Además de ganar numerosos premios nacionales e
internacionales (entre ellos el Clarín de novela en 2003, el Monte Ávila en
1997 o el del Fondo Nacional de las Artes para Cuento), la escritora Patricia
Suárez (Rosario, 1969) va tras la beatificación en el Vaticano: uno de los días
más calientes de enero pasado dejó su departamento en Buenos Aires para mudarse
a Santa Fe capital; “¡el amor!”, arguye en esta entrevista que contesta vía
correo electrónico mientras el mercurio del termómetro pisa los 38 grados y
ella espera el camión de la mudanza.
Por estos días la Editorial Municipal de Rosario, donde
Patricia había ganado ya el premio de novela por Aparte del principio de la realidad (1998), distribuye Ligera de equipaje, un pequeño libro de
poesía que ganó el concurso Felipe Aldana 2011 (jurado: Francisco Bittar, Alejandro Pidello y Grabriela Saccone) y despliega una serie de
inquisiciones sobre el amor apelando a formas diversas y actuales: el correo
electrónico, la carta, las películas (y buenas películas, por ejemplo, Edmond,
de David Mamet), las anotaciones en el libro de un hostal. Escribe en un poema:
“me había asaltado el deseo,/ un deseo migratorio del pasado”, ensaya unos
textos cuyo centro es el aborto bajo el título común: “Infección” a partir de
una cita de Anne Sexton. Es un libro magnífico y en muchos poemas asistimos a
esa maravilla de las buenas canciones: como que nos recuerdan algo que habíamos
olvidado, como que su novedad consiste en ofrecernos un dèjá vu.
Ligera de equipaje es el cuarto
libro de poesía de Patricia, quien además de poesías, novelas, cuentos,
entrevistas, columnas y notas periodísticas en medios argentinos y
latinoamericanos, escribió unas treinta obras de teatro, literatura para niños
y hasta novelas que una compañía de celulares distribuyó por sms. La entrada de Wikipedia nos desasna: “Hija de
un matrimonio mixto, recibió educación religiosa judía, católica y metodista”.
—Los poemas de Ligera
de equipaje ensayan varias
posibilidades sobre las relaciones amorosas, terribles muchas veces. ¿La poesía
es un espacio en el que las cosas aparecen más crudas o descarnadas que en tu
narrativa?
—Creo que es un espacio más
personal. Y donde la ficción es transversal. Estos poemas son anécdotas, más
música, más filosofía. Algo así.
—Ganaste premios importantes a
nivel nacional e internacional, como el Clarín de novela, ¿qué es lo que te
lleva a presentarte en tu ciudad, al premio Felipe Aldana?
—Los libros que la EMR (Editorial Municipal de
Rosario) saca con el Premio Aldana son bellísimos. Ese es un factor importante
a la hora de editar. Además, si es como se suele decir, que “la poesía no
vende”, le sumás que un libro –formato y contenido– pueda resultar poco
atractivo, los alicientes para comprarlos son mínimos. La EMR, en cambio, los
distribuye en todas partes (doy fe de haberlos visto en distintas ciudades). Y
por último, tenía ganas de volver a Rosario.
—A propósito de la pregunta
anterior, ¿cómo ves la política de la editorial Municipal en materia de
construcción de un fondo con autores de Rosario y la región?
—Lo veo con inmenso alivio. Tanto
la EMR, que es señera en el asunto, como Homo Sapiens con el proyecto de
narrativa que lleva adelante Marcelo Scalona; Ross, con Gloria Lenardón y Marta
Ortiz de directoras, y la flamante Cuenta Conmigo de libros para chicos,
dirigida por María Luisa Miretti, son la certeza del crecimiento de la ciudad y
de cómo la ciudad apoya a la gente que quiere dedicarse a las letras. Para mí,
en lo personal es un gran estímulo y habla de un país federal que se está
formando como tal. Por razones particulares –¡el amor!– vuelvo a la provincia
este año y me es muy grato hacerlo en una ciudad que me recibe con alegría y
con proyectos de trabajo que hace diez años eran impensables. Estoy muy
orgullosa de ser rosarina y de que Rosario y la provincia de Santa Fe hayan
crecido tanto en el área de cultura.
—Los poemas de Ligera abrevan en fuentes muy diversas, desde
las películas y los libros a las noticias y ciertas “anécdotas” personales. ¿Cómo
te enfrentás con esos materiales, es decir, cómo es ese encuentro con la experiencia
de ver una película y comenzar a pensarlo como un poema?
—No hay un sistema. Algunas cosas
me impactan y otras –que serían el germen de un gran poema para otros– me dejan
indiferente. Quiero decir, no es que vi la película de Mamet [se refiere a Edmond, una película de David Mamet
protagonizada por William H. Macy] y dije: “Voy a escribir un poema sobre el
amor y el destino”. Simplemente, me quedó una voz dentro, resonando, la de Macy
en el film, y la voz construyó ese poema. Por supuesto, no soy una médium. La
voz, la música con que suena el poema, usa mis palabras y mis pensamientos. En
mi caso –lo digo con modestia– la literatura es una cuestión de intuición, de
sexto sentido. Y de valentía, vos tenés que animarte a hacer o decir lo que no
queda bien en otras ocasiones. Por supuesto, cuantas más lecturas y técnicas
conocés y poseés mejor y menos doloroso es el proceso de escritura.
