Ahora, durante el mes de diciembre, la Editorial Municipal de Rosario presentará los tres libros ganadores del último concurso de Poesía Felipe Aldana, que este año incluyó la categoría “menores de 21 años”. Entre esas tres obras conoceremos una firmada por Cleffa Takahashi. Cleffa, nos explica ella misma, se pronuncia Kurefura en japonés. Pero ni Cleffa ni Kurefura son los nombres con los que figura en el registro civil Sol Agostina Figueroa, de 15 años, única ganadora del Aldana en su categoría. 101: Memorias de un pianista, el libro por el que recibió ese primer premio, es a la vez un relato disfrazado entre los poemas que narra las impresiones de cuatro personajes: Kurefura, Kieko, Zero y Aoi, “producto de una misma persona con un trastorno de personalidad múltiple”, como los define la autora. De hecho los poemas llevan la voz de quien habla, a excepción del último, “Fusión”, firmado por Kieko y Kurefura. Cassis by the GazettE on Grooveshark Toradora - Capitulo 1 [Sub Españolpor YunaDiamond Conocimos a Sol, es decir a Cleffa, a fines de septiembre pasado en la Plataforma Lavardén, cuando se desarrollaba el XXI Festival Internacional de Poesía y ella leyó, como ganadora del Aldana, algunos de sus poemas. En un saco blanco, con un mechón de pelo color violeta y unos grandes lentes de marco azulino, leyó en una de las mesas inaugurales del encuentro junto con José Ignacio Sainz –ganador en la categoría mayores– ante un público que la ovacionó encantado. Más tarde recorría la feria de editoriales de la planta baja del edificio con su tía, que debe llevarle tres o cuatro años. Había comprado El gato del infierno, de Stephen King, Ataque de pánico, de Juan Xiet (“lo terminé de leer y se transformó en una especie de biblia, lo difundí por entre mis amigos y también lo amaron”, nos escribiría más tarde), y Léame, de Nicolás Di Candia. Entonces nos presentamos, conversamos sobre su fascinación por la cultura “pulp” (popular y masiva, en la que cabe la música, las historietas y el cine) japonesa; “asiática”, diría ella. Nació en San Miguel de Tucumán en 1998. Cursa el secundario en el Instituto Politécnico Superior de Rosario, donde dos de sus profesoras de Idioma Nacional, Celeste Gascón y Marisa Ponisio, la alenataron a presentarse al Aldana. “No tengo autores favoritos –nos dijo, aunque agregaría luego que no quiere dejar de mencionar a sus manga preferidos: Kuroshitsuji y Toradora–, sí me gusta leer, es algo que me enseñaron mis padres desde chiquita. Y del animé me gusta un género que se llama gore: es violento, digamos, con mucha sangre; policiales misteriosos. Y si no, también me gustan mucho los animé románticos. Cada género está en un extremo”.
Intercambiamos correos electrónicos. Desde entonces, y de manera más bien esporádica, nos escribimos algunas líneas a medida que surgían curiosidades. Casi sin notarlo, un día leemos en un mensaje suyo a propósito del libro que escribió: “Son poemas porque hablan en su propio idioma”, que viene a ser ya una clásica definición de poesía: el poeta es quien construye un idioma propio. Y así fuimos armando esta entrevista. —¿Qué tal el Politécnico en relación con tu actividad literaria? —¿El poli? Para mí el Poli es lo mejor que me pudo haber pasado en todo sentido. Es una escuela que, con sus defectos y todo, amo. Pude empezar de nuevo ahí, es muy especial. Tengo muchos amigos con los que comparto intereses, y eso me resulta muy motivador, porque es un apoyo que antes no tenía. La experiencia de la exigencia académica y la carga horaria no son un trastorno ni mucho menos; no es imposible de llevar. Y hasta sentís que el Poli es tu casa de tanto que pasas ahí. Para ser una escuela técnica, no es “cuadrada”. Quiero decir, tiene bastante espacio para actividades de otro estilo, por ejemplo, las jornadas donde se hacen distintas actividades deportivas, de baile, dibujo, canto, charlas de diversos temas y otras cosas; el Poliacústico y el Polirock; hay talleres de fotografía y de teatro; y muestras de dibujos. Siempre te sorprende.
