Imagen tomada de ComicBook.
La serie (una primera temporada de 22 episodios), se entiende en el título, está basada en el cómic de Marvel en el que el mismo Whedon hizo su contribución. SHIELD (que en inglés significa escudo) son las siglas de una institución gubernamental de nombre interminable, secreta de algún modo, ultratecnológica, armada, etcétera, sucedánea de los SEALs, Delta Force o Rangers pero que luchan contra extraterrestres sin llegar a ser los Hombres de Negro.
El mismo Clark
Gregg, a quien vimos morir en The Avengers, aparece en la serie como Phil Coulson para
capitanear un equipo que integran mujeres siempre jóvenes y bonitas, un
científico entusiasta y un militar duro y enamoradizo. El Coulson de nuestra serie es una persona que fue resucitada tras estar muerta 8 segundos o 40, hay una discusión al respecto incluso pero, la verdad, no tiene mucha relevancia esa cantidad. Lo que sì resulta inquietante son las misteriosas circunstancias en las que se resucitó al agente,
Pero lo más interesante de estos agentes es que sus misiones
no son la gran batalla colosal entre villanos intergalácticos con la ayuda de
Iron Man o Thor –hay incluso un chiste en el primer episodio cuando alguien
dice: “Thor no es técnicamente un dios”–, sino mortales con unas cuantas
toneladas de tecnología de punta que van tras las pistas de los objetos que un
desembarco extraterrestre –el que vimos como espectadores en las películas de
la franquicia de Marvel– desparramó por el mundo.
Así, los “Agentes de SHIELD” vendrían a ser como la parte
doméstica de los grandes súper héroes, los lados B de Súperman, Iron Man o
Hulk: sin súper poderes, el grupo recoge los peligrosos restos de un regalo
incontenible, los suvenires de la caja de Pandora que trajo una frustrada
invasión extraterrestre.
Como sabemos por la película Los Vengadores, los Chitauri (Skrull
en el original) desembarcan en la Tierra en busca de un aparato poderoso,
también extraterrestre, ayudados por el hermano de Thor, que es malísimo y está
resentido porque a Thor nunca lo retan y cosas semejantes. De modo que quienes
tienen que pagar los platos rotos de toda esta disfuncionalidad familiar son
los terrícolas, que deben vérselas con estos maniáticos, ayudados, por suerte,
por la rama buena de la familia, Thor, y otros héroes resucitados de la
historieta como el Capitán América o Hulk.
Los “Agentes de SHIELD”, que emite Sony Latinoamérica los
miércoles a las 21 desde el 25 de septiembre pasado –un día después de que se
estrenara en su país de origen–, nos recuerdan de una manera muy infantil y
hasta bastarda, aquél film de Andrei Tarkovsky del año 1979, Stalker –basado a su vez en una novela de ciencia ficción rusa excepcional, Picnic extraterrestre,
de los hermanos Strugatsky, quienes también escribieron el guión de la
película. En Stalker, el protagonista guía a una pareja hacia un lugar
prohibido y aislado llamado “La Zona”, donde se posó hace tiempo un platillo
volador y transformó el sitio desde sus leyes físicas hasta la topografía
misma. Hecho de climas, de los fantasmas de los personajes, que llegan hasta
allí con el anhelo de ver cumplidos sus deseos, Stalker podría ser un relato
sobre el duelo de la soledad, del fin de una aventura que termina cuando se
acaba la fe –o la esperanza, que es la versión “civil” de la fe. Los
protagonistas visitan el desierto de una visita y el guía asecha un imperio que
construyó con su pericia y sus habilidades y no es otra cosa que un baldío.
En “Agentes de SHIELD” ese
baldío es muchas veces la Historia –un viaje a Perú para rescatar un artefacto
cuyo funcionamiento y poder ignoran y, en el medio, enfrentamientos con
rebeldes y militares corruptos–, devenida un episodio de historieta.
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