–Una parte del libro se llama “Infección”
y se refiere a embarazos y abortos, ¿hay una posición, más allá de estética,
política en referencia a eso? Es imposible no ver a la mujer en esas líneas.
—Y sí. Hay una posición –hoy más
necesaria que nunca– de despenalizar el aborto. Es casi obsoleto que aún se
esté discutiendo la posibilidad de una legislación que ampare a las mujeres en
este sentido.
–A partir de tus libros
publicados, de tu columna en Clarín, ¿te has convertido en una escritora “profesional”,
en el sentido que Manuel Gálvez contemplaba la idea, por ejemplo? ¿Cómo es eso?
—¡Paradójico! Es algo paradojal y
te sume en la paradoja todo el tiempo; te la pasás como una liebre encandilada.
Por un lado, yo disfruto enormemente de escribir por encargo, la columna de Caty Kharma, algunos libros para chicos,
teatro, etcétera. Pero por otro lado, la imaginación y las energías son
limitadas y hay textos que yo querría hacer pero quedan postergados por estos
proyectos que necesitan de vos con inmediatez. Acabo de terminar una obra de
teatro sobre un médico nazi prófugo en la Argentina, el Dr. Vaernet, que decía tener una
cura para la homosexualidad que había probado en los campos de Buchenwald;
tengo que entregar dentro de poco (en realidad ya estoy atrasada) un libro para
Atlántida para adolescentes sobre Cleopatra y a principios de marzo el boceto o
primera versión de una obra sobre Belgrano para el teatro La Comedia de Rosario
(proyecto ante el que estoy muy agradecida que se me haya brindado la
oportunidad de escribir), pero digo, en la vorágine de vivir con el culo sobre
el huracán de la literatura, a veces se pierde profundidad. Acrecentar el
talento viviendo de la literatura es muy arduo, me siento más un creativo de la
serie Mad Men que el concepto clásico que
tenemos de lo que es un escritor-artista, un tipo que lucha con sus propios
demonios y los va volcando en un papel, a su tiempo.
—Usás Facebook, ¿y Twitter? ¿Qué
te interesa de las redes?
—Uso los dos. Pero Twitter es a
la comunicación lo que es el cuento hiperbreve a la literatura: poco más que un
aforismo con ingenio. Y no tengo ganas de ser creativa y despertar Ooes de
admiración por mi ingenio. Prefiero comunicar cuanto es posible. En Twitter me
limito a subir las recomendaciones de páginas que me gustan, notas, emisoras de
radio, películas, etcétera. En Facebook pongo todo lo que estreno o los libros
que salen, a veces hago pedidos de libro o de info (y la gente que es la mar de
amable te responde, te pega links) y a veces algo personal.
—¿Cómo creés que la difusión y
dispersión de materiales en internet afecta el mercado editorial o perjudica a
los autores? ¿Tenés una posición al respecto?
—Me preocupa cuando todos
comienzan a levantar voces sobre las propiedades robadas. Creo que el objetivo
de Internet es hacer gratuito lo imposible. Los autores siempre estamos abajo
en la cadena de las grandes empresas. Por eso, yo no creo que el robo y la
piratería afecte tanto en verdad a los verdaderos escritores. Creo que afecta
de verdad cuando firmás un contrato por el 6% de derechos, cuando lo legal es
el 10%. Creo que afecta que un autor deba pagarse un libro para publicar. La
piratería afecta a la gente que hace plata con la literatura. Que es otra clase
de gente. Para mí era un lujo ver Cuevana, ver videos en You Tube o bajarte un
libro de Mallarmé que no tiene derechos pero una editorial equis lo re editó
hace veinte años y no permite que nadie lo lea. Sé que no es del todo correcta
mi posición. Pero yo prefiero que mucha gente me pueda leer y tener menos
plata, que tener todo resuelto económicamente y ser la autora estrella de una
empresa monopólica. Y en última instancia, el tiempo es el gran escultor: los
monopolios editoriales ya se están tambaleando.
Un
poema de Ligera de equipaje
En
“Infección”
La
cadencia con que el doctor
habla
de filosofía,
la
búsqueda interior,
el
poder de la concentración,
la
importancia de la libertad,
y
el abstenerse de juzgar a nadie;
y
luego garrapatea una cifra
y
dice que eso es lo que cuesta
cuando
es pequeño,
pero
si crece un mes más,
el
precio es otro,
el
riesgo es otro,
la
vida vale oro, sentencia,
y
de esperar, acabará naciendo el bebé.