The Cabin in the Woods, imagen tomada de Happyotter.
Otro de los "temas" de las series que vemos (y aquí es donde X-Files es mucho más decisiva que Twin Peaks) es el Destino. Destino sobre el que pende siempre una elección, incluso, una no-elección (una Moira, en el ensayo de Paul Ricoeur). Esta elección pendiente es siempre política porque, surgidas del vientre del Imperio, las series reflexionan con la imaginería, los restos de la utopía (libertad, progreso personal y comunitario, igualdad, todo eso)que trajo la ideología del Imperio (extensión, dominación, acumulación de capital) y esos restos son los fragmentos de la visión de una meta. Una meta fáustica y fastuosa: allá adelante está la monstruosa cabeza del imperio devorándose el pasado y el futuro, la Historia y la esperanza. La ideología del imperio crea un destino, pero el hombre (los héroes de nuestras series o, mejor, sus heroínas) rechazan esa idea porque saben que el destino esclaviza: ante el destino todos somos de alguna manera zombies.
Leo en Del fascismo esta frase tomada de un texto del escritor Ernst von Salomon, inspirador de nazis: "No luchamos para que el pueblo sea feliz. Luchamos para imponerle un destino". El destino, en las series, es eso: una imposición, una ausencia de felicidad. Los dos personajes de The Cabin in the Woods (y me dicen que este film trae un posible final de Lost) que descubren que son marionetas del destino deciden optar: ese acto de libertad significa su fin, pero la elección dibuja en ese breve horizonte privado que tienen por delante un espacio no gobernado por esa imposición del destino, lo que le da a ese acto personal una dimensión comunitaria.
Por último, esta reflexión "serial" sobre el destino (de X-Files a Fringe, de Lost a la pésima Last Resort, etcétera), sobre destino e imperio, es siempre, como en las lecciones sobre el fascismo de Pascal Ory, desciende de una cima en la que se ha topado con la Totalidad en el sentido político.
To be continued...