El día después de la noche que Gustavo comió asado de ostras en China, en la otra faz de la Tierra, de este lado vimos un eclipse de luna. En Rosario, la gente concurrió al observatorio municipal para ver el fenómeno. Desde Buenos Aires, Irina, la hija de Gustavo, le escribió por WhatsApp: “Desde el patio vemos tu sombra, pa”. Captó la idea de que este viaje, para los que lo seguimos, tiene dimensiones astrales. Para decirlo, con el título de una obra de Daniel Gracía: “Ad astra per aspera” (Hacia lo más alto por el camino más difícil). Saludos moonwalker.
Las dos de arriba son fotos de Guillermo Turin Bootello. La de abajo, de Gustavo Ng.
Si bien había escuchado superficialmente a la banda, conocí a Cake gracias a Fernandito, que hace unos cuatro años puso una de sus canciones de ringtone. Los significados de uno de sus temas más conocidos, "Friend is a four-letter word" (literalmente: "Amigo es una palabra de cuatro letras") se multiplicaron en la red hace más de una década. Obvio: "Friend", lo mismo que "amigo", son palabras de cinco letras. Pero "four-letter word" no quiere decir necesariamente cuatro letras, sino, como enseña Wikipedia, una palabra escatológica. La contracara de lo que declara esa canción acaso pueda escucharse en la frase de Dylan en "Shooting star": "Creo que es demasiado tarde para decirte las cosas que necesitabas escuchar que te dijera". De modo que ensayamos esta modesta traducción:
To me, coming from you, Para mí, cuando vos lo decís
Friend is a
four letter word. Amigo es una
palabra obscena
End is the
only part of the word “(H)igo” es
la única parte de esa palabra
That I
heard. Que escucho
Call me
morbid or absurd. Decime
que soy morboso o absurdo
But to me, coming from you, Pero para mí, cuando vos lo decís
Friend is a
four letter word. Amigo
es una palabra obscena
To me, coming from you, Pero para mí, cuando vos lo decís
Friend is a
four letter word. Amigo es
una palabra obscena
End is the only part of the word “(H)igo” es la única parte de esa
palabra
That I
heard. Que escucho
Call me
morbid or absurd. Decime
que soy morboso o absurdo
But to me, coming from you, Pero para mí, cuando vos lo decís
Friend is a
four letter word. Amigo
es una palabra obscena
When I go fishing for the words Cuando salgo a pescar entre las
palabras
I am
wishing you would say to me, Que
deseo que me hubieras dicho
I'm really
only praying Sinceramente ruego
That the words you'll soon be saying Que las palabras que estás a punto de
decirme
Might betray
the way you feel about me. Puedan
traicionar lo que sentís por mí.
But to me, coming from you, Pero para mí, cuando vos lo decís
Friend is a
four letter word. Amigo es
una palabra obscena.
Mi amigo Gustavo Ng está en Taishan, Jiangmen, provincia de Cantón, China, donde nació su padre hace como ochenta años, quien emigró a Argentina, vivió en San Nicolás y se mudó a Nueva York. Este lunes, a las 18:58 hora local (once horas más en China), Gustavo me envió este mensaje por WhatsApp: "Ayer, en mi tercer día en China, conocí la casa donde nació mi papá. Estoy temblando. Es en el campo, pero no es la casita aislada que imaginé sobre el relato de mi papá, sino un conjunto de unas 40 casas encarados en el siglo XIX o antes como proyecto arquitectónico. Son cuatro filas paralelas de casas todas iguales, que dejan tres pasillos intermedios. Las filas son de unos 100 metros. Cada casa es pequeña, diseñada para albergar dos familias. En los costados que dan a los pasillos, hay un ambiente con sobrepiso: arriba se dormía, abajo se guardaban las herramientas de trabajo, se stockeaba y almacenaba. Junto a uno de esos ambientes estaba la cocina común, y era común un espacio central, también con semipiso y con salida a una terraza. Dentro de ese ambiente había un bombeador de agua y una pileta en el piso. No había baño -calculo que serían comunales y estarían afuera. También era comunal un solar, unos árboles que daban mucha sombra, con bancos en el medio, un enorme estanque artificial, en el que se criaban además carpas como alimento, y los campos de alrededor. Todas las familias que vivían en el complejo eran de trabajadores campesinos. Quien me mostró la casa es la última Ng que vive en Taishan, prima hermana de mi papá. Mi papá le paga para que ella limpie el lugar y así mantenga la honra a los antepasados. Mi papá también se hizo cargo de los arreglos de la casa, cuando hace algunos años se estaba