Mi esposa me lee un fragmento de Juegos inocentes, juegos terribles, de Graciela Scheines, publicado en 1998 –su último libro– por Eudeba (premio del Fondo Nacional de las Artes). En el capítulo 5, "Los pedagogos vienen marchando", luego de una cita del Ferdidurke de Witold Gombrowicz que dice "El cuerpo pedagógico, ese poder", leemos: «El tema de la violencia, como la ecología y el feminismo, entra en lo que llamo culturas de consumo. Son cuestiones de las ciencias duras o blandas que se vulgarizan a través de programas televisivos, revistas de entretenimiento, calcomanías con eslóganes para pegar en el cristal del automóvil, etcétera. Prenden con fuerza entre la clase media que aspira a estar informada y actualizada. Lo malo de estas culturas de consumo es que los problemas se simplifican al punto de quedar reducidos a unos pocos trazos gruesos. Empobrecidos, se convierten en dogmas que se imponen y se defienden como verdades reveladas. Sus defensores a ultranza saben bastante poco del tema, tienen una idea general acerca de lo que se trata y la concentran en cuatro o cinco frases hechas que esgrimen como la espada del cruzado o la ley del inquisidor. Las culturas de consumo suelen enmascarar actitudes fascistas. Su atractiva envoltura cobija a verdaderos nazis, a falsos redentores totalitarios y racistas: lobos bajo inocentes pieles de cordero.
«Insisto. Es bueno tomar conciencia de que hay que defender nuestro planeta, saber de qué se trata el equilibrio ecológico y conocer y combatir las formas de contaminación y agotamiento de las reservas naturales. Tan bueno como estar de parte de la paz mundial y en contra de la violencia y apoyar la lucha de las mujeres por sus derechos. Lo malo es la superficialidad con que se esgrimen estas importantes cuestiones y el desparpajo y la ligereza con que se persigue, se discrimina y se juzga en nombre de esos principios. La consecuencia es nefasta: se confunde lo verdadero con lo falso, lo que parece con lo que es, lo importante con lo superfluo. Más que culturas de consumo debiera llamárselas ignorancias de consumo.»
Imagen tomada de Espectivas.
El mismo capítulo, en el que Scheines analiza los juegos de guerra, cierra con este hermoso párrafo:
«A las remanidas y falsas oposiciones "violencia-pacifismo" y "competencia-cooperación" prefiero ésta: "agresividad-espíritu guerrero". Censurar sistemáticamente la violencia y la competencia de los juegos y experiencias infantiles implica la represión del impulso natural y noble de la especie humana a luchar por los ideales, pelear por la justicia, defenderse de las agresiones, rebelarse contra situaciones despreciables e inhumanas. Eso implica ser ciudadano, participar de una sociedad. Eso es vivir. El noble espíritu guerrero le da a la vida una dimensión heroica, un sentido, una razón de ser.»