San Nicolás es un lugar despreciable.
—¿Por qué no
darle amor?
—No digo que
no. Está bien. Observo que es mucho, nomás. Hasta me gusta que lo quieras. Sos
agradecido
—Yo era un
idiota y no era nadie, y te conocí a vos, a Fernando y a mucha gente que quiero.
SN me dio muchísimo, por eso le perdono que en la
presentación de mi librito sólo estuviera Celia, mi
madre y otra señora
—Qué hijo de
puta, sos. Ves los ángeles. Yo, que ni veo ángeles ni nací ahí, me parece todo
entero un lugar que podría llevarse entero la inundación. Dos veces entero, como
Villa Epecuén. Dos metros de agua sobre el matadero, cuatro metros sobre el
cementerio. Andaban los féretros flotando.
—Hubo un
momento en el que sentí que no me hacía falta estar en ningún otro lugar para
entender cómo era el mundo.
—Pero eso lo
sentiste cuando vivías ¿dónde?
—Y aún lo
pienso. En 1985, cuando escuché John
Cougar Mellencamp.
—Hoy aprendí
que en chino la palabra “historia” está compuesta por los significados “fuerza”
y “hechos”. 哪里. Eso es
na li. Se usa para preguntar “dónde”. Y si alguien te hace un halago, tenés que
demostrar modestia y lo hacés empezando una frase con 哪里. Es muy formal. Es como si el
presidente de Noruega le dijera al presidente Xi Jinping “la cerrera espacial
que están desarrollando es encomiable” y Xi Jinping le contestara: “¿De dónde?
Aún nos falta mucho para llegar al nivel de su país”…
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