viniendo abajo. Ahora podría uno mudarse ahí tal como está. La mujer me mostró otra casa y luego otra. Ella sólo habla taishanés, no había modo de entenderla, pero para recibirme mi papá le encargó a la hija de un amigo que me consiguiera un intérprete, quien me explicó que la mujer cuidaba aquellas casas porque eran de otros hermanos de mi abuelo, sus tíos. Fueron cuatro hermanos. Sus casas están mantenidas por sus descendientes, quienes mandan recursos desde Estados Unidos, Canadá u otros lugares de China. A veces tuve que obligar al intérprete a que tradujera (la mujer hablaba sin parar, y el intérprete -dé Guilin- no comprendía bien el taishanés), y fue así que supe que fue la familia Ng la que empezó la villa. Luego fueron vendiendo propiedades. La prima de mi padre me esperó con una serie de ritos de veneración a los antepasados (dijo que ella los hace siempre), mediante ofrendas, incienso, quema de dinero y reverencias. Hice las reverencias con tenazas en la garganta, puse incienso en los varios altares de la casa de mi abuelo Liu Ko y comí una gallina hecha entera al vapor. No sé qué pensé. Aún no pienso. Vine a conocer mis orígenes para saber quién soy. Tengo más preguntas, tengo tantas preguntas más ahora, pero creo sentir que alguna cosa se encajó adentro mío. Este tipo de cosas cambian a la gente."
Temporada y estación (en el sentido de estación del año) se
dicen del mismo modo en inglés: “season”. Así, esa organización milenaria del
tiempo que organizó cosechas y festividades, se aplica también a la televisión.
Las series suelen lanzarse por estaciones: marzo, julio, septiembre y diciembre
son los meses más importantes del calendario televisivo, único patrón, quizás,
que aún mantiene unido a la tevé a ese producto casi fílmico que llamamos
series.
Del mismo modo que acá en el sur encaramos la primavera,
allá en el norte se avecina el otoño (el mes que “cae” del calendario: “fall”
es el otro término para “autumn”), y con el otoño llegan nuevas series, acaso
deslizando la idea de que con los primeros fríos conviene encerrarse en casa a
mirar la caja lúcida.
De las series que conoceremos esta primavera seleccionamos
algunas cuyos pilotos ya pueden conseguirse vía internet pero, vale aclararlo,
remarcamos aquellas que no pertenecen al
género comedia. No porque la comedia no tenga grandes obras, sino porque
nuestro interés se guía por aquellas producciones que más descaradamente
ensayan una teoría acerca de por qué “Es más fácil imaginar el fin del mundo
que el fin del capitalismo” (la frase es de Mark
Fisher), antes que por la puesta en escena de los fracasos de la comunión
en la era de la comunicación, que suele ser el tema preferido de muchas
comedias.
Por ejemplo, Blindspot
y Minority Report, cuyos pilotos
están hace un largo mes en la web,
estrenan este lunes 21 de septiembre.
Blindspot, como Quantico (que se estrena el domingo 27
de septiembre), tienen como protagonistas (además de mujeres hermosas) al FBI,
que con el antecedente de Los expedientes
secretos X y a medida que se suceden las ficciones, se ha convertido en el
organismo más omnisciente de las series televisivas. El FBI como la
materialización de un Dios americano que todo lo sabe, todo lo escruta y todo
lo planifica. Una deidad estatal, policíaca y conspirativa, del tamaño de los
miedos estadounidenses.
La primera (Blindspot)
trata sobre una chica que aparece desnuda dentro de un bolso enorme en Times
Square (la famosa plaza seca de Nueva York). Bueno, en realidad no está del
todo desnuda. Siguiendo la máxima de Marylin Monroe, lleva puestos unos
hermosos tatuajes. El más visible, donde la espalda se une al cuello, es el del
nombre del agente del FBI al que llaman de inmediato. El personaje de Jamie Alexander, la
actriz que protagoniza la serie, tiene la memoria borrada. Si bien no sabe
quién es y qué le sucede, es una experta en el manejo de armas, sabe pelear
como un ninja y se pregunta si acaso no ha sido programada para ver o
desencadenar algo. A partir de allí comienza una investigación que lleva a
descifrar en los tatuajes una suerte de mapa de atentados que han de cometerse
en Nueva York. Mezcla de Prison Break
y Blacklist,
cada episodio descifra el enigma de uno de los tatuajes. Habrá que ver cuántas
temporadas permiten los tatuajes en un cuerpo humano. En 1952 el genial Ray
Bradbury había logrado cuentos fascinantes con esta idea en su libro El hombre ilustrado.