Visto anoche, luego de que un oyente de MTQN preguntara en
nuestro micro por la serie, el primer episodio de Almost Human, la nueva tira producida por el descendente J.J. Abrams.
La verdad, la tendencia a esquilmar el legado
fílmico de muchas de las series más pretensiosas es ya pavoroso. Ésta “abreva”,
más bien rasca de la olla de El vengadordel futuro (alguien va a una clínica pirata a reconstruir su memoria) y de Robocop (policías sintéticos y uno con
sentimientos y emociones). Claro que la cosa podría funcionar como ha
funcionado todo esto hasta ahora, pero el modo en que lo hace es del todo estúpido.
Porque el argumento general de la serie es estúpido y porque de todas las
intrigas que plantea –un nuevo grupo mafioso llamado Intersyndicate,
Insyndicate o algo así (no vale la pena recordarlo, sólo señalar la visión
conspirativa que existe sobre cualquier tipo de organización sindical) que
opera con alta tecnología y le tendió una trampa a nuestro héroe en el pasado,
por lo cual él busca venganza; más una ex novia que al final del primer
episodio descubrimos que es una villana– no conforman un solo misterio digno de
ser explorado. Pero encima, el argumento –un argumento es siempre un lazo con
la historia reciente, por eso Hitchcock lo concebía como un McGuffin, una
excusa– es intragable: los criminales del futuro, para conservar sus negocios
criminales, quieren eliminar a la policía. ¡Como si vivieran en el socialismo! Eh, J.J., ¿no viste Breaking Bad? Hasta donde pude ver, la intriga más intensa es quién, qué es el acompañante sintético del héroe. Hasta donde nos lo dice Lili Taylor (sí, la Lisa de Six Feet Under, único motivo de alegría que hallamos por ahora en la serie), tanto el policía que protagoniza Almost Human y su par androide son "especiales". Hasta donde entiendo, me temo que por "especial" no debe entenderse acá el carácter sacramental de la estrella del sheriff, como quería André Bazin, sino algo que debemos aceptar como dado por obra y gracia de quienes realizaron un casting.
Gustavo vino con Victoria este fin de semana. Como siempre, trajo regalos, pero el más interesante de los regalos se lo hizo a Vicente cuando le compró un pollo para enseñarle, en principio, algunas lecciones de anatomía y, luego, cómo cortarlo para hacerlo comida. El pollo, que llegó muerto a la casa, como cabía esperar, hasta tuvo nombre: Rayo, lo comimos este domingo a la cacerola, después de pasear en bicicleta por la costanera central, donde se erige el Puerto Maderorosarino. Antes, temprano a la tarde, fuimos a comprar una cubierta para el Gol de Victoria, quien también llegó con un regalo que elaboró con su hermana: galletitas dulces dietéticas, hechas con banana, avena y chocolate amargo, además de un postre de frutillas y avena. Sin saberlo, rendíamos un discreto homenaje a quien moría mientras disfrutábamos su golosina. Con feriados así resulta cada vez más difícil creer en la rutina. En su bitácora, Gustavo provee más fotos, algunas de una familiaridad oprobiosa.
La serie Drácula,
que se puede ver por Universal los lunes a las 22 (empezó el 18 de noviembre
último en Argentina y 4 semanas antes en la NBC, su canal de origen), es un rezago
de los fuegos de artificio del mes de octubre en el continente del norte, donde
el festejo de Halloween, como lo muestra una película infantil que el canal de
Disney ha sobredosificado, sirve para que nadie crea en nada del otro mundo.
