Como para que quede claro que no es la angelical Dan Scully
de X-Files,
la primera imagen que vemos de Gillian Anderson en The Fall nos
la muestra con una máscara facial verde (verde: como los marcianitos), en el
baño, poco antes de quitársela con una toalla. La puesta en escena de esa
aparición es un dato para el espectador atento: “Pibe, sacate de la cabeza a
aquella agente inmaculada del FBI, esto es Irlanda del Norte”, parece decirnos.
Sí, The Fall,
miniserie de cinco episodios de la BBC2 –ya se emitieron tres de esos episodios– ambientada y rodada en Belfast, nos trae a una Gillian
Anderson madura y provocadora, que en el segundo episodio hace detener la
patrulla en la que viaja para ir a decirle a un apuesto agente de policía que
la viste en su hotel, así, sin más. Luego aclarará ante otro policía: “Si digo
«mujer», sujeto, se coje (fucks),
verbo, a un hombre, predicado; se siente incómodo, ¿verdad?” Esta escena
sucede, como decíamos, en Belfast, capital católica del Reino Unido, donde
Anderson, quien encarna a la inspectora Stella Gibson, llega a supervisar la
investigación de una mujer asesinada y descubre a un asesino serial.
Imagen tomada de la galería del sitio de BBC2.
La tensión entre la desfachatez de Gibson, quien al tiempo
que mantiene sus modales fríos y distantes cuestiona el modo en que ha sido
investigada una muerte y, a la vez, desafía a las autoridades del lugar al
proponer una nueva línea investigativa, y las absurdas pretensiones de
corrección del departamento de policía británico en Blefast son mostrados en
paralelo con la actividad del asesino, quien trabaja de día como psicólogo,
cuida de sus familia (una esposa y dos hijos) y por la noche sale a cazar a sus
víctimas. Así, abundan los montajes paralelos: Gibson se encama con su policía
al tiempo que Phil Spector, psicólogo y judío (encarnado por Jamie Dornan), acorrala y
asesina a su segunda víctima, a quien espió en la penumbra de su propia casa y
a la que ahorca con sus manos para dejarla luego en la cama, bañada y con las
uñas pintadas, en una pose de cuadro clásico.
Digamos que la serie, que se estrenó en Inglaterra el 13 de
mayo pasado –con gran pompa de la BBC por tratarse a) de una tira protagonizada
por Gillian Anderson y 2) por haberse filmado en Irlanda del Norte–, procede
como antes procedió el detective Columbo:
importa más cómo se construye el relato, cómo vemos acercarse al investigador
al victimario, que el misterio quién lo hizo porque, como dijimos, ya sabemos
quién es el asesino o, mejor, no, no sabemos quién es (de eso trata también The Fall), pero lo conocemos, sabemos
dónde estaba a tal hora, tal día, y qué hizo.
En el tercer episodio, ella reúne a su grupo de trabajo y comienza a sacar conclusiones acerca de la pose en la que son encontradas las víctimas, la pintura de uñas, el mechón de pelo que les corta, el baño que le da al cuerpo, lo quirúrgico de la escena, etcétera. Entonces Gibson dice: "Está creando su propia pornografía". Claro, nosostros como expectadores vimos ya los cuadernos que guarda Spector, vimos las fotos que ha tomado, lo vimos matar a una mujer (profesional treintañera en una posición de poder) llamada Sarah Kay. También lo vimos anotar en una página una línea del poema de T.S. Eliot The Hollow Men (forma parte de la educación básica de cualquier estudiante avanzado del Reino Unido e incluso Estados Unidos): "Between the idea/ And the reality/ Between the motion/ And the act/ Falls the Shadow". Es probable que la cita, fácilmente reconocible, sea, por un lado, un detalle de oscuridad, una oscuridad que muestra, en ese detalle, una cultura, una sensibilidad. Sin embargo conviene señalar que esas líneas son uno de los centros gravitacionales del célebre poema: citan unas líneas del Julio César de Shakespeare y hace sonar en la caída (fall) de la frase la de un telón: como si culminara el tiempo de una representación, de una actuación (la del esposo, padre y profesional que asume el asesino) y mostrara con ese estrépito la frágil convención por la que los hombres conservan las convenciones más aceptadas. Una "pornografía" (ver Ballard, ver Sandino Núñez) es también una maquinaria efectiva que hace caer esa cortina de lo sensual para dejar al desnudo el cuerpo en tanto cadáver. No por nada las escenas del crimen se muestran con un discreto suspenso: lo importante viene después, el momento en que Spector (sí, es un nombre ruso, pero en inglés como en español escuchamos "espectador") limpia el cuerpo de la víctima y las sábanas donde sucias (el ahorcado expele al morir todos sus excrementos); acá hay una busca de la intimidad que la misma intimidad rechaza. Lo íntimo como cadáver, pornografía como necrofilia, la escena erótica (la pose que Spector busca) como naturaleza muerta.
Veremos.
(Ah, dicen que Netflix estrenará la miniserie en Argentina y que la BBC2, que tuvo la mayor audiencia de las islas en 8 años al estrenar la tira, hará una segunda temporada.)
Veremos.
(Ah, dicen que Netflix estrenará la miniserie en Argentina y que la BBC2, que tuvo la mayor audiencia de las islas en 8 años al estrenar la tira, hará una segunda temporada.)
Anotación del 04-06-2013: Es importante que la investigadora arme ese relato, como Columbo, porque la pornografía no tiene relato.