Quantico, en
cambio, transcurre en los mismos cuarteles de entrenamiento del FBI que se
llaman Quantico, en Virginia. Hay un atentado y romances entre reclutas. Las
chicas son hermosas y los muchachos no se quedan atrás. Las imágenes
promocionales nos muestran a cadetes mujeres que usan pañuelos en la cabeza, lo
que da la idea de que el FBI (como ya habíamos visto en Homeland) es no sólo una usina de saber criminal, también es el
limbo de todas las religiones y culturas. Bien, a pesar de todo esto, los
personajes se toman muy en serio todo lo que ocurre y se entretienen con acción
y explosiones que suman testosterona y feromona para el siguiente encuentro
amoroso. Y así.
Pero volvamos a Minority
Report: basada en la película de Steven Spielberg de 2002 (que se basaba en
un cuento de uno de los escritores más prolíficos de la ciencia ficción
contemporánea, el finado Philip K. Dick), transcurre 11 años después del 2050 y
pico, cuando sucedía la película. Los tres hermanos que predecían el crimen
fueron separados y disuelta la unidad de Precrimen. Sin embargo Dash, uno de
los tres fenómenos, tiene incompletas visiones sobre asesinatos que van a
suceder y, mientras busca a su hermano gemelo perdido, ayuda a una voluptuosa
detective a resolver sus casos.
Otra serie basada en una película
(Sin límites, Neil Burger, 2011) es Limitless,
que se estrena el martes 22 de septiembre. La protagoniza Jake McDermont e
investiga, como en la película, una poderosa droga que convierte a sus usuarios
en una suerte de súper héroes, capaces de retener lecturas complejísimas y ver
en detalle la delicada y engañosa trama del capitalismo (eso, por lo menos, nos
enseñaba la película), pero dado que la productora es la televisión abierta
estadounidense, la CBS, conviene no hacerse demasiadas ilusiones e ir por dosis
pequeñas.
También el martes 22, pero esta vez por Fox, conoceremos Scream Queens, definida como una comedia
de terror y creada por los responsables de American
Horror Story, lo que ya la vuelve atractiva. Al estilo de los diez
indiecitos de Agatha Christie, diez jóvenes mujeres de una prestigiosa
fraternidad femenina de una universidad van son asesinadas, una por episodio,
lo que trae a flote un crimen cometido hace veinte años en la antigua casona
universitaria, un horrible asesinato en el que estuvo involucrado el mismísimo
demonio. Como sabemos, el cine de terror (en este caso, las series) es uno de
los terrenos más fértiles para la crítica política. Así lo hizo en sus mejores
episodios American Horror Story,
sobre todo en la primera temporada, en la que asistíamos, a través de una
gótica casa de Los Ángeles, a la historia de la ciudad a través de sus élites. Veremos.
Retorno
Entre los retornos, el otoño norteño trae las segundas
temporadas de algunas de las mejores series estrenadas el año pasado.
La maravillosa Fargo(que el
año pasado recreaba en diez episodios el universo de los hermanos Coen o,
mejor, la cosmovisión de los Coen sobre el mal, aprovechando los cabos sueltos
de la película de 1996) tendrá una precuela que se estrena el 12 de octubre en
FX.
En la serie del año pasado vimos que el personaje de Billy Bob Thornton
le recordaba al padre de la sheriff del pueblo de Bemidji episodios
de su pasado. Esa presencia anterior, ese recuerdo de un mal que parece
alimentarse de los más nimios defectos humanos es lo que promete desarrollar
esta segunda temporada al modo de una precuela. Porque sabemos que las series
están abocada en este último lustro a hurgar en su propia historia.
Restos
El 4 de octubre se estrena en HBO la segunda temporada de The Leftovers,
una de las mejores y más inquietantes series que conocimos el año pasado. La
acción tiene lugar en un pequeño pueblo de la costa Este tres años después de
que 140 millones de personas del mundo entero desaparecieran súbitamente y sin
explicación (la serie, creada por Damon Lindelof, una de
las cabezas de Lost, tampoco intenta
expedirse sobre ello) en lo que es llamado con el eufemismo “Sudden departure”
(la “partida súbita”). The Leftovers
es “apocalíptica” en un sentido bastante novedoso: muestra menos la desolación
de un mundo que debe acarrear con semejante pérdida que la desolación de un
mundo que estaba a la intemperie, sin recurso alguno para afrontar esa pérdida.