Protagonizada por el irlandés Jonathan Rhys Meyers
(si va a ponerse ese nombre por lo menos debería moderarse con la bebida),
quien viene de interpretar en la serie Los Tudor al muy
casquivano Enrique
VIII (recordemos: el rey inglés de las seis esposas del disco
de Rick Wakeman), seguirá saltando de alcoba en alcoba, esta vez ayudado
por los poderes del más allá, en la Londres victoriana de 1896.
Lejanamente basada en la adaptación que
hiciera Francis Ford Coppola en 1992 de la novela de Bram Stoker, que
introducía el punto de vista y la voz del vampiro –que en el relato original,
hecho de cartas entre los protagonistas, no estaba–, la serie reconfigura a los
personajes, así, Mina está enamorada de un periodista y Van Helsing es en
realidad un aliado de Drácula, quien aquí interpreta a un empresario
estadounidense que llega para desafiar a la clase alta británica con su
proyecto de difundir la electricidad –es decir, la energía– tal como suele
entenderse que lo planteaba Nikola
Tesla: de forma libre, sin cables, accesible a cualquiera.
El plan de Drácula al arribar a Londres y encarnar a un
americano emprendedor es destruir a la Orden del Dragón,
enquistada en las altas esferas del poder y, sobre todo –y aquí está el tema de
la serie–, en el poder del imperio que era Gran Bretaña entonces. Hay una conversación
incluso entre Alexander Grayson –como se hace llamar Drácula en Londres– y un
alto miembro de la aristocracia en la que le dice que su propuesta energética
echará por tierra la apuesta que las compañías británicas están haciendo con el
petróleo. El desaire que recibe nuestro héroe-vampiro es motivo de una
carnicería, pero luego se recompone y vuelve a intentar su plan según los
métodos del lobby mediático y la libre empresa. Como señala un artículo en el
diario inglés The
Independent, también nos preguntamos: ¿no era que Drácula venía para
arreglar cuentas con estos desalmados imperialistas mediante un baño de sangre?
Bueno, parece que no, o no del todo. La Orden del Dragón es
real y tuvo a Vlad Tepper –el personaje histórico en el que se basó la novela
de Stoker– entre sus miembros. Que la Orden haya sobrevivido hasta la época
victoriana ya es una fantasía, pero sirve a los guionistas de excusa, porque
Drácula llega a Londres para vengarse de sus miembros, a quienes atribuye la
destrucción de su familia en el lejano siglo XV.
Lo que algunos críticos
en general han celebrado es la presencia de Daniel Knauf como cabeza
del equipo de escritores. Knauf, quien suele usar los seudónimos Wilfred
Schmidt y Chris Neal es un guionista de cine, televisión e historietas
norteamericano conocido por realizar en 2003 y para HBO la sobrevaluada serie Carnivàle.
A diferencia de otras actualizaciones de la ficción sobre el
vampiro (el primer muerto viviente en ganar popularidad dentro del relato
fantástico), como True Blood,
en la que los vampiros han decidido salir de sus armarios milenarios e
integrarse socialmente (pagar los impuestos, reclamar por sus derechos,
postularse para cargos parlamentarios), como en X-Men, Drácula expele
crítica política, aunque en envase de historieta. Si la gran metáfora del Drácula de Coppola fue el cine (imágenes
de gente que podría estar muerta y vienen a contarnos una historia de
salvación), la de esta versión parece ser el imperio o, mejor, ese momento en
la historia del imperio en la que una aristocracia decadente e hipócrita (la
victoriana) está a punto de ver cómo se lo arrebatan. Los resultados, para la
mayoría de los mortales, no fueron muy diferentes: su destino varía entre el de
carne de cañón y el de comida para chupasangres.
La NBC hizo cinco webisodes
bajo el título “Dracula Rising” que explican los orígenes del vampiro y la
relación con Van Helsing, pero como era de esperar, no están disponibles desde
Argentina. Una razón más para volver a nuestro sitio
preferido a la hora de buscar series.
Con el perfume de los azahares llega el verano. Los azahares son las flores blancas de aroma intenso como el jazmín, el limonero o el naranjo: colman el aire, algo sólido emana de ese aroma, algo cuya dulzura es vecina de los cuerpos en descomposición del calor. En el invierno los cítricos nos proveen de vitamina C, en el verano nos ayudan a disimular que todo lo que se mantuvo fresco en el frío comienza ahora un proceso de degradación. Azar, según el diccionario, viene de dado y, "literalmente", de flor. Es decir que azar y azahares están emparentados en el árabe; y que los dados y la flor, en la lengua que creó Las mil y una noches, tienen una imagen en común. Los dados ruedan en ese lugar donde solía no preocuparme que rodaran, mientras la flor empalaga mis sentidos y me hace creer que este es el verano, que ha llegado un tiempo de dados echados a rodar como si nunca hubiesen rodado.
Mediomundo
es un proyecto interactivo y en fase beta permanente que, como las mismas
redes, irá creciendo a medida que avanza por Iberoamérica a través de múltiples
nodos simultáneos, sucesivos y relacionados.
Mi primera participación fue el viernes
1 de noviembre pasado, cuando entrevisté a través de un hangout a un
escritor nicaragüense. La segunda, con este
texto sobre la NPR, en el que olvidé mencionar que fue el lugar donde seguí
la discografía creciente e intensa de Juana Molina, de la que acabo de leer una
extensa nota en Radar.
Este sábado estuvimos en Mercado
Solidario de Rosario, donde la Fábrica de Juguetes de El Obrador
fue invitada a exponer. En la ocasión estrenaron el stand diseñado
especialmente por alumnos de Diseño Industrial de la Escuela Superior de Diseño de
Rosario para este tipo de actividades. Allí, Juan Manuel Maggi llevó la máquina para
cortar botellas de plástico (PET), cuyas
tiras son reutilizadas, entre otras cosas, para hacer cestos según las
ancestrales técnicas qom de cestería.
Arriba, el stand diseñado por diseñadoras de la Escuela Superior de Diseño. Abajo, velador hecho con bidones de dispenser de agua pintados.
Hablé hace poco con Marina Gryciuk sobre el
trabajo que ella realiza en El Obrador junto con Ruperta Pérez, de la comunidad
qom, a quien considera su maestra en el arte de la cestería. El Obrador trabaja
desde el año 2008 con esta idea de la reutilización de materiales, de ver con
otros ojos los materiales que otros ya dejaron de ver. Así, se adaptaron las
técnicas artesanales ancestrales a todo tipo de material, las botellas hechas
tiritas, las telas y lanas en desuso. Incluso, me decía Marina, las mujeres
encuentran más fácil trabajar sobre el plástico que con los tejidos vegetales
originales, a los que había que mojar permanentemente para ablandar y convertir
en hilo. Así, dice que le dijo Ruperta, no tenemos las manos siempre mojadas.
Bien, Juan Manuel buscó en internet y logró reconstruir a
partir de lo que halló esta máquina mostrada en los dos primeros videos que
permite hacer de forma mecánica lo que antes se hacía a tijera: deshacer una
botella plástica en tiras para luego fabricar un cesto como el que Vicente
tiene en el tercer video.
La máquina, incluso, está construida con materiales
reutilizados, como los picos de botellas o los caños de PVC de la manivela. A
su vez, puede cortarse el plástico en distintos grosores.
Las muñecas, rodantes y autómatas que se ven en el stand son
diseños de Elsa Albornoz.
Al contrario de lo que podría pensar cualquiera, Marvel’s
Agents of S.H.I.E.L.D. no es una serie súper espectacular como su pariente
cinematográfico The Avengers. Tampoco es una serie sesuda como las que
preferimos en esta columna; ni una que arriesgue patrones narrativos
innovadores: producida y realizada por la estricta cadena ABC no podría permitirse las osadías de The
Walking Dead (AMC) o incluso la querida y finiquitada Fringe (Fox). Pero tiene a Joss
Whedon como escritor y productor y Whedon, aunque fiel a las pautas del mainstream es el creador del film The cabin in
the Woods (La cabaña del terror es la obvia traducción latinoamericana),
una joya del cine de terror que, dicen, ofrece el final que él había propuesto
para la serie Lost. En fin, Whedon es también el creador de éxitos memorables
y señeros, como las series Buffy la cazavampiros o la ya legendaria Firefly, todas narraciones televisivas fantásticas realizadas cuando las
fantasías más frecuentes de la televisión eran las de las “amas de casa
desesperadas”.