El film Limitless nos había cautivado por varias razones. Ahora hay una serie cuyo piloto ya puede bajarse y comienza el 22 de septiembre próximo en CBS. La película la protagonizaba Bradley Cooper, quien en la serie interpreta un personaje recurrente, el del senador Morras, en la carrera a la presidencia de los Estados Unidos. El lugar es Nueva York. Si Cooper interpretaba en el film a un escritor frustrado, Jake McDorman interpreta en la serie a un músico frustrado que de repente conoce la droga NZT-48, lo que le permite desarrollar su memoria y su lucidez a un nivel suprahumano. Como Cooper en el film, McDermont en la serie no aprovechará esos dones para hacer arte (lo que sea que consideremos arte pero, básicamente: tratar de recomponer algo, una falta esencial), sino para cumplir con las deudas familiares y sociales y convertirse en una suerte de buen americano y buen capitalista... A ver, el NZT es la droga del capitalismo, pero en ese mandato paterno de McDermont, que en la serie se llama Brian Finch, no sólo operan las utopías del capital (la fantasiosa democracia de USA, la acumulación de riqueza, etcétera), también las de un saber ilimitado sobre el hombre en la era del libre mercado o, mejor, de la biopolítica. Nuestro héroe se desvive por salvar a su padre de una enfermedad que los médicos no pueden diagnosticar al tiempo que una investigadora del FBI busca en nuestro héroe las respuestas a la muerte de su padre. El NZT es la clave o, mejor, la excusa. La agente del FBI es Jennifer Carpenter (la Debra Morgan de Dexter) y los productores ejecutivos (además de Cooper) son Roberto Orci y Alex Kurtzman, quienes indefectiblemente metieron mano para que Limitless sea una de las series más prometedoras del otoño del norte,
El casting, la selección de actores, es lo primero que fascina de Public Morals, que comanda el actor, escritor y director Ed Burns. Se estrenó el 25 de agosto pasado en TNT y la primera temporada tiene 10 episodios. Public Morals transcurre en la Nueva York de 1960 y es de algún modo la historia de policías de origen irlandés en una Manhattan habitada por la clase trabajadora. Es lo que se deja leer en la entrevista que Nymag.com le hizo a los protagonistas, ese sólo detalle habilita ese viaje atrás en el tiempo.
Así, el de los 60 se nos aparece ahora como unos EEUU alternativo –a diferencia del huevo de la serpiente que nos enseñaba Mad Men. Nuestros policías de la división Moral Pública (encargada de vicios y comportamiento ofensivo; prostitutas, juego clandestino, etcétera) entienden que el área donde deben ejercer la ley atenta contra sus principios mismos: deben castigar a gente que quiere pasarla bien, por lo tanto el trabajo es ridículo. Lo que importa dentro de ese mundo de policías de procedencia irlandesa, italiana, alemana no es tanto hacer cumplir la ley como "pertenecer", extender al círculo policial los códigos de pertenencia de la familia –todo es un entramado de parientes que se cuidan las espaldas y hacen sus negocios. Sin embargo, lo que parece un canto anticorrupción y un himno a la profesionalidad que arribaría en los 80-90 –que no es sino una falacia, dados los últimos casos de gatillo fácil en el gran país arriba del Río Grande– es en verdad una sesuda añoranza de esa Nueva York en la que la clase trabajadora se encaminaba hacia el desfiladero sin saberlo y disfrutaba sus últimos días sobre la ciudad dorada. A la vez, la serie se plantea –como Mad Men– "antropológica": es para los actores y creadores, según declaran, un trabajo realista, una indagación en torno a lo policial y la ciudad. Así, las palabras de Wass Stevens parecen arrastrar la lectura que hizo David Simons sobre el trabajo policial en The Wire. Dice Stevens: "(En los 60) Se manejaba el vicio y el crimen como opuesto a arrestar y encarcelar gente". De modo que Public Morals es menos una serie sobre los 60 en Nueva York que una serie sobre la calle neoyorkina en esos años. Dice Burns en la entrevista citada: “Lo que me fascinaba cuando hice la investigación de época es que Nueva York, Manhattan en especial y en esos tiempos, estaba llena de esos vecindarios étnicos de clase trabajadora: tenías a los irlandeses en el West Side, el Lower East Side era judío, Greenwich Village era italiano, Yorkville era alemán. La idea es que estos canas eran tipos que habían crecido en esos barrios. De modo que entonces estos muchachos de clase trabajadora trazaban una línea en el medio. O te convertías en un policía o en un empleado público, si no te pasabas del otro lado. Conocí a un viejo policía que me dijo que lo fascinante era que un sábado a la noche te encontrabas en el bar de la esquina con los tipos con los que habías crecido. Pero de lunes a viernes estabas persiguiéndolos en las calles.”