La serie (una primera temporada de 22 episodios), se entiende en el título, está basada en el cómic
de Marvel en el que el mismo Whedon hizo su contribución. SHIELD (que en inglés
significa escudo) son las siglas de una institución gubernamental de nombre
interminable, secreta de algún modo, ultratecnológica, armada, etcétera,
sucedánea de los SEALs, Delta Force o Rangers pero que luchan contra
extraterrestres sin llegar a ser los Hombres de Negro.
El mismo Clark
Gregg, a quien vimos morir en The Avengers, aparece en la serie como Phil Coulson para
capitanear un equipo que integran mujeres siempre jóvenes y bonitas, un
científico entusiasta y un militar duro y enamoradizo. El Coulson de nuestra serie es una persona que fue resucitada tras estar muerta 8 segundos o 40, hay una discusión al respecto incluso pero, la verdad, no tiene mucha relevancia esa cantidad. Lo que sì resulta inquietante son las misteriosas circunstancias en las que se resucitó al agente,
Pero lo más interesante de estos agentes es que sus misiones
no son la gran batalla colosal entre villanos intergalácticos con la ayuda de
Iron Man o Thor –hay incluso un chiste en el primer episodio cuando alguien
dice: “Thor no es técnicamente un dios”–, sino mortales con unas cuantas
toneladas de tecnología de punta que van tras las pistas de los objetos que un
desembarco extraterrestre –el que vimos como espectadores en las películas de
la franquicia de Marvel– desparramó por el mundo.
Así, los “Agentes de SHIELD” vendrían a ser como la parte
doméstica de los grandes súper héroes, los lados B de Súperman, Iron Man o
Hulk: sin súper poderes, el grupo recoge los peligrosos restos de un regalo
incontenible, los suvenires de la caja de Pandora que trajo una frustrada
invasión extraterrestre.
Como sabemos por la película Los Vengadores, los Chitauri (Skrull
en el original) desembarcan en la Tierra en busca de un aparato poderoso,
también extraterrestre, ayudados por el hermano de Thor, que es malísimo y está
resentido porque a Thor nunca lo retan y cosas semejantes. De modo que quienes
tienen que pagar los platos rotos de toda esta disfuncionalidad familiar son
los terrícolas, que deben vérselas con estos maniáticos, ayudados, por suerte,
por la rama buena de la familia, Thor, y otros héroes resucitados de la
historieta como el Capitán América o Hulk.
Los “Agentes de SHIELD”, que emite Sony Latinoamérica los
miércoles a las 21 desde el 25 de septiembre pasado –un día después de que se
estrenara en su país de origen–, nos recuerdan de una manera muy infantil y
hasta bastarda, aquél film de Andrei Tarkovsky del año 1979, Stalker –basado a su vez en una novela de ciencia ficción rusa excepcional, Picnic extraterrestre,
de los hermanos Strugatsky, quienes también escribieron el guión de la
película. En Stalker, el protagonista guía a una pareja hacia un lugar
prohibido y aislado llamado “La Zona”, donde se posó hace tiempo un platillo
volador y transformó el sitio desde sus leyes físicas hasta la topografía
misma. Hecho de climas, de los fantasmas de los personajes, que llegan hasta
allí con el anhelo de ver cumplidos sus deseos, Stalker podría ser un relato
sobre el duelo de la soledad, del fin de una aventura que termina cuando se
acaba la fe –o la esperanza, que es la versión “civil” de la fe. Los
protagonistas visitan el desierto de una visita y el guía asecha un imperio que
construyó con su pericia y sus habilidades y no es otra cosa que un baldío.
En “Agentes de SHIELD” ese
baldío es muchas veces la Historia –un viaje a Perú para rescatar un artefacto
cuyo funcionamiento y poder ignoran y, en el medio, enfrentamientos con
rebeldes y militares corruptos–, devenida un episodio de historieta.
Edito una nota de Anaclara sobre Emiliano Pool Paolini y Marianela Perelli y visito la web para corroborar unos datos. Así me encuentro con esta nota de Ana Wajszczuk en Radar donde leo: "Pool
y Marianela nacieron en ciudades cercanas a Rosario y allí se conocieron en
2007, años después de haberse instalado en la capital santafesina para
estudiar". Bueno, hay que decir a favor de Ana –quien, además es o fue jefa de prensa de editorial Planeta–, que escribe "santafesina" como lo escribimos en la provincia de Santa Fe, con "s" y no con la afeminada y correcta "c" que suele usar el diario La Nación. Pero, la verdad, llama la atención que una muchacha tan instruida confunda a la principal ciudad de la provincia con Santa Fe de la Vera Cruz, la capital (porque se refiere a Rosario en el texto, las referencias anteriores y siguientes no dejan dudas). Pero, además, ¿no hubo un editor de Radar que leyese Rosario seguido de "capital santafesina" y dijera ¡no, qué disparate! Porque nadie le pide a un porteño que entienda que la Argentina existe más allá de la General Paz, pero sí se le puede pedir a un periodista que respete un dato. Es lo mismo que confundir Buenos Aires ciudad con La Plata error en el que no incurriría ningún habitante del interior.
En la última edición de Radar también hay una nota de Ana a una rosarina, Cecilia Lenardón. Pero aquí no arriesga rangos de ciudades y así no le erra.
Federico Fritschi (Gálvez, Santa Fe, 1980) conduce desde
hace ocho años Más tarde que nunca en Radio
Universidad (FM 103.3, con un equipo que cuenta a Pablo Zini, Federico Aicardi,
Morena Velázquez y Florencia Coll) y condujo también el ciclo de documentales televisivos sobre la cultura
gastronómica santafesina Parte del plato
en Señal Santa Fe. Quisimos hacerle unas preguntas al conductor de uno de los
programas que mejor le toma el pulso a la ciudad o, al menos, a muchas de sus
escenas más valiosas.
—Tu programa se
mete en varios rincones de la música, la literatura, las movidas en Rosario, el
periodismo ¿cómo definirías a Más tarde
que nunca (MTQN)?
—Como el espacio en la radio para que tengan lugar esas
expresiones artísticas que nos interesan y de las que nos nutrimos. MTQN es una
cápsula de placer-trabajo, se mezclan ahí charlas que tienen que ver con el
universo musical, literario, teatral, el del cine o las series. Pero
también hay mucho de “nosotros”, del estado de ánimo con el que encaramos el
programa cada día.
—En los ochos años
que lleva al programa al aire, muchas veces saliendo en vivo desde
inauguraciones como las convocatorias de Joven
y Efímero en el centro cultural Parque de España, ¿cuáles son los cambios
más importantes que notás que sucedieron en la ciudad en ese ambiente “cultural-musical”?
—Rosario cuenta con una movida cultural muy rica, siempre
lo rescatamos. Es imposible cubrir todo lo que pasa porque la agenda es igual
de diversa como de intensa. Por eso decidimos hablar de lo que vamos a ver o de
aquello en lo que estamos realmente empapados. Vamos a hacer programas en vivo
desde distintos espacios de la ciudad. Estuvimos en Cultura Pan, el ciclo Joven
y Efímero del CCPE, en el Festival 404
desde el Espacio Cultural
Universitario y en Plataforma
Lavardén o la Alianza Francesa de Rosario. Nos movemos de la radio para
salir y ver qué pasa ahí afuera. Hacemos el programa mientras se montan las
muestras y vemos el trabajo del artista desde ese lugar. O generamos ciclos de
cine en casas de los oyentes del programa. Cuando te movés pasan cosas. Y
entendemos la radio desde ese lugar, un programa que se mueve al pulso de una
ciudad con infinidad de “agitadores culturales”.
—¿Cómo surgió el
espacio La vuelta a la manzana, en la que recorrés con algún artista una parte
de la ciudad que tiene un significado especial para él?
—Hace un par de años nos encontramos en un bar con Maximiliano Conforti, un
fotógrafo súper talentoso de la ciudad, me dijo que quería sacar fotos en
algunas entrevistas del programa. Le dije que eso era muy aburrido. Terminamos en
el café y dijimos ya vamos a hacer algo. Y este año empezamos con “Vuelta
a la Manzana” a mapear el rock de la ciudad, sale como micro la entrevista
por la radio y mientras recorremos la manzana con el músico, Maxi hace la suyo
con la cámara. Saca fotos del espacio urbano, de las calles y los lugares que
inspiraron a los músicos para crear su obra. El año próximo vamos a sacar un
libro con las fotos y las entrevistas. Ese espacio representa un nuevo lugar de
búsqueda, me interesa mucho el cruce de lenguajes y con “Vuelta a la manzana”
hacemos un poco de radio, otro de foto, entrevisto desde la incomodidad que
generan los ruidos, caminar, pensar y hablar, que siempre se complica cuando
nos pasa todo junto. Además, es otro encuentro con los músicos que “nos cuentan
como ciudad” a través de las canciones. Salimos a buscar esas marcas de la urbe
en la música. Son distintas miradas sobre la historia del rock de Rosario que
dan cuenta de la escena, de su tiempo. Creo que la ciudad, entre otras cosas, tiene
para aportar al rock Argentino una escena muy nutrida de bandas que vienen de
décadas anteriores y forjan la identidad musical de acá. Y nuevas camadas de
bandas jóvenes que la están rompiendo y generan un constante random de nombres
para agigantar el mapa musical del pago.
—El programa a su
vez tiene un blog que es muy interactivo, intenso, ¿cómo es tu relación con
internet, cómo es la relación tuya y del equipo con la web?
—Todos los integrantes del programa usamos mucho las
redes sociales. Creemos que circula otra información por esa vía que es
necesario complementar con la lectura de los medios tradicionales. El blog del
programa se sustenta colaborativamente y da la posibilidad de ver y escuchar
los contenidos del programa cuando quieras. La idea es que si no lo escuchas
por la radio se puedan escuchar MTQN.
—¿Cómo te
formaste, cuánto influyó tu tránsito entre tu ciudad natal y Rosario en tu
formación?
—A los 12 años con mi primo Sebastián grabamos un casete
imitando al Negro López, un crack de la conducción y animación de la ciudad de
Gálvez, nos encantaba el programa que hacía. Gritaba y arengaba en la previa
del boliche. Al ser muy chicos no íbamos al boliche aún pero nos juntábamos a
grabar programas de radio. Un día le caímos con el casete y le dijimos: “Che,
te imitamos en esta grabación”. Se cagó de risa y la puso al aire. Y de ahí nos
quedamos haciendo un programa de radio los días sábados. En las ciudades más
chicas siempre es más fácil entrar en una radio y hacer experiencia. Después ya
lo tome como un trabajo y la verdad es que quiero hacer radio toda mi vida. Soy
feliz. No tiene la exigencia de la tele, uno puede ser muy libre haciendo
radio. Me vine a Rosario y estudié Comunicación Social y Locución. Esas
carreras me dieron herramientas para seguir haciendo lo que me gusta y poder
vivir de esto.
—¿Cuáles son las
ventajas y desventajas del trabajo en Radio Universidad?
—El año próximo radio Universidad cumple 20 años y hace más
de 10 que trabajo ahí. La ventaja es que pudimos armar un grupo de trabajo
hermoso para hacer MTQN, donde cada uno aporta desde su lugar, la radio da esa
posibilidad. La desventaja es que la radio podría llegar a mucha más gente.
—¿Cuál te parece
que es el público promedio de MTQN y qué sorpresas te llevaste al respecto?
—Siempre es muy difícil saber quién te escucha. Tenemos
mucha interacción con nuestros oyentes, el público promedio es “curioso”. También
escuchan muchos universitarios y tiene un perfil bastante artie el oyente del programa. Pero incluso caímos en la cuenta de que
es un público de edades dispares. Un día dijimos si podíamos ir a la casa de
alguien a ver una película y cuántos se sumarían. Así comenzó el ciclo de cine “Tenemos
que ver”: el dueño de casa decía cuántos podían ir a su casa y ahí notamos que
los oyentes eran de edades muy diferentes.
—¿Qué programas,
periodistas o conductores radiales podría decirse que te formaron a lo largo de
tu vida?
—Los de Gálvez primero porque fueron los que escuché de
chico. Oscar Felcaro, otro conductor de radio y TV de la ciudad me dio
confianza para trabajar en los medios. Por otro lado era muy fanático de
Rock&Pop, acompañaba a mi viejo a Buenos Aires con la idea de escuchar la
radio y anotaba los separadores (los copetes) en un cuadernito, me gustaba
mucho la artística de la radio y su actitud. No llegaba esa radio a mi ciudad
así que escucharla en esos viajes era un flash. Cuando me vine a estudiar a
Rosario no me perdía nunca el comienzo de ¿Cuál
es? Era un programa que tenía todo lo que me gustaba escuchar en ese
momento. También cuando llegué a Rosario descubrí un programa en Radiofónica
que se llamaba Orejas de Burro, con
el tiempo me enteré que era Pablo Franza el que lo hacía, cuando lo conocí le
di las gracias por ese programa. Y sin dudas Coki Debernardi fue del que más
aprendí, por el clima que generaba en las entrevistas en piso y sobre todo por
su humor, en radio también hay que entretener y eso no se aprende fácilmente.
Cuando hacíamos La Noche de Bárbara y
Dick en Rock&Pop aprendí de música como de radio un montón y la verdad
es que Coki fue el maestro de esas ceremonias.
—Tres discos que
te hayan gustado mucho.
—AM de Arctic Monkeys
es un disco que me gusta mucho. Son la banda sonora de este tiempo, suenan
modernos y tienen un vivo demoledor. A las influencias del pasado no las
sobrevaloran, están atentos a hacer la música de este tiempo. Cerca de las
nubes, de las Pelotas: también me gustaron las canciones de ese disco.
Son 12 temas de los cuales la mitad son muy tranquilas desde lo musical y
contundentes desde la lírica. Y la otra mitad del disco va súper al frente. Se
puede escuchar como dos lados de un vinilo (Cara A, Cara B). Me interesa lo que
hacen las bandas con las que uno creció del rock argentino. Es el disco en el
que definitivamente se sacan la mochila de su historia y dan un giro
importante. El
último de Paul McCartney lo pasamos tema por tema en el programa y no podíamos
creer que el tiempo pase y Paul siga sin pifiar nunca. Es un Beatle vivo y lo
demuestra disco tras disco. 06. New - www.CdsParaBaixar.Org by Paul Mccartney | www.CdsParaBaixar.Org on Grooveshark
—La ley de la
ferocidad es una novela de Pablo Ramos que me
marcó mucho. Ramos escribe como un boxeador, sus libros me noquean. Patti Smith,
Éramos unos niños, me gustó por lo
que ella cuenta sobre su vida antes de ser realmente conocida y su amistad con
Robert Mapplethorpe. Es un libro de memorias de artistas entusiastas y
apasionados. Boom
La revista de Rosario, la antología de Osvaldo Aguirre: me gustó mucho
meterme en la historia de la revista Boom.
El de la revista fue un momento muy alto del periodismo de la ciudad que no me
tocó vivir. Para eso los libros nos dan una mano inmensa. Salió poco tiempo la
revista pero dejó su marca y a través del libro podemos acceder a esas
historias los que gustamos de esa forma de hacer periodismo.